Capítulo 6: La noche roja

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Ophelia siguió el río, en dirección a Kebrathurnax que, supuestamente, estaba ahí con un barril consiguiendo agua. Lo cierto es que a Ophelia le preocupó mucho ese olor, y le vino a la cabeza algo que ocurrió hace catorce años, aunque parecía que fuera ayer: "Te arrepentirás... maldita zorra... Volveré cuando menos te lo esperes y me vengaré por lo que acabas de hacer... Dejarme con vida será tu mayor pecado... ¡zeha, zehaha, zehahahaha!". Recordar esas palabras provocó un escalofrío que recorrió toda la espalda de Ophelia, deseando que no le sucediera nada a su marido.

Una vez llegó dónde el olor se detenía, vio un barril medio lleno. Ophelia se puso las manos en la cabeza, mirando alrededor desesperadamente, con la esperanza de poder encontrar alguna pista o algún rastro de esa bruja o de Kebra. Desafortunadamente, no hubo suerte; parecía que hubieran desaparecido ambos.

Una vez se dio por vencida tras la búsqueda de Kebra, volvió saltando de árbol en árbol hacia su casa, acordándose de que incluso sus hijos podrían estar en peligro si esa bruja llegaba antes que ella. Por suerte vio como llegaban Komar y Saar arrastrando un lobo, muerto, entre los dos. Bajó del árbol y se dirigió hacia ellos:

- ¿Estáis bien?- les besó a la frente a los dos, llorosa pero a la vez feliz de que no les hubiera pasado nada en la caza.

- ¡Claro, mamá! ¿Dónde estabas tú? Pensaba que nos estarías vigilando, pero de repente cuando quise buscarte no te encontré.- contestó el pequeño Komar, preocupado por su madre.

- Mira mamá, ¡tenemos a un lobo para cenar! Aunque yo no llegué a hacer nada... fue Komar quien lo mató y me protegió.- agachó la cabeza Seyka, dándose cuenta de que no era mérito suyo una vez le contaba la gran noticia.

- Por suerte no te ha ocurrido nada. Así me gusta, Komar.- les puso la mano en la cabeza, orgullosa de sus hijos.- ¿Habéis visto a papá?

- Debe estar en casa, ¿no?- respondió inocentemente Komar.

- Espero...- dijo Ophelia en voz baja.

Llegaron los tres a casa, y no, Kebrathurnax no había vuelto. Komar y Saar parecían no darle mucha importancia, pues rápidamente empezaron a despellejar al lobo y a cortarlo para poder cocinarlo en el fuego. Por otra parte, era Ophelia la que estaba de los nervios; no podía parar de imaginarse situaciones en las que esa bruja Abdiel conseguía matar a su marido, aunque al mismo tiempo se animaba a sí misma, pensando que Kebrathurnax era muy fuerte y no podría perder contra una bruja esquelética y asquerosamente débil.

. . .

Pasaron unas dos horas. Komar y Seyka ya habían cenado, y estaban hablando de hacer un viaje ellos dos cuando fueran mayores para ir a ver mundo, pues sólo Komar había salido de Longleaf, sin tener en cuenta las misiones que hacía su padre más allá de estos bosques. Saarthurnax estaba ilusionada en ir, deseando volverse más fuerte y autosuficiente para que así, nadie tuviera que protegerla.

Ophelia escuchó unos pasos cerca. Cogió rápidamente el arco y las flechas, apuntando la puerta, esperando a que entrara, sea quien fuera. Seyka y Komar estaban atentos a su madre, con miedo de verla de esa forma, pues no sabían que corrían peligro.

Quien abrió la puerta no fue ni más ni menos que Kebra, que parecía triste y con la mirada en el vacío. Se sentó en la mesa mirándose la carne, ya fría. No parecía tener mucha hambre.

- ¿Estás bien, cariño?- dejó el arco en la mesa Ophelia, abrazando y besando en la frente a su marido.- ¿Ha ocurrido algo?

- No.

Esa respuesta puso incluso más nerviosa a Ophelia, que sacó la cabeza por la ventana vigilando que esa bruja no estuviera por ahí fuera, pero no había nadie.

Tragedia y DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora