"El ilusionista" Por: Annyth Simancas

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Los lunes son el peor día de la semana para muchos. Unos porque comienzan la escuela, otros porque significa el inicio de una semana de ajetreado trabajo, en general la gente los odia porque significa que es el fin de los días de descanso. Pero, aun cuando son la fuente de grades fastidios y flojeras no llaman a la mala suerte como los Viernes 13 o en su defecto los Martes.

Esa es la norma según la cultura popular; los viernes y martes numero 13 son de mala suerte, al igual que romper un espejo o dejar caer la sal. Los lunes no llegan a ser tan importantes en ese aspecto, son solo un mero fastidio colectivo, pero algo de lo que la cultura popular no nos advirtió es que la cosa se vuelve mala cuando juntas el número 13 junto con un lunes. Quizás tú como lector no le tomes gran importancia a este asunto de la buena o mala fortuna, mas sin embargo para la familia Lightwood-Bane esta fecha iba a tomar un nuevo significado.

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Todo comenzó la mañana de un lunes 13 a mediados de agosto. Magnus Bane llegaba a su hogar en Brooklyn, un lof que actualmente compartía junto con su amado novio Alexander -Alec- Lightwood y sus dos hijos adoptivos Rafael y Max Lightwood-Bane. Ambos niños se llevaban una diferencia de edad de 2 años siendo la luz de sus ojos tanto para él como su pareja. Rafael con sus 9 años recién cumplidos era un muchacho alegre amante de la música en español -en especial las canciones de cuna-, el baile y su juego favorito era las escondidas, Mientras que su hermano Max era más con su padre Magnus, extrovertido y a menudo metiéndose en problemas al ser aun muy nuevo en el asunto de la magia. En general Rafael era el que se parecía más a su padre Alec, siempre cuidando de su hermano menor aunque en ocasiones también de sus primos.

Esa mañana se suponía que el debió estar en el Instituto de New York al cuidado de sus tíos Jace e Isabel, mas nunca llego a destino. Este acontecimiento no sería más que el primero de muchos infortunios producto de un problema mayor, el cual nadie en el mundo de cazadores de sombras y subterráneos podría siquiera imaginar.

Magnus había salido muy de madrugada a causa de un extraño cliente el cual pedía su ayuda con urgencia, pero que cuando llego al lugar acordado nunca se presento generando sospechas en el gran brujo. Quizás por eso ignoró esa pequeña voz que te indica que algo no estaba bien en su hogar.

Nada más entrar percibió la voz de su amado, aunque su equipo de cazador no se encontraba en el lugar habitual, tampoco estaban sus llaves en la mesita de café como era lo acostumbrado. En cambio el lugar se veía desastroso, había ropas rasgadas por el suelo y algunos muebles se encontraban movidos de su sitio como si algo o alguien los hubiese golpeado o tropezado con ellos, también le llegó un olor particular que en su larga vida como ser inmortal había percibido antes, (curiosamente no le prestó mayor atención a ese último detalle). Sin embargo todo esto paso a segundo plano a causa de la voz de Alexander, cuando entro la sintió extraña pero ahora a medida que se acercaba la distinguió mejor, eran gemidos provenientes de su habitación. Pensó en qué clase de atrocidades le depararían detrás de esa puerta a medida que avanzaba, cruzó lo que le quedaba de espacio por recorrer y azotando la puerta entro a la habitación. Muchas posibilidades habían pasado por la mente del brujo en el poco tiempo que tuvo, la mayoría incluían a algún demonio tratando de perturbar su frágil paz con su amado combatiéndolo, pero como dicen por ahí "muchas veces lo que menos te imaginas resulta ser la verdadera razón" y valla que a él nunca se le ocurrió que su Alexander le fuera a ser infiel en su propia cama.

– ¡¿QUE SIGNIFICA ESTO ALEXANDER?!– sus ojos se negaban a creer lo que veían en esos momentos, después de todo por lo que habían pasado ¿Cómo pudo hacerle esto? Habían pasado por dos guerras, ido y venido del infierno mismo para poder estar juntos, así que después de todo eso ¿por qué? ¿Por qué ahora cuando las cosas se encontraban tan bien? ¿No se suponía que le amaba? Que nunca le iba a dejar por nadie, ¡tenían dos hijos, por amor a todo! –¡¿COMO FUISTE CAPAZ DE HACER ALGO ASI?!– sus ojos picaban, estaba seguro de que comenzaría a llorar en cualquier momento de la rabia, la impotencia, la sensación de traición en su pecho era demasiado grande, un dolor casi insoportable que no hacía más que crecer y crecer. Respiro hondo para tratar de tranquilizarse antes de volver a hablar –Largo. ¡LARGO DE AQUÍ! ¡TE QUIERO FUERA DE MI VIDA! ¡¿ENTENDISTE?! ¡FUERA! Cuando vuelva no quiero verte, me has decepcionado– cerró la puerta de un sonoro golpe y salió de allí, necesitaba un cambio de aire para tratar de olvidar esa escena, o superarla, lo que pasara primero.

Malec en tus manos (Categoria B)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora