IV

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  2014, Base de DBSK, Seúl, Corea


Miro la computadora una vez más. Los números no cambian mágicamente. Casi estamos jodidos. Siento una respiración en mi oído.

—Esos números están jodidos JJ —ese es Yunho.

Si él lo nota al primer vistazo, en realidad estamos mal.

—Deja eso y vamos a desayunar. Preparé huevos y pan francés —me dice Yunho mientras camina de vuelta a la cocina.

Cierro la laptop y me pongo a desocupar la mesa. Unos papeles caen de una carpeta. Los tomo, la foto de un hombre joven en traje gris resalta a la vista. Ese escurridizo, mejor dicho, la última piel de ese espectro. ¿Dónde estará ahora? En la piel de algún chaebol por supuesto. Esa es su táctica. Fingir ser poderoso. Pero la próxima no se nos escapará como la noche pasada. Mientras pienso en la noche anterior el recuerdo de la chica del bar llega a mí, cada uno de mis sentidos recuerda el momento: olor, calor, sabor...

Un plato aparece en mi campo de visión.

—Gracias —digo al tomarlo. Los huevos se ven bien, pero el pan está demasiado tostado para mi gusto.
Yunho se sienta frente a mí con su propio plato.

— ¿Cómo les fue a noche? —pregunta.

Luego, come un bocado.

—Ese maldito dejó su contenedor. Debe haber sospechado que lo seguíamos —murmuro entre dientes. Estuvimos tan cerca.

—Te falta contarle lo de la chica caliente que se te fue encima —aparece Changmin— Estaba tan buena que hasta el cubo de hielo marca JJ se derritió ante ella. ¿Ey, quieres que la investigue para ti?

Levanto una ceja ¿acaba de llamarme cubo de hielo? Ese BB.

—Deja de pensar idioteces —le recrimino— Mejor dime ¿ha habido actividad este día?

—Tú te la pierdes hermano ¿no hay problema que la busque para mí? —su mano se mueve hacia mi plato, lo intercepto con mi tenedor— Casi me das en los dedos.

—Exacto, fallé —le digo.

El alza las manos rindiéndose. Luego, camina hacia la cocina. Regreso a mi plato con huevos. Junsu aparece en la mesa con su propio plato de huevos con pan tostado. Me regala un asentimiento de cabeza como saludo y comienza a comer.

—¡No me dejaron nada! —grita Changmin.

Yunho ríe. Sacudo la cabeza, empezarán tan temprano.

—Hoy te tocaba cocinar —exclama Yunho cuando el BB aparece en la habitación con el ceño fruncido y lo que casi es un puchero en la boca— Como no te quisiste levantar tuve que hacerlo yo. Pero para ti no. Aprende a respetar nuestras normas.

—Eres malo —recrimina el BB— ¿Por qué no pones a cocinar a Junsu?

El mencionado sonríe con la boca llena.

—Porque no quiero morir de envenenamiento —responde Yunho dejando su tenedor en el plato, acaba de terminar; por mi parte me como el último bocado mientras por el rabillo del ojo veo a Junsu enrojecer un poco— Además Junsu lo compensa trabajando más horas en la cafetería. ¿Por cierto no se hace tarde para que abran?

Miro el reloj, son las ocho y diez, si se les está haciendo tarde. Changmin maldice y murmura algo sobre comer panecillos de nuevo. Junsu deja su plato vacío y se pone en pie.

—Vamos cara de BB vamos a ponernos el uniforme—dice empujando a Changmin por la espalda. Éste avanza resignado hacia el área de los dormitorios.
Antes de que desaparezcan por el pasillo el BB se da la vuelta.

—Por cierto, hay actividad en Degu —grita Changmin— Nada interesante, sólo un nivel dos.

Luego ambos se meten a sus cuartos.

—Prepararé las armas —exclama Yunho poniéndose de pie, lo imito.

—Iré a revisar la información —respondo— ¿Crees que sea prudente llevar a Yoochun?
Yunho frunce el ceño.

—No. Su humor no está para una cacería —su voz suena tensa— Ayer fue un día malo y frustrante.

