Cosas que no duran (Cosas que no duran #1)

Capítulo 17

Era viernes por la noche, 22 de Noviembre. Extrañamente ese día no estaba tan drogada. Tenía dos días sin ver a Héctor y ya casi se me había terminado la mariguana que me había dado.

La mariguana produce efectos placenteros. En algunos lugares es legal, como Holanda, pero aquí no lo es. En México se vivió una etapa terrible, debido al narcotráfico. Los narcotraficantes venden diversos tipos de droga, pero la más conocida y consumida es la mariguana. El presidente Felipe Calderón lanzó su propuesta de "La guerra contra el narcotráfico" hace unos años, y en Monterrey se habían vivido tiempos violentos. Mucha gente dice que lo que el gobierno debió de haber hecho era simplemente hacer legal la mariguana y así todo se arreglaría, pero el gobierno nunca escuchó propuestas y sólo se lanzó al ataque. Esto trajo como consecuencia cosas horribles, como la inseguridad. No había ni un día en el que en las noticias no dieran reporte de balaceras, muertos o colgados. En el 2013 todo eso se había calmado bastante, pero seguía habiendo narcotráfico, secuestros, y drogas. En México no era muy difícil encontrar a alguien que te diera drogas. Mucha gente decía que en mi primaria había un señor que se acercaba a los niños y les ofrecía aquello. Algunos niños lo acusaron con sus mamás y la directora pegó el grito en el cielo. Al otro día ya había muchísimos policías vigilando los alrededores de la escuela, y no se volvió a escuchar nada del supuesto vendedor de drogas. Pero eso había sido hacía mucho tiempo, cuando las cosas no estaban como lo estaban en el 2011, ni en el 2013. Antes todo eso era un tabú, pero ya no lo era más para mí. Héctor se había convertido en un dealer, unos narcotraficantes lo habían convertido en eso y los clientes en su proveedor, excepto que él no iba a las primarias a ofrecerles drogas a los niños, sólo se movía con clientes específicos, y creo que yo me había convertido en uno de ellos. Héctor vendía las drogas, que los narcotraficantes le daban, a sus amigos. Afortunadamente para él, todos sus amigos tenían dinero. Héctor había crecido en un grupo de personas de la elite, con personas que sus papás le daban dinero sin preguntarles para qué lo querían, y eso lo beneficiaba bastante. El trabajo de Héctor era sencillo, se quedaba de ver con las personas que le daban la droga, él veía al cliente, el cliente le daba el dinero, él se quedaba con un porcentaje y les daba el resto del dinero a las personas. Pero Héctor tenía un defecto: regalaba todo. Héctor decía que me dejaba a "precio especial" la droga o de plano me la regalaba, como lo había hecho días antes. Y estoy segura que también se lo había dicho a otros, y hasta él a veces tomaba un poco, sin pensar en que todo eso se tenía que pagar de alguna forma. Yo no desconfiaba de sus razones para hacerlo, a pesar de que yo antes desconfiaba de todos.

Drogas, más depresión, no da un buen resultado. Y yo era la prueba. Mi cara de zombie lo probaba todo.

Bajé a la cocina y mi papá estaba hablando por teléfono. Se veía que era una llamada importante, porque cuando lo era lo único que decía era: aja, aja, aja, aja... o sí, sí, sí, sí... Esa vez en comparación con otros días, no me veía tan demacrada, porque no me había metido mucho. Mi papá me miró de arriba a abajo y negó con la cabeza. Yo seguí con mi respiración lenta y calmada viéndolo desde una esquina de la cocina caminar mientras escuchaba a la persona que le hablaba. Cuando por fin colgó, yo estaba comiéndome un pan lentamente en la barra de la cocina.

Él me miró directo a los ojos e hizo una mueca:

—Citlally, ¿te encuentras bien? —preguntó.

Yo lo miraba con mis ojos vacíos y perdidos:

—Sí —contesté, me bajé del banquito en donde estaba sentada y caminé hacia las escaleras para subir a mi recámara.

—Hablé con tu mamá —dijo. Eso hizo que me parara en el tercer escalón y volteé a verlo.