— Eres diferente a lo que pensé — le dije. Preciso y claro. De repente mi cuerpo dejó de temblar, no tenía por qué temer. No había nada desde un principio. Él no tenía pruebas y era mi palabra contra la suya, no había evidencia. Si me quería chantajear estaba lejos de poder hacerlo.
Me levanté y le vi fijamente sobre mi cama.
— ¿Ya no te gusto? — él cogió mi mano y lo haló con fuerza. Perdí el equilibrio y puse sin querer mis brazos a ambos lados de su cuerpo, como si estuviera aprisionándolo. Como si no quisiera dejarlo ir fuera de la cama. Pero no solo hizo eso, también acercó su rostro al mío. Era un vil tramposo.
— No es eso, no puedo dejar de... ¿qué? — una persona no puede dejarte de gustar solo porque sí. Requiere de tiempo. Tiempo para decepcionarte de él, para que te guste otra persona. — nunca te había dicho que me gustabas en primer lugar — negué.
— Vamos, tienes cámaras en mi habitación, tienes fotos mías en tus cuadernos ¿no va siendo hora de que lo admitas? — susurró cerca de mi oído y apostaría que se me había enrojecido.
Transmitir mis sentimientos en palabras se me hacía difícil, solo recuerdo haberlo hecho una vez y fue un fracaso con un rotundo "no" como respuesta.
— A mí no me gustas — sentí su mirada en mí expectante mientras una mano sujetaba mi cintura — Bueno, quizás un poquito — confesé. Dubitaba en decirlo y es que en una situación así debería solo dejarme llevar, Jimin no se iba a alejar. No cuando se enteró de todo y aún así se apareció en mi puerta. No cuando me provocaba de esta forma.
— Si yo te gusto... — dije cerrando mis ojos con fuerza — entonces quizás me gustas.
Escuché que se reía.