—Tienes que darme todos los detalles —le pido.

El asiente con la cabeza.

—Será un viaje largo a Degu —dice.

Entiendo que él será mi acompañante.

-.-.-.-.-.-.-

2008, provincia de Chungcheong del Sur, Corea

Avanzo en el auto por la carretera de tierra. Las luces de la casa de campo se ven en medio de la oscuridad. ¿Estaré en lo correcto al seguir con esta venganza? Esa pregunta ha sido recurrente estos últimos días. Seguir esta venganza, porque es eso: una venganza. Quiero acabar con ese bastardo que terminó con la vida de mi hermano. Quiero vengar la muerte de mi pobre Jonghyun. Ese es mi motivo para luchar ¿cuál será el del viejo zorro? No tengo una idea y tal vez no lo sepa nunca. Ese hombre no es amigable. Sus palabras vienen a mí: "regresa cuando puedas sorprenderme". Sólo que nunca pregunté qué tipo de sorpresa esperaba. ¿Se referiría a mejorar mi condición física como hice? ¿O se trata de sorprenderlo de manera literal? Tal vez se trate de ambas.

Freno de sopetón. Si quiero sorprenderlo debo ser más cuidadoso.

Apago el motor y bajo del auto. Tengo que ser parte de la noche para poder pasar desapercibido. ¿Podré lograrlo?

Camino por la terracería mirando hacia la vivienda del hombre. La luz del patio está encendida, debe estar en la mesa de afuera. Cualquier ataque frontal será descubierto rápidamente. Debo ser más creativo.
La parte de atrás de la casa resalta a mi vista. Si tan solo pudiera llegar hacia la pila con agua y atacarlo por la espalda.

Avanzo en medio de la oscuridad y mi corazón empieza a latir. ¿Así se siente el ser un cazador? ¿Él avanzar hacia la presa? Es una sensación fascinante. La adrenalina al cien por ciento, tan emocionante como pisar al fondo el acelerador de un deportivo.

En nada rodeo la casa. Desde el lado lateral de ésta miro al hombre. Está sobre la mesa cuadrada, como predije, cortando lo que parecen vegetales. Cuido mis pasos y voy lento. Cuando me acerco demasiado, empiezo a agacharme. Un poco más y me pongo al nivel de la pila. Respiro. Me enderezo y doy un brinco para atrapar a mi presa.

Entonces, termino con la cara contra la mesa de madera y la mano de mi presa-cazador en mi cuello.

—Buen intento, niño bonito —me saluda el hombre, con una mueca semejante a una sonrisa en el rostro— Casi me tenías, pero esos zapatos de niño rico arruinaron tu sigilo, hacen un ruido de mierda sobre el pasto.

Voltea a ver mis mocasines. ¿Por qué los usé está noche? Ah sí, porque tenía una cita con Ra In antes de venir aquí. Debí traer unos deportivos y cambiarme.

—¿Qué te trae de nuevo por aquí, niño bonito? —pregunta al soltarme.

Me enderezo e inmediatamente siento el dolor en mi cara por el golpe con la madera. Evito llevarme la mano a la zona dañada.

—Vine para aprender a matar espectros —declaro, el hombre alza una ceja— Lo sorprenderé con la resistencia que he obtenido.

Medito mis palabras un segundo después de decirlas. De alguna manera me parecen extrañas, tal vez, porque nunca las imaginé salir de mi boca. En el colegio no era bueno en ningún deporte, ni me interesaba. Los deportes eran cosa de Jonghyun.

El hombre asiente con la cabeza.

—Veamos que tanto puedes resistir entonces —decreta el viejo zorro— Hay muchas cajas que mover.

¿Cajas que mover? Eso debe ser una broma.

—Muévete niño bonito —ordena el hombre— No me hago más joven.

Entonces me guía hacia mi próxima tarea.

-.-.-.-.-.-.-.-.

2014, Cafetería Dioses del Este, Seúl, Corea

—Dos moka latte y un panecillo de arándano —murmura Junsu mientras teclea en la caja registradora— 7000 wons.

Luego, les da de regalo, a las dos clientas que lo miran embobadas, una sonrisa. Ellas pagan y él les guiña un ojo.

—Les llevarán su orden cuando esté lista, tomen asiento diosas —la mujeres sueltan unas risitas. Ese Junsu y sus tonterías. Agarró esa costumbre de llamar diosas a las clientas sólo para conseguir propinas, aunque su pretexto fue que ellas eran diosas por estar en el paraíso de los dioses del este. ¿En qué loco momento dejé que le pusieran ese nombre al lugar?
Me acerco a la caja cuando las clientas se encaminan a una mesa, la más cercana a la caja registradora y Junsu, por supuesto.

—Yunho y yo estamos listos —le digo— Te quedas a cargo de todo.

El asiente.

—¿Y Yoochun? —pregunta.

—Está encerrado en su habitación.

—Le pegó duro lo de ayer —dice y sus ojos vagan por el lugar.

Lo imito el café está lleno, casi parece imposible entender porque estamos en números rojos, casi, si desconoces nuestros gastos en armas especiales, largos viajes, alta tecnología, informantes y otras cosas. Ser un cazador es un trabajo sin sueldo y sale muy caro.

—Lo siento por ti y Changmin —digo— Pero tendrán día de descanso mañana.

—Preferiría ir a cazar —dice bajando un poco la voz—Tengo una semana sin acción.

—Puedes cazar mañana —comento— Aunque otro tipo de presas.

—Vaya pareces animado a hablar de mujeres —su voz es burlona— Creo que esa chica del bar te puso de buen humor.

—Cállate —le advierto. ¿O le estoy advirtiendo a mi lívido? pensar en esa chica me pone caliente y a la vez curioso. Hacía tiempo que no nadie me interesaba tanto. Tal vez me falta acción como a Junsu.
Yunho aparece por la puerta de servicio y me hace una seña. Luego camina de vuelta a la cocina.

—Voy a trabajar —le digo a Junsu— Haz lo mismo.

—Lárgate, ni que fueras el jefe —me recuerda.

Me muero por hacerle una seña obscena pero me detengo. Hay muchos clientes. Unas cuantas me miran al pasar. Me siento extrañamente alegre y, en vez de ignorarlas como hago siempre, les guiño un ojo. Junsu es una mala influencia.

Fuera del café Yunho me espera en el auto. Está en el asiento del copiloto ¿quiere que yo conduzca las cuatro horas y media? Eso no pasará.

—Mueve tu trasero de mi lugar y ponte al volante —le ordeno, el alza una ceja— La última vez conduje yo.

—Porque eres genial conduciendo —me alaga, no caeré en su juego— Además hice tu desayuno.

Ya sabía que no haría nada de a gratis. Suelto un suspiro y me monto al auto. Yunho sonríe complacido.

—Borra tu estúpida sonrisa —le digo, él no me hace caso— Tu manejarás de regreso.

El niega con la cabeza.

—Hagamos un trato —propone— Quien mande al infierno a ese espectro está exento de manejar. Quien pierda, además, tomará el turno del domingo en el café.

Toca mi turno de sonreír.

—Me parece bien —acepto— Alístate mentalmente, porque este domingo Junsu ha planeado una noche de chicos flor.

Él tuerce el gesto. Estoy de acuerdo con él, no quiero perder esta apuesta. Piso el acelerador del auto y un solo pensamiento está en mi mente: patearé el trasero de ese espectro y haré a Yunho comportarse como un chico flor.

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2008, provincia de Gunsan, Corea

Levanto la última caja y la bajo del camión. Un tendón en mi espalda reciente el peso. Duele, más que mis primeros días de entrenamiento en el gimnasio. Duele más porque estoy demasiado cansado, agotado. Cargar un camión con treinta cajas de naranjas, manejar toda la noche y descargar el contenido del camión es una mierda desgastante. ¿Qué tiene que ver hacerla de vendedor de naranjas con matar espectros? Todavía el entrenar podría relacionarse con luchar. Pero esta nueva tarea es una idiotez, un abuso por parte de ese viejo...loco. Me enderezo y miro al hombre. Está cerca del camión hablando con una anciana, parece conocerla. Camino hacia ellos.

— ¿Cómo sigue Hyo Ra? —pregunta el viejo zorro.

—Sigue mal —contesta la señora y detengo mis pasos, su voz suena desconsolada— El doctor dice que debemos llevarla a la ciudad, a un hospital mental, pero...

La voz de la anciana se quiebra y siento compasión por ella. Ese sentimiento de desesperación me es conocido. Recuerdo a mi hermano, cuando todo empezó. Cuando cumplió diez y nueve y me confesó que escuchaba una voz llamándolo. Cuando creí que mi hermano estaba perdiendo la cordura. Si tan sólo hubiera sabido que esa voz existía, que esa voz era un espectro acechándolo. Las palabras del viejo zorro vienen a mí "un espectro debe tener algunas consideraciones antes de tomar un cuerpo", me dijo la noche anterior mientras cargábamos su camión, "las mismas que tú tienes que tomar para alejarte. La primera de ellas es que el espectro necesita una conexión con su presa, no puede tomar un cuerpo si éste no lo toca primero. Los espectros intentarán atraerte. No hay nada más atrayente que lo desconocido y por eso necesitas saber. Todos los espectros son iguales, unos putos desgraciados que se aferran a los vivos para no regresar al infierno. Pero la tarea de hombres como yo, y quizá tú, es mandarlos de vuelta allí".

—Niño bonito, muévete —me saca la voz de mi loco mentor de mis pensamientos— Tenemos trabajo que hacer.

Maldigo, ¿otro trabajo manual? No, eso sí que no.
Sigo al hombre que avanza hacia su camión, está por subirse al asiento del copiloto cuando lo detengo tomando su brazo.

—Disculpe, señor —uso el apelativo con algo de desdén— Todo esto de entrenar sacando hierbas o vendiendo naranjas me parece incorrecto ¿cómo demonios se relacionan esas tareas con cazar espectros? ¿Cuándo comenzará mi verdadero entrenamiento?

Sin darme cuenta he alzado un poco la voz. Aunque en vez de enfadarse, el hombre sonríe.

—Niño bonito —me dice— Ven para acá.

Camina hacia la parte trasera del camión, lo sigo resignado ¿ahora que trabajo se le ocurrió? Lo veo meterse en el camión que todavía tiene unas cuantas cajas. Las cajas intocables, las que no dejó que moviera. Entro tras de él. Mueve las cajas y, luego, pulsa la pared del camión, una puerta escondida se acciona y cuando la retira me sorprendo de lo que veo. Un par de armas resaltan en medio del lugar: dos escopetas. Además hay un enorme saco de quien sabe qué, algunos cuchillos y otras cosas que no logró descubrir que son.

—Estos instrumentos niño bonito, son los que necesita un verdadero cazador —me dice.

—¿Todo esto sirve para acabar con espectros? —pregunto estúpidamente.

Él asiente con la cabeza.

—Mira, está es una Artemis clásica —toma un escopeta larga que reconozco porque es la que usó la noche que murió mi hermano— Esta bebé puede expulsar un espectro de un cuerpo con tan sólo un toque. Bueno, casi siempre. Y esta es una browning Phoenix, también es una belleza que patea traseros de espectro más poderosos.

—¿Más poderosos? —pregunto.

El deja las armas en su lugar y me regala una mirada.

— Todos los espectros son unos bastardos pero no todos son iguales. Hay algunos novatos que puedes controlar con facilidad, pero hay otros que son un dolor en el culo. Esos son los más viejos, nunca les pregunto pero sé que algunos han vagado por más tiempo en este mundo y han adquirido trucos —su voz se engruesa al pronunciar la última palabra— En fin, pronto conocerás la diferencia. Ahora te presentaré a tu mejor arma.

Se mueve hacia el costal. Mete la mano en éste y saca una sustancia blanca, ¿parecida a la sal entera?

—La fantástica sal de mar —dice admirando la materia blanca, alzo una ceja, eso debe ser una broma, él deja la sal y voltea a verme—No me mires tan condescendiente muchacho. Sabes, en muchas culturas la sal es purificación y un elemento cercano a lo divino. Y aunque creamos o no en algo divino te puedo asegurar que la sal, sobre todo la de mar, puede contener y dañar un espectro. Todas las balas que usamos para lastimar a esos bastardos están hechas de sal.

Él señala un estuche de madera, indicándome que lo abra. Lo obedezco. Dentro del estuche hay muchas balas blancas de diferentes tamaños y bolsas negras.

—¿La sal casera también funciona? —pregunto delineando una de las balas.

—Sí, pero no igual. Tiene sus restricciones —se acerca a mí y toma otro estuche de madera colocado a un lado del de las municiones— Estos bebés también son de ayuda.

Echo un vistazo al estuche abierto, muchos tipos diferentes de cuchillos, más pequeños que los colocados en la pared del auto, están acomodados en él.

—Son de plata —dice ofreciéndome uno de los cuchillos, es como de unos veinte centímetros con algunas letras grabadas en la hoja metálica— Puedes ahuyentar a un espectro con ellos, pero no lastimarlos. Más bien los aturdes un poco. Aunque de nuevo eso depende de la capacidad del espectro. Dime ¿sabes usar un cuchillo?

Para cortar alimentos, respondo en mi mente.

—Me las arreglaré —digo aceptando el arma.

El hombre cierra el estuche de madera y lo coloca en su lugar.

—Hay porta armas en aquellas bolsas. Toma una tobillera y colócatela debajo del pantalón, ahí pon el cuchillo.

Volteó a ver mis pantalones de mezclilla son demasiado ajustados para colocar la tobillera y esconderla. El viejo zorro mira mi duda.

—Eres un caso perdido niño bonito —dice— Te la colocas cuando lleguemos a nuestro destino. Tenemos un espectro que liquidar.
¿Al fin algo de acción?

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2014, provincia de Degu, Corea

Miro el letrero de entrada a Degu, al fin llegamos a la provincia. Esas cuatro horas manejando fueron insufribles. Sobre todo, porque el egoísta de Yunho se durmió todo el camino. Estuve tentado de picarle las costillas para levantarlo. Pero me pareció desconsiderado después del día anterior. Esa persecución de él y Yoochun de un espectro escurridizo lo dejó agotado. Llegaron a las tres de la mañana de su viaje a la isla Jeju. Para esa hora Changmin, Junsu y yo estábamos dormidos y hoy en la mañana nos enteramos de muy poco de lo que pasó: simplemente estuvieron yendo a todos los rincones de la isla en búsqueda del Catrín, como llamamos a ese desgraciado por su preferencia a usar trajes elegantes pero anticuados. El maldito mal muerto que arruinó la vida de Yoochun, quien le arrebató a su novia. Es extraño pensarlo pero todas las personas que se meten en este negocio tienes historias tristes que incluyen a algún espectro arruina vidas. Todas menos Changmin. Ese niño friki decidió por voluntad propia enredarse en este submundo. Después de descubrir de qué se trataba DBSK, se encapricho en que lo dejáramos formar parte, y, como siempre desde entonces, se salió con la suya. Por lo menos, con su habilidad para las tecnologías de la computación ha ayudado bastante al grupo.

Un ronquido me saca de mis pensamientos. Volteo a mi derecha. Yunho ronca como morsa. Quien lo viera tan tranquilo, admiro su forma de ver el mundo, después que un maldito espectro lo hizo sufrir la peor de las torturas: por un año lo poseyó y se dedicó a acabar con su vida, su familia dejó de hablarle y perdió su carrera profesional como abogado; no se deja llevar por la desesperación. Él también dejó todo por vengarse y lo consiguió, pero en vez de detenerse decidió seguir en este negocio. ¿Eso pasará con todos los cazadores que cumplen sus venganzas? ¿Esta vida es un estancamiento? Recuerdo a mi mentor, el viejo zorro también se estancó en esta vida y se fue de ella sin cumplir su venganza, pero yo me encargaré de eso.

Un bache hace al auto brincar y Yunho se despierta sobresaltado.

—Joder Jaejoong que no traes ganado —me recrimina.

—Ya era hora que te levantaras. Casi llegamos.

Él echa un vistazo por la ventanilla y asiente. Lo imito y algo llama mi atención un restaurante de comida tradicional. Mi estómago ruge.

—Primero vamos a comer —digo.

—Eso me parece perfecto —acepta Yunho.

Entonces nos perfilamos hacia el restaurante. Estaciono y entramos al lugar. Éste está casi vacío. Conseguimos mesa fácilmente. Ordenamos la especialidad de la casa y esperamos.

—¿Cómo estuvo lo de Jeju? —pregunto.

Yunho toma un sorbo de su te de limón antes de responder.

—La pista estaba cerca. Vieron al catrín en un bar, según nuestro informante había estado yendo ahí cada día esa semana. Lo buscamos antenoche y lo vimos pero se largó aparatosamente, casi nos deja expuestos —se detiene, como si algo le molestara— la verdad, Yoochun fue el que casi nos deja expuestos. Estuvo a punto de dispararle en medio del bar.

Respiro, Yoochun está desesperado y la desesperación te lleva a hacer cosas que no debes. Tenemos que cuidar de él.

—Sus órdenes —aparece la mesera. Nos sirve nuestros platillos y nos regala una sonrisa a cada uno.
Cuando se marcha comenzamos a comer.

—Quise charlar con Yoochun y prácticamente me dijo que no me metiera en sus asuntos. Dice que el sólo seguirá a ese bastardo. Me preocupa.

La comida está buena.

—Se calmará mientras investiga donde pudo haber ido ese maldito —comento tratando de convencerme más a mí mismo— Aunque por precaución debemos meternos en sus asuntos aunque no quiera.

El asiente y comemos en silencio. Con Yunho los silencios son recurrentes pero agradables, Changmin y Junsu nunca paran de hablar y pelear entre ellos y los silencios de Yoochun significan que está luchando con sus demonios internos. Esa es nuestra vida, la vida de un cazador de monstruos, o como nos llama poéticamente Junsu: cazadores de la noche.

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2008, provincia de Gunsan, Corea

Miro los retratos en la pared de la habitación: una mujer mayor, un hombre mayor, una adolescente y un niño. Una familia. Los retratos cálidos que adornan un hogar. Ese hogar de campo que irradia calor familiar. Pero a la vez tiene una sombra de pesar encima. Una sombra gris que el viejo zorro prometió desaparecer.

La anciana de las naranjas vuelve de una habitación. Trae consigo un amuleto de papel. Lo extiende al viejo zorro.

—Usamos uno de estos todos los días como nos dijo —le extiende el papel amarillo con letras rojas— Éste es el que cambié ayer. Ella me rogó que lo quitara pero no lo hice.

—Hizo bien. ¿Podemos pasar? —la voz del hombre es suave, casi delicada.

La anciana asiente con la cabeza.

—Antes dígame, señora Gyo, ¿cuándo dice que murieron los padres de Hyo Ra?

—Hace casi ocho años —responde.

El viejo zorro asiente y se encamina hacia la habitación del fondo. Lo sigo en silencio. Entramos al lugar y un olor putrefacto invade mis fosas nasales. Ese sitio huele horrible y se ve igual de mal. Todos los muebles parecen estar movidos de su lugar, hay papeles por el suelo, comida tirada por todos lados y una adolescente echa bolita en un rincón.

—Hyo Ra —dice la mujer suavemente— Estos señores vienen a ayudarte.

La muchacha no se mueve.

—Señora Gyo, ¿podría dejarnos a solas? —pide el viejo zorro.

—No almoni, no me dejes con estos malos hombres —pide la chica enderezándose de su rincón. Su aspecto es lamentable, su cabello está todo revuelto, su rostro se ve demacrado y su cuerpo muy delgado. Tiene sus manos en posición de súplica.

—Hyo Ra —susurra la mujer.

La chica comienza a pegar de gritos, su abuela hace el ademán de acercarse

—No se acerque —ordena el hombre, lo miro aturdido esa niña pide ayuda y él se la niega— Si quiere puede quedarse pero manténgase aquí y no se mueva. No importa que vea no se mueva.

La anciana Gyo asiente.

—JJ —me llama el hombre, me sorprende que use ese apodo, pero entiendo que lo hace para no parecer ridículo al decirme el otro— Saca la sal.

Lo obedezco. Busco entre el saco gris que me hizo cargar y saco una bolsa que contiene sal de mar. Se la entrego. Él tienta su escopeta que trae colocada en su espalda en una especie de porta armas, luego, toma un puño de sal y se acerca a la chiquilla. Ésta empieza a proferir alaridos. Echo un vistazo a mi lado, la almoni soba sus manos una contra la otra. Luego, regreso mi vista al viejo zorro que traza un semicírculo de sal alrededor de la muchacha.

—Aléjate, bastardo —dice la muchacha, su voz ya no suena dulce y desesperada, si no con tono amenazante— No sabes lo que voy a hacerte.

Esa escena me recuerda las películas de demonios y exorcismos. Jamás me hubiera imaginado que terminaría viviendo una.

—JJ saca la cantimplora. Y retira el amuleto pegado en la puerta —me ordena mi mentor. De nuevo lo obedezco sin rechistar.

Él toma la cantimplora y la destapa. Luego, empieza a
hablar en una lengua desconocida parece Chino pero no estoy seguro. El tono de su voz se asemeja a un monje rezando. Es fascinante. Porque nunca te imaginarias a un hombre con apariencia de motero rezando.

—Almoni, no dejes que me lastimen —suplica de nuevo la muchacha con voz suave y comienza a llorar.

El viejo zorro lanza un poco del agua de la cantimplora sobre ella. Se escucha un sonido como cuando tiras agua sobre algo extremadamente caliente, un sonido que proviene de la muchacha. Entonces, ella grita con desesperación.

—¡Ayuda, van a matarme! ¡Abuela! ¡Ayudame!

Todo pasa en un instante. Miro a la anciana correr hacia la muchacha y al viejo zorro tomar su escopeta. La mujer entra en el semicírculo de sal, llevándose ésta en el proceso. La muchacha se levanta del suelo con una velocidad imposible para un humano y se le va encima a mi mentor. La escopeta sale volando y termina al otro lado de la habitación. La anciana empieza a llorar y llamar a su nieta. Dejo que la situación avance unos segundos y entonces reacciono. El espectro está ahorcando al viejo zorro y debo a ayudarlo. Tomo el cuchillo de mi tobillera y me echo sobre el espectro, atino a hacerle una herida en la pierna. El desgraciado suelta un chillido y como aquella noche cuando mi hermano cayó del tercer piso una figura emerge del cuerpo de la chiquilla. Es una figura extraña, parece un ser vivo, tiene figura de mujer pero hay algo frío que la rodea. Como si tuviera un halo azul alrededor. En nada la tengo sobre mi enfurecida. Me toma del cuello y me empuja contra la pared de la habitación.

—Te haré pagar desgraciado —dice y siento sus manos en mi cuello.

Pero la sensación no dura nada cuando algo impacta en ella y la hace gritar de dolor.

—Tu eres quién pagará maldita —ese es el viejo zorro—Chaégua xie dis.

La figura da un grito de dolor y se desvanece en la nada.

Respiro con dificultad. ¿Acabamos de mandar a un espectro al infierno o donde sea que vayan? Fue aterrorizador y al mismo tiempo emocionante.

—Hyo Ra.

Volteo a ver a las mujeres. La chica está sangrando donde la corté. Me muevo hacia ella. Su abuela ya está allí.

—Tenemos que detener la hemorragia —digo, entonces busco por la habitación algo limpio y al no encontrar nada mejor tomo la funda de una almohada— ¿Tiene antiséptico y gasas?

La anciana asiente, pero no se mueve de su lugar. La joven está moviéndose de manera extraña, parece tener convulsiones. Toco su frente, tiene una alta temperatura.

