Antonia, la viuda inicua

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Durante el entierro del Señor Felipe Valenzuela, sus hijos Darío Valenzuela, Graciela Valenzuela e Inés Valenzuela deploraban la muerte de su padre. Pero sin contar que no lejos de la familia, en un rincón del cementerio, se encontraba Antonia, llena de dicha regocijándose por la desaparición de su marido.

-Mejor me calmo no hay que levantar sospechas, balbuceaba agarrando el roba sonrisas en la mano.

Se acercó de nuevo ante los suyos y fingió el llanto más triste y desgarrador que pudo. Aquella actitud sorprendió a todos. Antonia exageró demasiado su actuación y nadie le creyó su tristeza, incluso se murmuraba que existía la posibilidad de que Antonia hubiese provocado su muerte. Hasta hoy, absolutamente nadie es capaz de asegurar aquella hipótesis.

Ya han pasado tres años desde que desapareció Felipe Valenzuela.

Sus hijos habían crecido, hasta se habían casado, pero eso Antonia no podía soportarlo y no podía tolerarlo. Sea quien sea, hombre o mujer todos eran muy poca cosa para sus hijos. Ella y sólo ella decidiría con quien, cómo y cuándo, sus hijos se casarían.

Una vez más sacó el roba sonrisas de su bolsillo y deseó con todas sus fuerzas que sus hijos se separaran de sus parejas respectivas. Al cabo de un año Darío, el mayor, empezó a tener problemas con su esposa, Graciela era maltratada por su esposo. En cuanto a Inés Valenzuela de Vera, por el momento, era feliz con su esposo Enrique Vera incluso estaban esperando la llegada de su primer hijo. Sin embargo, Antonia no se quedaría con los brazos cruzados ya que tenía otros planes para arruinar el matrimonio de su hija y de su yerno al que aborrecía con todas sus fuerzas por ser según ella.

- Un negro, pobre y analfabeto, un mono bueno para nada, cuésteme lo que me cueste ese bebé no nacerá, apretó el roba sonrisas muy fuerte, este cambió de color y se volvió gris. Antonia no comprendía el por qué.

En ese instante no le dio mucha importancia, se vistió y salió apurada a ver a su hija Inés que vivía al frente de su casa pero la pobre Inés había tenido una amenaza de aborto espontáneo. Los médicos dijeron que tenía que quedarse en cama durante todo su embarazo o perdería al bebé. Antonia disfrutaba la noticia y le daba de beber à su hija un té de hierbas hechizadas con el roba sonrisas para interrumpir el embarazo.

-Anda hija tómatelo todo, hasta la última gota, le decía sonriendo con malicia. Pero en su cabeza pensaba, el hijo del sinvergüenza de tu marido no nacerá por mi cuenta corre que no nacerá. Jajajajajajajajajajjajajajaja. 

El roba sonrisas (cuento audio completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora