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-Tú de verdad eres muy tonto -comentaba Miles mientras esperaban que les permitieran pasar hasta el avión.

El día anterior le había contado lo poco que había pasado en la fiesta, pero desde aquella conversación Miles no dejaba de recordarle lo tonto que era por haber confundido a las hermanas.

-Dices que no se les puede diferenciar pero eso es realmente imposible -continuó, haciendo que Corbin rodara los ojos-. Algo deben tener que las diferencie... Un lunar, un ojo, la nariz... ¡La boca! Algo...
-¿Podrías al menos bajar el tono de tu voz? -pidió el moreno, lanzándole una mirada de advertencia.
-Vamos, en serio. Seguramente no pudiste notarlo pero ellas deben tener algo diferente -prosiguió Miles, como si su amigo no hubiese dicho nada-. Tal vez si besas a la otra puedas... ¡Hey! -se quejó al ser interrumpido por un golpe en el brazo, de parte de Corbin.
-Ya, deja el tema -refunfuñó.
-Bueno... -dijo y finalmente se calló por un rato.

Pero aquello no duró tanto como a Corbin le hubiese gustado porque mientras Miles se tomaba unos segundos para arreglarse el cabello y colocarse el gorro y miraba alrededor un tanto impaciente y Corbin mantenía la mirada en la puerta con el ceño fruncido, escuchó de nuevo a su amigo hablar.

-¿Corbin? -lo había llamado Miles.
-¿Aja?
-¿Cómo son las hermanas?
-Un tanto altas pero no más que nosotros y... Bueno, son muy hermosas -respondió Corbin encogiéndose de hombros, observando como el personal del aeropuerto se acercaba para abrir las puertas.
-¿Y de qué color tienen el cabello? -continuó preguntando.

Corbin lo miró de reojo antes de soltar un resoplido.

-Deja de molestar, Miles.
-¿Lo tienen oscuro? -preguntó, ladeando la cabeza hacia él, Corbin sólo asintió con la cabeza y observó como Miles le insinuaba que se diera la vuelta.

Y lo hizo.
Más vale que no lo hubiese hecho.

Las hermanas ya llevaban un largo trecho de la entrada, lo que indicaba que tenían cierto tiempo caminando por el lugar y que Miles aparentemente no buscaba molestarlo, del todo, sólo quería saber si eran ellas. Y lo eran.

Iban con el mismo traje blanco con negro de piloto que ellos usaban, sólo que a ellas parecía quedarles mucho mejor al estar ajustado perfectamente a las generosas curvas de sus cuerpos a pesar de que llevaban la chaqueta de botones negros puesta, acompañado de eso, llevaban el gorro con líneas doradas las identificaba como pilotos de la aerolínea y además lucían un pantalón de vestir oscuro con tacones negros, una los llevaba cerrados y la otra lucía unos abiertos.

Corbin maldijo internamente al ver que realmente estaban caminando directo a la misma puerta en la que estaban ellos y acto seguido le lanzó una mirada de advertencia a su amigo de que lo mejor era que no opinara nada mientras ellas estuviesen presentes.
Más valía prevenir que lamentar una conversación extraña de su parte.

Todo parecía ir en cámara lenta, y Corbin no podía evitar estar algo nervioso. Estado bastante absurdo dado la experiencia que él llevaba ya con otras mujeres.

-¿Estás bien? Estás como un papel blanco, cariño -dijo una de las hermanas en cuanto terminaron de acercarse.

¿Con él?

No reaccionó hasta que Miles lo codeó ligeramente.

-Disculpenlo, el pobre se siente mal, le he dicho que no viniera pero ya ven... Es un hombre comprometido con su trabajo -intervino Miles.

<Bendito sea su ingenio>, pensó Corbin mientras se las arreglaba para mostrar una sonrisa de disculpa.

-¿Te ha hecho daño alguna comida? -preguntó la otra, frunciendo ligeramente el ceño con una preocupación genuina.

Extraño AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora