primera parte ZAC

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Luego se vuelve hacia mí y cae en la cuenta de que yo también soy joven. Baja la mirada hacia las letras desordenadas que tienen en la mano, como si intentará formar una palabra que explicara lo que esta sintiendo.

Sé lo que está pensando. Maldita sea, he acabado por conocerla demasiado.
-Deben de ser unos buenos altavoces , ¿no crees?. -me dice.
-¿Qué?
-Tal vez deberíamos haber traído de casa los tuyos. O haber comprado unos. Mañana podría ir a mirar...
-También puedes robárselos.
-Esta enfadada.
-Esa canción esta destruyendo mi reserva de glóbulos blancos.

Sólo bromeo a medias.
Acaba la canción, pero no hay justicia en este mundo porque, de inmediato, vuelve a comenzar. La misma. Venga ya, ¿la friki de Lady Gaga otra vez? ¿Y a este volumen?
-Te toca.
Mamá coloca con delicadeza «tablero» en el... tablero. Luego saca otras cuatro letras de la bolsa, como si todo fiera normal, como si no estuvieran abusando de nuestra capacidad auditiva.
-La canción esta EB modo repetición -señalo innecesariamente-. ¿Puedes idirle que pare?
-Es nueva, Zac.
-Todos hemos sido nuevos. No ha excusa para... algo así. Seguro que existen unas normas. Un código ético para los pacientes.
-De hecho, a mí no me molesta. -Mamá menea la cabeza como prueba, al estilo bebop, creo que se llama.
-Echo un vistazo a mi tablero. «T, F, J, P, Q, R, S.» Ni siquiera tengo una vocal.
Me rindo. No puedo pensar. Ni quiero. Ya he tenido bastante de esta canción, que ahora suena por tercera vez consecutiva. Intento asfixiarme a mí mismo con una almohada.

-¿Quieres un té? -me pregunto mamá.
No quiero un té, nunca quiero té, pero le digo que sí para poder estar a solas unos minutos, quizá una hora si encuentra a la acompañante de la novata y la somete a la Terapia de Emergencia con Bollito en la cafetería para pacientes.
Oigo correr agua. Mamá sigue a conciencia las instrucciones sobre él lavado de las manos.
-No tardaré
-¡Vete tranquila! -le digo-. Sálvate tú al menos.
Tras cerrarse la puerta, me quito la almohada de la cara. Deslizo las fichas del Scrabble dentro de la caja y colocó la cama en posición horizontal. ¡Cuando por fin se me concede él preciado tiempo sin madre me lo arruinan con esto! La canción arranca por cuarta vez.
¿Cómo es posible que la habitación numero 1 sea un santuario tan eficaz contra los gérmenes del mundo exterior y, en cambio, ni pueda protegerme de los peligros de esta mierda de música?

No puedo oír a la chica. De hecho, no puedo oír nada que no sea esa canción,e imagino que estará tendida en la cama, moviendo los labios mientras sigue la letra que yo me esfuerzo al máximo en ignorar.

La habitación número 2 es casi idéntica a la mía. Lo sé porque eh estado en ella. Tienen él mismo armario, él mismo cuarto de baño, las mismas cortinas... Incluso están pintadas del mismo color. Todo está duplicado, aunque a la manera de una imagen invertida. Si las observáramos desde arriba, las cabeceras de las camas aparecerían espalda con espalda, separadas tan sólo por seis centímetros de grosor de la pared.

Si en este instante está tumbada en la cama, prácticamente estamos cabeza con cabeza.

Pasillo bajo hay otras seis habitaciones individuales más y ocho dobles. He estado en todas. Cuando en febrero me diagnosticaron esto por primera vez, me convertí en un viajero frecuente durante seis meses, moviéndome en ciclos de inducción, consolidación, intensificación y mantenimiento.

Al final de cada ciclo de químico, mamá conducía de vuelta los quinientos kilómetros que nos separaban de casa. Allí yo podía descansar. Reponía fuerzas y acudía uno o dos días al colegio aunque él resto de mis compañeros de curso preparaban exámenes que yo no poda hacer, luego mamá y yo regresábamos a Perth, nos metíamos en la habitación que quedaba libre y nos preparábamos para él siguiente impacto.
Ambos esperábamos que la químico funcionara. Pero no lo hizo.
«Si no puedes atacarlo, intenta cambiarlo», me había dicho al Doctora Aneta para darme ánimos cuando recaí. En una agenda marco con amarillo fluorescente un bloque que iba del 18 de noviembre al 22 de diciembre. Escribió: «Zac Meier. Trasplante de medula espinal. Habitación 1.» Me explico que los primeros ocho o nueve días iban a dedicarse de nuevo a atacar, para preparar él trasplante del «Día 0». El resto de la estancia seria en aislamiento estricto. Solo así podían garantizar él éxito del injerto y la cura.
-¿Cinco semanas en la misma habitación?
Mierda, si incluso los presos de alta seguridad cuentan con más libertad.
Volvió a ponerle él capuchón al rotulador.
-Al menos estarás en por navidad.

Zac Y Mia (A.J Betts)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora