Era mi imaginación, los minutos pasaban mientras agudizaba mis oídos haciendo el mínimo ruido posible. Había tocado una segunda vez y me di el suficiente valor para al menos ver por el pequeño cristal de la puerta. Mi imaginación me estaba dando una mala pasada, o quizás era un vendedor molesto, un familiar lejano o algún compañero, cada pensamiento me daba fuerzas para acercarme y ver el otro lado de la puerta.
No había nadie fuera.