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El Jam and Roller

  

Entré al establecimiento, e inmediatamente reconocí los adorables rizos castaños de mi amiga, que estaba sentada enfrente de un chico, que parecía estar acosándola.

   Todo pasó en cámara lenta frente a mis ojos: ella se dio la vuelta, abrió sus hermosos ojos y se paró, murmurando un "no lo puedo creer". Exclamó mi nombre con alegría, se acercó casi corriendo a mí y se lanzó a mis brazos de inmediato. Le di un par de vueltas y ella me besó la mejilla.

   —¡Simón, eres tú! —gritó, eufórica.

   —¡Sí que lo soy!

   El haber dicho que estaba muy bonita había salido de mis labios por sí solo, y verla sonrojarse, por alguna razón, hizo que mi corazón palpitara como loco.

   —¿Y, Luna? ¿No piensas darme un recorrido del famoso Jam & Roller? —bromeé. Ella rió y se colgó de mi brazo izquierdo, para después arrastrarme hacia la pista.

   —¡Mira, ella es Ámbar!

   —¿Esa es la chava que te arrojó a la alberca?

   —Sip…

   Me reí, lo admito, y ella me golpeó no tan suavemente por ello. Esta vez me reí más fuerte, por lo que atraje la atención de cierta rubia y cierto fresa. Ambos lucían fastidiados; se acercaron a nosotros patinando

   —¿Podrían reírse un poco más bajo? Acá hay gente que quiere hacer las cosas bien —se quejó Ámbar. Esa niña sí que era presumida…

    —Pues lo siento, súper chulita, ¿ahora ya no se puede ser feliz? —le dije, y su rostro comenzó a tornarse rojo. Luna parecía que iba a explotar de risa, y la verdad es que no la culpaba.

   —¡YA VAN DOS VECES QUE ME LLAMAN ASÍ! —gritó—. Y, encima, ¿quién se supone que sos? ¿Otro mexicano en mi pista?

   El fresa carraspeó.

   —Nuestra pista —corrigió ella con una sonrisa extremadamente falsa. El chico fresa aprovechó y le guiñó un ojo a Luna, que lo miró asqueada. En ese momento no supe por qué, pero una ola de ira me invadió, pero no dije nada.

    Luna simplemente la ignoró y llamó, supuse, a uno de los chicos del staff que merodeaba por la pista de patinaje. Parecía estar tan distraído que recién al décimo grito escuchó a Luna.

   —¡Ah, sí, Luna, perdón! —exclamó el chico de cabellos y ojos claros, y vino patinando hacia nosotros—. Disculpen, es que estaba resolviendo unos problemas con Pedro, porque no encontramos un guitarrista para tocar en el Open Music… Por cierto —se dirigió a mí—, soy Nicolás, pero podés decirme Nico; ¿y vos?

   Decidí ignorar lo del «Open Music» y «Pedro» y pensé en que iban a presentarse en algún lugar. ¡Yo tocaba la guitarra!

   —Yo soy Simón —me presenté—. Perdón por meterme, pero ¿es neta que buscan un guitarrista? Y.. yo sé tocar la guitarra, tal vez podría ayudarlos.

   Nico no dijo nada, solo nos arrastró a mi y a Luna al escenario.

   —¡PEDRO! —gritó Nico—. ¡Dale, vení que conseguí un guitarrista!

   Un chico se acercó corriendo desde la barra y, al llegar, se tropezó, aunque por suerte no se cayó. Era un chico de estilo muy punk-rock, y pude notar que sus ojos eran verdes, pero no eran tan lindos como los de mi amiga.

   —¡Hola, me llamo Pedro! Vos sos el guitarrista que dice Nico, ¿no?

   Pero Nico, que parecía muy entusiasmado, no me dejó hablar.

   —Sí, se llama Simón...

   —… y vino desde México —completó Luna

   —Uh, pero no tenemos canción —mencionó Pedro.

   —¡UH, CHABÓN, MÁS PROBLEMAS TIENEN USTEDES DOS! —gritó un chico desde la mesa más cercana. Creo que Luna me había dicho que su nombre era Rodrigo.

   —¡Ramiro —Ah, eso—, no te nos vengas a hacer el argentino, eh! —dijo Nico.

   —Yo tengo una canción —interrumpí—; se llama Valiente.

   Los tres (sí, Luna también) me incitaron a tocarla, y lo hice. A la mitad de la canción apareció una sonriente mujer de labios fucsia y cabello castaño atado en una coleta.

   —¡Excelente! —dijo—. Hola, soy Tamara, la dueña del Roller. Bienvenido, ¿cómo te llamas?

   —Bueno, pues gracias —dije, abochornado. Algo que sólo Luna sabía sobre mí era que los adultos me causaban terror, y mucho; y por eso ella se acercó y me tomó de la mano—. Soy... Simón, un gusto.

   —¿Vas a tocar con Nico y Pedro, Simón? —me preguntó Tamara. Algo en ella me inspiró confianza, y entonces dejé la timidez atrás.

   —Solo si ellos quieren —le respondí. Ellos comenzaron a gritar y saltar, gritando algo así como «¡TENFMS… GUITRT… ROL, EEEEEH!». Bueno, es que no se les entendía nada.

   —Simón, ¿qué te parece si ensayas un rato y después nos vamos para la pista?

   —No, no —irrumpió Pedro—. Ustedes vayan. Simón, dejanos la grabación así nos aprendemos los ritmos y listo.

   Aquella resultó ser una noche increíble para mí: volví a ver a Luna, conocí un lugar padrísimo y a unos chavos súper buena onda también, canté con mi mejor amiga… Ah, y descubrí qué era el Open.

 

VERANO⇝ Lumón [#WarriorsAwards2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora