Parte 8. Carta 5.

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Nuestro mórbido encuentro lleno de inocencia.

Siento que soy responsable de muchas de las reacciones fisiológicas que tuvo tu cuerpo el día de nuestro primer encuentro y muchos meses antes. Me declaro culpable, si así lo deseas. Pero sabes muy bien que no me arrepiento, porque cada suspiro, cada sonrisa, cada silencio que acompañó a todos esos momentos fueron provocados por mí, y yo soy fiel partidario de la frase "la piel es de quien la eriza". Tu piel fue mía.
Sólo un par de momentos, pero lo fue. Y eso nadie puede quitármelo.
Cuando estuvimos en mi habitación... estaba fuera de mí mismo. Hiciste que sacara la parte más morbosa y sexual que tengo dentro de mí. No es una parte que evada mucho, pero el hecho de ser tú y que estabas aventurándote a lo que te depararían mis brazos alrededor de ti, me hacía sentir nervioso, como si fuera la primera vez. Porque uno de los momentos más importantes de tu vida sería ese: marca un antes y un después en las personas, no importa cuánto valor le den fuera de su mente, frente a sus amistades. En el fondo, sabemos que es algo que, para bien o para mal, nos deja un recuerdo grabado a base de gemidos y sudor. Sentía como a cada movimiento que hacía, a cada caricia y a cada mordisco, tu cuerpo reaccionaba de la manera en que debía hacerlo. Eres una joya por descubrir en esa área y eso te hace receptiva. Hubiera sido un verdadero placer concluir lo que iniciamos esa noche... Pero los malditos teléfonos sonaron y todo se estropeó. Me podrás tomar como un pervertido, y no te culparía, pero debo decirte esto sea cual sea el resultado: Afortunado quien logre desatar la parte más oscura y carnal de tu alma, porque habrá descubierto a la fiera más sensual que el mundo haya visto.

FireStone –Kygo Conrad Sewell


Canción Número SieteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora