1. Prólogo.

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Kiara no se sentía a gusto con lo que estaba destinada a hacer. Cualquier otro Ingenioso que estuviera en su lugar y que, probablemente, hubiera pasado toda su vida entrenándose y practicando sus habilidades, no le costaría tanto. Todos creían que ella no tenía sentimientos, que estaba destinada a algo y ya está. Pero ella sentía, claro que sentía. Y le dolía que ellos no lo notaran. Le dolía saber que una de las únicas personas que realmente necesitaba, que realmente quería, la traicionaran de esa manera. No era su culpa, pero sentían una gran intensidad de culparla por todo. Se sentía traicionada y rota en su interior. Lo que tenía que hacer era arriesgado para ella misma, pero de lo contrario, todos los integrantes de la Agrupación Mental y los que no hacían parte de ésta, estarían en peligro.

–"Tú puedes. Vamos Kiara, hazlo" –se repetía mentalmente ella-. "No pienses mucho en ello. ¡Solo hazlo!, No pienses solo en ti. No seas egoísta".

–Kiara ¡No! –y disparó.
Su corazón estaba acelerado en ese momento, pero sabía que debía hacerlo, por lo contrario el mundo caería de nuevo en las ruinas.

ANTES

Kiara era una chica con unos hermosos ojos azules y cabello rubio con destellos en él. En ese momento se dirigía a su escuela. Ese día tenía un examen importante y había estudiado toda la noche hasta comprender por completo el tema. Estaba exhausta, cansada y con sueño.

Ella era una chica común y corriente hasta el momento, al igual que su mejor amiga. A Kiara siempre le habían gustado los libros, tenía miles de ellos. Al llegar, Kiara entró a su escuela y al instante vio a su amiga.

–Hola, Kiara –dijo Miranda con una sonrisa.

Miranda había sido su amiga desde que tenía memoria. Siempre han estado juntas en todo. Su madre la considera como una hija, y Rossette, la madre de Miranda, hace lo mismo. Ella es una chica de cabello negro, largo, y con unas ondas algo desordenadas. Tiene los ojos de un color verde oscuro con tonos mieles y es muy inteligente. De las dos, ella es la que siempre está defendiendo la lógica, mientras Kiara a veces se deja llevar mucho por sus instintos. Miranda y Kiara han compartido casi toda su vida juntas. Además de ser vecinas, tener muchas clases juntas, sus padres eran los mejores amigos hasta que un día, Rossette y James, el padre de Miranda, tuvieron una gran pelea. Él se marchó sin dejar rastro alguno. Cinco meses después, el padre de Kiara, Richard, tuvo un accidente automovilístico mientras viajaba a otra ciudad por cuestiones de trabajo. Por suerte, ellas siguieron juntas, compartiendo la misma amistad que compartían sus padres.

–¡Hola! –dijo Kiara, mirando a su amiga.

–¿Estudiaste?

–Sí, y casi no termino. Estoy exhausta.

Había estado toda la noche rodeada de flash-cards de estudio asegurándose de que estaba todo en su memoria y que lo entendía perfectamente. Ni siquiera había bajado a cenar con su familia.

El timbre sonó. Eso significaba que ya era la hora del examen.
–Tenemos que entrar –dijo Miranda.

–Sí. Adiós Miranda. Te quiero –dijo Kiara despidiéndose de la chica. Miranda sacudió su mano en señal de despedida.

Miranda entro a su salón, al igual que ella. Kiara se sentó y sacó un lápiz para poder responder. Mrs. Whitehouse comenzó a hablar.

-Buenos días chicos. Ya es momento de comenzar el examen. Espero les vaya bien, porque con esas caras largas que tienen no creo que signifique nada bueno.

Mrs. Whitehouse empezó a repartir los exámenes y ya casi llegaba donde estaba sentada Kiara. Ella se sentía segura de que iba a tener una buena nota, pero no podía confiarse.

–Señorita Kiara, sé que usted necesita esa nota para obtener esa beca que tanto desea, que le vaya bien –dijo.

–Gracias por sus deseos, Mrs. Whitehouse –le respondió nerviosa y recibió su examen.

Mientras ella terminaba de repartir los exámenes, decidió observar la vista desde la ventanilla de su escuela, hasta el bosque que se extendía hasta llegar a lo alto de la montaña, luego bajó la vista y por lo que vio pegó un saltito en su asiento. Todos giraron a verla.

Al otro lado de la ventana había un grupo de soldados con un uniforme muy peculiar. Se atrevió a pensar que no estaban autorizados de entrar a la escuela. Los hombres del uniforme rojo estaban solo a metros de ella, con la excepción de que los dividía una ventana. Aquellos hombres empezaron a llamar a todos los chicos que veían afuera, incluso los arrastraban con la pistola en la espalda para que caminaran. Les empezaron a poner un aparato nada común en la cabeza y a algunos los mataban. Kiara no entendía qué era lo que estaba pasando, pero lo que sabía era que eso no andaba bien. Se sentía asustada e inconforme. Nunca en su vida había visto a alguien morir. Su corazón se empezó a acelerar, cada vez más y más.

–Todos. Escóndanse. ¡Ya! –gritó.

Y obviamente ellos viendo lo que estaba sucediendo le hicieron caso a la chica del cabello rubio.

Kiara estaba demasiado asustada y temía que la encontrarán y también la mataran al igual que hicieron con los chicos que ella acababa de ver.















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