Hostil

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Termino de incorporar el cuerpo de Kurt en el suelo. Consigo limpiar una solitaria lágrima (que ha escapado por el miedo) y me dirijo con seriedad hacia la muchacha. Responde con una sonrisa tímida y espera a que hable.

— Llevamos mucho tiempo en tensión, y sin poder llevarnos algo decente a la boca... Kurt suele gastar más energía y parece que le han abandonado la fuerzas —miro de reojo al mutante—. Bueno... Tenemos que llevar a Rondador Nocturno a algún lugar hasta que despierte (no me importa si hay solo sitio para él, yo puedo dormir sin problema en la calle).

— Aquí tengo un sitio que nos pues venir muy bien. Yo soy más fuerte de lo que aparento: puedo llevarlo... Lo único problemático es su tono de piel.

— Por eso no te preocupes, yo me encargo.

La rubia coge a Kurt como si no pesase nada y me sonríe. Me acerco a Kurt y rozo piel. Del cuerpo de Kurt puedo diferenciar sus órganos, su esqueleto y sus músculos. Me centro en la piel y pienso en el color. Un hormigueo comienza en mi mano y recorre todo el cuerpo de Rondador, haciendo que parezca un humano con un tez pálida. 

Me separo de él y miro con una sonrisa su aspecto más "humano" posible.

Bajamos por las escaleras de incendio del edificio y, mientras la muchacha nos guía, camino ligera y alerta.

— Ahora estamos en Berlín: estás segura.

— Aún no lo siento. Cuando mi compañero despierte y estemos lejos de aquel antro... puede que lo sienta. Pero ahora no.

Parece sonreír. Camina consiguiendo hacer que llevar a un chico desplomado no parezca algo extraño.

Llegamos frente a un edificio con un aspecto bastante descuidado en un suburbio a las afueras de la ciudad. Subimos hasta un pequeño piso en la segunda planta y abre con un empujón con la cadera.

— En realidad este es el sitio más seguro para mutantes... Aunque es pequeña tenemos una habitación, un salón-comedor y un baño —va indicando cada parte de la estrecha casa y abre la habitación para dejar, en una pequeña cama con apenas colchón, a Kurt—. Iré a por algo para comer. Puedes ducharte mientras. Tenemos agua caliente —se dirige a la puerta y coge unas llaves de la mesa del salón—. Quédate tranquila, este es el sitio más —el rostro de la mujer desaparece y ocupa su lugar un hombre con falta de pelo y limpieza—... seguro.

Escucho como cierran la puerta y, aunque noto como se marcha, quedo inmóvil en el piso. Me acerco a la habitación donde descansa Kurt y al escuchar como respira tranquilamente cierro la puerta. Marcho al baño, donde hay un retrete, un plato de ducha y un fregadero.

Entro a la ducha, corro las mohosas cortinas y después de darle al agua me desnudo. Limpio las prendas con un poco de gel y las coloco fuera para que se vayan secando. Me pongo debajo del agua y siento mi cuerpo algo más limpio. Enjuago, aclaro y descanso dentro de la ducha hasta que, por fin, me siento algo más humana. No me sentía tan bien desde hace demasiado tiempo.

Noto un cosquilleo en la palma de las manos. Me olvido de la claustrofobia, de la tensión constante, de aquel insano momento de agonía cada vez que me separan de Kurt. El hormiguero sube hasta el antebrazo. Me siento... Me hace cosquillas... No... Empieza a dolerme el... el...

Pego un pequeño salto hacia fuera del plato de la ducha y me coloco la toalla. El antebrazo se vuelve azul (y no solo eso, también empieza a escocer). Abro la puerta corriendo, en busca de Kurt, y me choco contra el mutante. El chico me busca con los ojos desorbitados por el dolor y cuando me tira sólo es capaz de tenderme la mano.

Al volver a tener el contacto con su cuerpo, el dolor mengua y parece que Kurt se relaja. Me fijo en su cara y vuelve a ser él... Vuelve a ser azul, vuelve a sonreír y parece calmado. Veo que está desorientado y pongo mis manos sobre sus hombros, llamando su atención.

Memorias de una mutante adolescente #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora