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Al pasar la entrada de la azotea con el código de acceso, se podía observar una piscina templada que parecía infinita, con una sorprendente vista a la ciudad con sillas y mesas de patio por todo el extremo opuesto, en donde limitaba con una bañera de hidromasaje adjunta. Las únicas cosas diferentes que resaltaban ese día eran algunas luces más y un pastel blanco con negro sobre una de las mesas y, por supuesto, las bandejas de comida que parecían más un adorno por la belleza y limpieza de la presentación.

Con todo eso, más el ruido de un DJ invitado, Corbin sólo arrugó la nariz mientras regresaba su mirada a la piscina que nunca le había gustado aunque la verdad era que nunca le había parecido agradable esa piscina o alguna piscina en general, las odiaba, y ese pensamiento hizo que recordara cuando su hermana menor le había reclamado el porqué no le había dicho que había una piscina justo arriba de aquél edificio.

Él no se lo dijo en ese momento o después pero realmente le había divertido la situación, y obviando el hecho de que ignoraba por qué ella le había hecho tal pregunta, tampoco le había dicho que lo que pasaba realmente era que no se acordaba de ese pequeño detalle porque nunca la había usado más que para subir un momento y ver todo desde aquél lugar.

Sus pensamientos regresaron de nuevo a la estancia cuando la música del DJ cambió, decidiendo finalmente que al menos caminaría un poco hasta dar con la mujer que lo había invitado para darle su regalo e irse si nada interesante pasaba.

Corbin ignoraba que con aquella decisión su momento allí daría un giro, y todo se debió a que al mover la mirada por la estancia mientras daba un par de pasos notó la figura de la morena salir de la piscina en un bikini azul que realzaba cada parte de sus curvas. Incluso, tuvo que detenerse para evitar una caída segura mientras mantenía la mirada fija en ella hasta que la mujer lo miró y alzó una ceja en interrogante, como si se preguntara quién era.

Intentando verse tranquilo, Corbin esbozó una sonrisa hacia la mujer y sacó de su bolsillo el pequeño estuche que había comprado para guardar "su regalo" y le mostró la cajita para hacerle saber que había algo para ella.
Como respuesta, la chica elevó una de las comisuras de sus labios mientras terminaba de caminar hasta su silla para después tomar una toalla y cercar su cuerpo sin prisa hasta finalmente colocarse un vestido blanco y caminar hasta el paralizado Corbin que continuaba observando cada uno de sus movimientos.

-¿Un regalo para mi? -le preguntó la mujer una vez estuvo frente a él.
-Por supuesto, cada persona que cumpla años merece un regalo ¿o no? -respondió el hombre, extendiéndole la caja.
Pero ella no lo tomó de inmediato, en cambio, se tomó su tiempo para mirar al hombre de la cabeza a los pies, evaluando cada centímetro del mismo para después alzar una mano y tomar la caja de las manos ajenas.
-La verdad no estoy segura, pocas personas se toman la molestia de... Ya sabes, comprarle regalos a desconocidos. Aunque pueden hacerlo si quieren algo a cambio -dijo la mujer, esbozando una sonrisa ladeada mientras sus ojos brillaban con diversión.
-No lo hago por querer algo a cambio... -comenzó a decir como respuesta.
-Vamos, todos quieren algo a cambio y un chico como tú no podría ser la excepción
-¿Por qué crees...?
-Cada parte de tu cuerpo, desde tu manera de caminar hasta tus ojos dice algo -lo interrumpió-. Tal vez no conscientemente pero lo hace, chico. Mientras me acercaba no podías apartar tus ojos de mi, no porque me buscaras para sonreirme y ser amable dándome tu regalo sino porque realmente lo único que quieres hacer conmigo es... -se encogió de hombros, dejando para que él rellenara la frase que había dejado incompleta.

Corbin se había quedado momentáneamente sin palabras, aquella mujer lo había dejado sorprendido con cada palabra dicha, y aunque no se le ocurría algo inteligente que decir para pasar desapercibido por su manera tan peculiar de mirarla instantes antes optó por decir una tontería.

Extraño AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora