Capítulo 3

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Estaba recostada en el sillón de la sala mirando al techo.

Esto era una tortura. Ayer había terminado las cosas con Santi... Santiago. Era deprimente no hablar más con él y la música no ayudaba en nada a que las cosas se hicieran más fáciles para mi confundido corazón.

...Me cuesta abrir los ojos

Y lo hago poco a poco

No sea que aún te encuentres cerca...

Me guardo tu recuerdo

Como el mejor secreto

Que dulce fue tenerte dentro.

Hay un trozo de luz

En esta oscuridad

Para prestarme calma...

El tiempo todo calma,

La tempestad y la calma..

Siempre me quedará....

Demonios. Estaba matándome. Me levanté y fui hacia la cocina por un pedazo de pizza. La comida era siempre la mejor compañera en mis penas. Solté un largo suspiro. Estaba siendo mucho más complicado de lo que había pensado. La vida era un asco... Pero... Santiago fue el que hizo que la mierda no fuera tan asfixiante. Éramos amigos desde hace unos pocos años y... hasta hace unos meses, una pareja en potencia. No nos dimos el título de "novios". Era una idea que se nos hacía absurda en ese momento, considerando que sólo nos habíamos visto una vez... Además, necesitábamos esperar. Teníamos que encontrar la manera de hacer funcionar nuestra extraña relación a distancia. O podía estudiar la universidad allá con un intercambio... Quería que las cosas en verdad funcionaran. Pero no podía. Estaba haciéndole daño a una chica que no conocía y no tenía idea de si ella merecía que la engañara Santiago, ni que yo fuera una entrometida en su relación.

Pero fue inevitable. Y todo se hizo más notable cuando, de alguna manera, tuvo que hacer un viaje de trabajo a mi ciudad. Fue de los días más hermosos de mi vida...

-¿Dónde estás?- pregunté mientras esperaba en la sala de espera de la central de autobuses.

-Ya llego, dame diez minutos, Aldana. No comas ansias- respondió de vuelta del otro lado del teléfono.

-Biieeeen. Aquí estaré. No tardes.

- En seguida te veo, preciosa.

Colgué. Era cerca de medio día y estaba nerviosa. Había movido cielo, mar y tierra para hacer una historia creíble para que mis padres no sospecharan nada sobre lo que hoy haría. Mi mejor amiga, Regina, tenía todo preparado para que llegara tarde a su casa y pudiéramos armar mi coartada donde, supuestamente, estábamos haciendo nuestro ensayo como proyecto final de Biología. Y haríamos un cartel... grande. Lo cual llevaría parte de la noche de hoy y la mañana del día siguiente. Yep. El cartel tenía una semana guardado en el closet de Regina y el ensayo estaba hecho. Era el plan perfecto. Las ventajas de ser unas mataditas. Sin mencionar que ella estaba igual o más emocionada que yo por el encuentro de hoy con mi "más que amigo menos que novio", Santiago Condado.

No cabía de la emoción. Estaba a punto de pasar. Todo lo que habíamos planeado se iba a realizar por fin.

-¿Aldana?- escuché mi nombre ser pronunciado por una voz masculina. Joven. Me di la vuelta para encontrarme con un chico alto, de espalda ancha, tez morena clara, cabello rizado y ojos cafés que estaba detrás de unos lentes hípsters y en su mano llevaba una maleta y su mochila tras la espalda.

Canción Número SieteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora