Capítulo 2

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Camina, camina.
Era una tarde de septiembre.
El reloj marcaba las 8:36
Tenía que buscar un lugar donde dormir o donde refugiarme de la lluvia que se aproximaba. Tenía frío. Y ya no sabía donde estaba. Caminando por una grande avenida los carros que pasaban tocaban el claxon para evitar llevarme de encuentro o no lose.

Un trueno hizo que el diluvio cayera ante mi, corrí debajo de un puente para no mojarme lo que me quedaba de seco, me subí a una parte alta del puente donde no alcanzaba el agua que los carros echaban y hay me senté con la cara en las rodillas. No sabía lo que hacia.

Regresaré. Tengo que regresar.
Alguien tocó mi hombro y vi a una vieja limosnera con bebé en brazos, ofreciendo un pedazo de pan. Tan humildemente y sin preguntar. La mujer me ofrecía de su comida sólo por verme en una situación como ella.
Esparció hojas de periódico en el concreto y se acostó. Yo me acosté alado suyo. No había que tener de mundo si aún había gente humilde.

Al despertar la mujer y su bebé ya no estaban.

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