CAPÍTULO 5

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— ¿Cuándo lo descubriste? —pregunta Kathryn mientras toma un poco más de vino— Y tu novia Sara, ¿Tiene conocimiento sobre esto? —pregunta mirándome atentamente.

—Sí. A ella le importa el dinero, y a mis padres que nuestro apellido no se pierda. Por eso me casé cuando cumplí los dieciocho —respondo.

— ¿Y tu hija?

—Esa niña no es mía. Nos separamos porque me fue infiel.

La golpeé porque se acostó con mi hermano.

—Qué tonta...

—Sabes, dicen que la adolescencia es la etapa más corta que vivimos. Y, es quedarse a sufrir e irse para vivir. El suicidio siempre ha estado en mi mente. Tengo diecinueve, ¿estoy en la adolescencia?, no. Yo ya soy mayor y tengo cargo que no corresponde. Estudio a distancia, mis amigos son viejos cuarentones dueños de empresas. Soy agresivo y quieren que vuela a casarme. Eso no es vida.

—Mi padre murió —suelta de repente—, mi madre es alcohólica y mi hermana mayor no me quiere. Vivo con mi mejor amiga. Estoy sola, y trabajo desde los once años. Tuve un novio mujeriego, y lo sabía. Tarde o temprano me lastimaría —su voz se quebranta—, le creí. Todo fue hermoso, hasta que me enteré de que sería papá. Le entregué muchas cosas, y el solo se fue —al finalizar hay una lágrima rodando en su mejilla.

Estamos sentados en el piso y la fría distancia es corta pero a la vez grande.

— ¿Aún amas... a Patricia? —mis músculos parecen tensarse. Finalmente niego y bebo más vino. Está muerta.

—Nos conocemos hace un mes, y ya te he mostrado mi lado patético —le digo.

—No es patético —replica.

— ¿Irás a mi boda?

—Si tú quieres, claro.

—Tengo miedo —hago una pausa—, tengo miedo de lastimar a mi esposa, de... de amenazar a mis hijos. Soy un monstruo...

Y no le miento, porque lo soy. Soy lo peor que alguien pueda conocer, a menos cuando pierdo los estribos.

—Solo tienes un pequeño problema, no lastimarás a nadie.

Su teléfono suena.

—Debo irme, son las 2:00 p.m. y entro a la universidad a las 4:00 p.m. tengo turno de noche —me suelta.

—Déjame llevarte, y también recogerte a la salida —propongo y ella sonríe.

Una parte de mí quiere dejarla ir, pero hay algo más fuerte.

Kathryn's POV:

Le aviso a Nora por mensaje que almorzaré con mi jefe. Salgo de casa y cierro con llave. Abraham está esperándome en la cochera, reprimo una sonrisa y entro en el lugar del copiloto. Desliza el auto por la grava y vamos de camino a un restaurante cercano a la universidad.

Está esa sensación de golpes en el estómago y tu corazón a mil. El miedo por hablar una bobada o caerte. Quieres ser perfecta para él. No sé si eso es estar enamorada, o sólo es una tontería. 

El camino es algo silencio, mientras contemplo su belleza. Quiero preguntar por su hija, pero no me atrevo. Es tan joven pero maduro a la vez, y me gustaría ser algo más que una simple secretaria, Pero va casarse. Puff.

(...)

La segunda clase termina, esta vez me aseguro de no olvidar mi móvil. Salgo y Abraham no está. Lo espero. 

Veinte minutos. Una hora.

Me canso y tomo un taxi, Nora me llama, y le digo que estoy cerca. El taxi se desvía un poco y sí, sí pienso lo peor. Pero, finalmente llegamos. Mi móvil suena otra vez. Y es Mario, el chico de sonrisa bonita. Me muerdo el labio inferior y contesto.

—Kathryn —dice rápidamente.

— ¿Dónde has estado? —le pregunto riendo, mientras ingreso a casa.

—Pues acabo de regresar de Londres, ¿Quieres salir conmigo? —pregunta de repente.

Quiero salir con tu primo.

—Sí. Mira por suerte mañana es sábado, así que, puedes venir por mí, ¿Puedo llevar a mi amiga? —le suelto.

Duda un poco.

—Claro, conozco un bar que es...

—Tengo diecisiete, no lo olvides —nuestras carcajadas coinciden.

—Te hago pasar sin problema.

—Hecho.

Cuelgo y me voy a la cocina, donde mi mejor amiga sonriendo prepara la cena.

—Buenas noches —dice y corre a abrazarme.

—Buenas noches —respondo a su abrazo.

— ¿Qué tal te fue hoy?

—Bien —le miento—. En unos días me pagan y llenaré la despensa.

—Kathryn, no tienes que hacerlo... y tú lo sabes.

—Claro que sí debo y no te niegues. Por cierto, mañana saldremos con un amigo.

— ¿Es guapo? —suelta.

—Sí, y su sonrisa es preciosa.

— ¿Soltero? —interpela.

—Sí.

Ambas reímos.

Cenamos, y como estamos cansadas de inmediato nos vamos a la cama. No le cuento nada de lo sucedido o va a preocuparse de más.

Al final del día, llegué a la conclusión de que Abraham, no es malo.


Te amo (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora