Pasaporte

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Me siento incómoda e intento buscar una postura en la que pueda volver a conciliar el sueño. No lo consigo (y lo único que estoy haciendo es ruido y que los muelles del colchón se revelen contra mis costillas) y me incorporo. En la habitación no hay demasiada luz y la bombilla parece que... ¿qué le pasa a la bombilla?

Me froto los ojos e intento enfocar. Miro el sillón, donde debería de estar Kurt, y termino de comprender lo que sucede. El mutante está colgado del techo, durmiendo como un murciélago, tranquilo y sin percatarse de que yo ya estoy despierta. Me levanto y corro las cortinas intentando que la luz del día despierte al chico. No lo hace.

Cuando ya estoy vestida, me acerco a Kurt.

Duerme con la boca medio abierta y su cuerpo está enrollado alrededor del cable. Su cola está prácticamente quieta (aunque en ocasiones se mueva para permanecer en equilibrio). Me acerco y tapo con el dedo gordo y el índice la nariz de Rondador.

Me fijo en las marcas de su piel, en los relieves de sus mofletes y en su pelo que cae de forma graciosa en las orejas puntiagudas. Cuando voy a prestar atención de sus párpados abre los ojos (me pego un susto de lo más absurdo) y quito la mano.

Sus ojos naranjas no me dejan de mirar y después de que su cuerpo vibre me lo encuentro a mi lado, poniéndose la camiseta.

— ¿Sabes que la gente suele despertar con un "buenos días"?

— Pero no es tan divertido.

Se gira y me mira serio.

— No me gusta que me despiertes así.

— Vale... ¿cómo lo hago la próxima vez?

Él sonríe.

— ¿No te acabo de decir que con un "buenos días"?

Asiento con una sonrisa y me dirijo al salón-comedor, donde Raven nos espera con su apariencia mutante.

— Buenos días.

— ¡¿Ves?! Eso es ser una persona decente.

Río entre dientes y ayudo a la chica a poner en la mesa unos vasos, cereales y leche.

— Hoy nos vamos a ir a por vuestros pasaportes, os daré algo de dinero —se sienta y se sirve la leche en un vaso, se lo pasa a Kurt y le mira serio—. Espero no volver a veros más, porque el dinero no es algo que caiga del cielo (y para qué sirve salvar a la gente si va a volver a ponerse en peligro).

— Necesitarás nuestros nombres.

— Podría falsificarlos también, pero si preferís...

— En el mío pon Kurt Wagner —Rondador me mira y duda—. A ella ponla Yahel O'Gorman.

— Sí... Este apellido no está mal.

Tomamos el desayuno y cuando vamos a salir, Raven cambia su aspecto. Cierra la puerta y nos bajamos para volver a las calles. En esta ocasión Kurt ha decidido que es mejor que se cubra la cabeza (y con el frío que hace no tenemos que repetírselo).

La mujer vuelve a guiarnos y al poco tiempo estamos en uno de los suburbios más alejados. Se detiene en una puerta y llama al timbre.

— Raven, he estado pensando, ¿no podríamos ir contigo?

La puerta se abre y siento como la rubia cambia su actitud.

— No, Kurt: yo trabajo sola.

Memorias de una mutante adolescente #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora