Capítulo 1

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Mis ojos no daban crédito a lo que veían. Después de 8 agonizantes días la luz llegaba a mis ojos como púas que se incrustaban en mí. Hace un par de años jamás hubiera imaginado que estaría en este lugar, que pasaría ocho agonizantes días encerrado en un vagón de tren con 90 personas. Me habría reído si me dijeran que mis seres queridos iban a morir ahí, que yo iba a tener que verlos dejar este mundo entre excremento y orines.

Un sonido estruendoso se escucho y las puertas del vagón ya se habían abierto. Todos rápidamente caminaron sobre los cuerpos sin vida y buscaron la manera más rápida de salir corriendo de ahí. Sin embargo los alemanes lo impidieron, con esas cínicas pero creíbles sonrisas amables, calmaron a los más desesperados y pronto volvió la ligera paz en el vagón.

-¿Lo ves? Estaremos bien.- me susurro una mujer de mi edad, su ropa sucia y su cabello revuelto. Yo solo le sonreí y vi que la gente estaba saliendo ordenadamente. Camine hasta la salida y aunque lo intenté, no puede evitar mirar hacia atrás y observar los cuerpos en descomposición de mi madre, mi padre y mi hermano que en la libertad habían sido grandes científicos y un gran apoyo para mí. Pero se habían ido, me los habían arrebatado de las manos.

Su estúpida guerra me los había arrebatado.

Tome la mano de una pequeña niña que apenas me llegaba a la cintura. Ella no había hablado en todo el infernal camino ni siquiera llorado a pesar de que toda su familia había muerto en el viaje, así que tuve que tomarla de la mano para que no se sintiera sola en el mundo.

Los alemanes seguían saludando a los centenares de personas que habían salido del tren. A mi comenzaba a parecerme una total estupidez. Los rumores decían que estábamos ahí porque los alemanes tenían campos de trabajo y todos nosotros nos ocuparíamos que fabricar armas para la guerra, pero no me cabía en la cabeza imaginar que era verdad estando en un vagón de tren entre muertos, excremento y dolor.

Me junte con todo el grupo de personas que se había formado en lo que parecía una explanada, con maleta en mano y la niña pequeña, los soldados nos dijeron que debíamos entregar nuestras pertenencias y que al terminar nuestro viaje nos las regresarían, así que camine entre la muchedumbre intentando no soltar a la pequeña y entregue mis maletas.

Pero en realidad les entregue mi vida ó al menos el poder sobre ella.

Después de eso comenzaron a separarnos "derecha o izquierda"; A la derecha fueron los adultos sanos como yo, y a la izquierda los niños, ancianos y enfermos. Desesperado por saber que me separarían de la pequeña, le di un beso en la frente, susurre un tembloroso: "Estarás bien." Y solté su mano para dejarla ir.

Los enfermos fueron llevados en ambulancias de primer nivel, según podía observar desde mi lugar. Y la demás gente anciana y pequeños en grandes camiones. Fue en ese momento en que cometí el error de creer en ellos y en sus palabras, fue ahí cuando dude de todo y me quise engañar diciéndome que iba a ser feliz al lugar donde iba, porque no sería a un campo de concentración como todos lo advertían, no podían existir, no así como lo pintaban los peores chismes.

Después de eso los soldados gritaron la orden de separarnos por sexo, las mujeres fueron llevadas a un lugar distinto y nosotros a una especie de cárcel. Yo me asuste al igual que todos, más cuando veíamos a los prisioneros hechos costales de huesos pedir comida a lo lejos.

Ahí se convirtió en algo oficial, ahí mis esperanzas terminaron. No sería un esclavo de armas. Solo sería su víctima. Nos hicieron desvestirnos frente a ellos y entregar toda cosa que lleváramos encima, después nos bañaron con agua helada y raparon nuestras cabezas. Ese procedimiento duro más de 12 horas Y temí por mi vida, realmente me aterré de ya no respirar al minuto siguiente.

A la sombra del crematorio - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora