2

801 18 1
                                    

Zac

Sé que las cisternas de baño con dos botones son buenas, porque respetan él medio ambiente y todo eso, pero en ovaciones me resultan confusas. ¿Debi apretar él botón de medio depósito o de deposito entero? Hay días en que necesitaría un botón que estuviera a medio camino entre uní y otro.

Una vez más, me quedó de pie delante del inodoro, dándole vueltas a esto durante demasiado rato.

Me lavo las manos y me divierto con la imagen que me devuelve él espejo. Mi cabeza está calva, tiene bultos y es asimétrica, pero mis cejas son más gruesas que antes. Parezco estar transformándome en uno de esos inquietantes rostros del ¿Quién es él?

Salgo del cuarto de baño y, ya en la habitación, veo que mamá ha descorrido las cortinas y devuelto la butaca reclina le color rosa a su posición vertical. A la luz de la mañana, recién levantada, su pelo me recuerda él nido de un pájaro hecho de ranitas países nudosas.
—Bueno, ¿Cómo ha ido? —me pregunta.
—¿El que?
—Ya sabes...
¿Cuantas veces puede soportar hablar de sus zurullos un chico de diecisiete años? ¿Y con su madre? Alcancé mi tope hace dieciocho días. Por lo menos no me dice «¿Haz vaciado tus intestinos?», como hacen algunas enfermeras.

—¿Cómo te ha ido a ti, mamá?
—Sólo preguntaba.
—¿Quieres que la próxima vez le haga una fotografía?—Me tanto camino por delante de ella con él gota a gota. Me pega suavemente con una almohada —. Si lo prefieres, incluso podría llevar un cuaderno de notas.
—Un cuaderno de cacotas... —Ella misma se queda impresionada por su juego de palabras.

Llevar un registro de mis movimientos intestinales... Ése sí sería un excelente uso para él supuesto «diario» que me ha regalado Patrick. Probablemente pensó que me vendría bien «expresar no viaje emocional o algo así. En vez de para eso, podría utilizarlo como un diario de defecaciones, con columnas para la frecuencia y la consistencia. Incluso podría usar un código de colores para cada tabla, rellenando grandes gráficas marrones con notas a pie de página.

—Qué te parece: «Nueve de diciembre. Doce días desde él trasplante. Diarrea de consistencia media. He seleccionado él botón de medo para depósito.»
—No creo que él diario sea para eso.
—¿Nada de cacas ni vómitos?
—Es para que expreses tus sentimientos.

Al haber criado a dos chicos y a Bec, mamá ha aprendido a no usar en serio esa palabra que empieza con «s».
—Vale. «Nueve de diciembre. Me siento más ligero.»
Sonríe.
—¿Lo ves? Eso ha estado mejor.
No necesitó escribir sobre mierda. Sobre ningún tipo de mierda.

Domine él funcionamiento del cuarto de baño al cumplir los tres años. Por descontado que no fui un prodigio, pero sí un estudiante aplicado. Desde entonces, se suponía que ir al cuarto de baño debía ser una cuestión privada que se hacia a puesta cerrada, bien lejos de la mirada materna. La responsabilidad de mamá consistía en controlar otras cosas, como, para empezar, él tipo de comida que me llevada a la boca. Y así fue. Había hecho un buen trabajo.

Luego vino todo esto. En él peor de los casos, mamá no sólo preguntaba por mis deposiciones, sino que las vigilaba. Le pedí que dejara en paz las bacinilla, cosa que hizo, pero con frecuencia se quedaba en la habitación mientras las enfermeras me limpiaban o lavaban, aunque fingiera estar ocupada con él crucigrama. De pronto, había vuelto a ser un bebe, aunque uno con testosterona y vello púbico al que las enfermeras se turnaban para pasarle la esponja. En ocasiones estaba tan ausente que ni siquiera sentía vergüenza.

Antes de darme una nueva medula ósea él «Dia 0», al parecer debían conducirme hasta las puertas de la muerte. Tuve que estar cinco días tomando cuatro pastillas de químico, seguidos de tres días de radioterapia completa. Me sentía como si un camión me hubiera pasado por encima y, a continuación, hubiese dado marcha atrás para colocarse en paralelo a mi cuerpo y volcar sobre mí. No podía hacer otra cosa que permanecer aplastado bajo su peso. Respirar me costaba mucho. Controlar mis esfíntereses estaba más allá de mis posibiliadades.

Zac Y Mia (A.J Betts)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora