The Maze Fangirl→ Newt / The Maze Runner.

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04: CAPÍTULO CUATRO

—Ahora saben qué es lo que acecha en el Laberinto, mis amigos —hizo una pausa y siguió hablando — . Y que no estamos para bromas. Han sido enviados al Área, Novatos, y todos esperamos que sobrevivan y nos ayuden a cumplir con nuestra misión.

Acomodé un mechón de mi cabello y lo pocicioné detrás de mi oreja. —¿Cuál es la misión?—Pregunté atenta aunque saber la respuesta me aterraba. Newt se dio vuelta y me miró directo a los ojos. El sol ya se estaba asomando por las paredes del Área y eso porbocaba que yo pudiera ver cada detalle de su cara. Si tendría que describir en una palabra a este chico, esa palabra sería: hermoso. Mis ojos no abandonaron los suyos en ningún momento.

—Descubrir la forma de salir de aquí, Annie —repuso—. Es eso, resolver los enigmas del maldito Laberinto y encontrar el camino a casa.

Él se dió vuelta y dió un paso—Newt— lo llamé y el se quedó quieto. Me encaminé hacia su lado. Posicioné mi mano izquierda en su hombro derecho haciendo que él se girara y quedemos cara a cara, solo que él tenía que inclinar levemente la cabeza hacia abajo ya que él es un poco más alto que yo. Su respiración se tornó pesada.—No creo que siga existiendo una "casa".

[ ♡ ]

Me encontraba sentada junto a Thomas ante una mesa inclinada fuera de la Finca. Mi cabeza era un tornado de preguntas obviamente irrespondibles. ¿Por qué me encontraaba ahí? ¿Comó podría salir? ¿Comó puedo hacer que estas estúpidas preguntas dejen de atormentarme? ¿Patch me salvará? Para alejar todas esas preguntas de mi mente y no autotorturarme, recorrí el lugar con la mirada tratando de encontrar a alguien con quien hablar y distraerme, ya que Thomas, que se encontraba a mi lado, no parecía tener ganas de hablar. Mi mirada se posó en Chuck. Un niño con el que había hablado dos o tres veces desde mi llegada.
Chuck era un muchachito bajito y gordinflón, con la piel pálida. Era muy joven, tendría unos doce o trece años. Tenía el pelo marrón, y este le cubría el cuello y las orejas, rozando los hombros. Solo sus ojos azules brillaban en medio de una cara triste, fofa y colorada.

—¡Hey!—exclamé llamando su atención.—Eres Chuck, ¿cierto?—El muchacho regordete asintió con la cabeza mirando en mi dirección. Busqué si en algún lugar de mi cerebro se encontraba alguna señal de sobre qué hablar, pero no se me ocurrió nada que no tenga que ver con este maldito, cruel y horrible infierno viviente, la verdad es que ni siquiera se que es lo que digo, pues estoy aquí desde hace una cantidad de días  que podría contar con los dedos de mi mano derecha y hay personas que están desde hace dos años.—Aquí cada uno tiene diferentes trabajos o algo así, ¿no?— Chuck asintió nuevamente. Me puse de pie y me aproximé a el niño.—¿Cuál es el tuyo?

Tomé asiento a un lado de él en el suelo.—Soy deambulante— contestó él girando su cabeza de modo que quedó mirando hacia el suelo.

—Oh, genial — respondí sin saber que significaba eso. Con mi mano derecha tomé un mechón de mi cabello castaño y comenzé a enrollarlo con mis dedos, nerviosamente.