—¿Dónde está el botiquín de primeros auxilios? —pregunto.

—En el baño —responde.

—Voy por él —digo, entonces me pongo en pie— También traeré tollas y agua limpia.

Me dirijo a fuera de la habitación y miro al viejo zorro en el camino. Me regala una sonrisa cansada.

—Traeré las toallas y el agua —dice— Ve por lo demás.

Entonces salimos juntos por la indumentaria. Regreso rápidamente a la habitación, el viejo zorro ya está ahí y la chica tiene una toalla húmeda sobre la frente. Me pongo en cuclillas y comienzo a revisar la herida. Por suerte es superficial. No necesitará puntadas.
Cuando estoy por terminar mi trabajo, la chica comienza a quejarse. Está despertando.

—¿Hyo Ra? Cariño —la llama su abuela.
Hyo Ra abre los ojos y nos mira extrañados me voy cuenta que sus ojos son marrones y no negros como pozos profundos como los tenía antes.

— ¿Qué me pasó, abuela? —pregunta y su voz suena débil.

—Todo está bien cariño, luego hablamos de eso —la consuela la anciana.

—Está todo listo —digo al colocar la última cinta médica sobre la gasa.

Entonces, me pongo en pie. El viejo zorro se acerca a nosotros.

—Es hora de que nos vayamos —exclama el hombre— Todo está bien aquí.

Por primera vez desde que el espectro se fue, la anciana deja a su nieta y se endereza para ver al hombre. Se inclina ante él y luego ante mí.

—Gracias, muchas gracias —dice— ¿Cómo puedo pagarles la ayuda a mi nieta?

—Olvidando todo esto —responde el viejo zorro— Olvide que esto le pasó a su nieta, que vinimos y a esa cosa. Olvide y viva feliz. Pero si un día ve o sufre algo igual, recuerde llamarme.

La anciana sonríe y se inclina de nuevo ante nosotros.

—Vamos JJ —me ordena el hombre lo sigo en silencio.

Salimos de la casa y en la sala todo me parece diferente, como si ese espectro no sólo hubiera dejado a la joven en paz al salir de su cuerpo sino también hubiera dejado a la armonía y felicidad regresar a esa casa.

Fuera de la casa, cuando estamos por subir al camión, el viejo zorro me detiene con un gesto.

—Eso que pasó allá es una cacería y una fácil —me dice— Te comportaste como un chico inteligente, me sorprendiste. Además, confiesa ¿cómo tienes tanta sangre fría para actuar tan bien frente a un herido?

Respiro. La adrenalina de la cacería todavía está recorriendo mi cuerpo y el alago del hombre me sabe a recompensa por todo mi esfuerzo.

—Estudio medicina —respondo.

El alza una ceja, parece verdaderamente sorprendido.

—Esa es una buena noticia —dice— En este trabajo hay muchos incidentes y heridas. Vamos a casa muchacho.

Entonces nos subimos al camión y tomamos camino a su casa. Mientras veo por el espejo del retrovisor la casa de la anciana desaparecer en la lejanía, entiendo una cosa: cazar espectros no es una tarea fácil y tengo mucho que aprender.

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2014, provincia de Degu, Corea

La casa a la que llegamos parece más bien una choza. Es una casa de campo supuestamente abandonada y tiene un aspecto derruido. Estaciono el auto afuera y nos bajamos de él.

—Quién lo atrape gana la apuesta —me recuerda Yunho.

—Me parece perfecto —reafirmo.

Entonces, nos dirigimos a la cajuela de nuestro auto. Abrimos la puerta y accionamos la puerta secreta. El arsenal de armas e instrumentos aparece frente a nosotros. Tomo la escopeta Artemis clásica y la recargo, Yunho elige un máuser pequeño. Coloco un cuchillo de plata en mi tobillera y una bolsa con sal en el colgante de mi cinturón. Estoy listo para patear traseros muertos.

—Te verás tan adorable atendiendo a las chicas este domingo —me amenaza Yunho.

Le hago una seña obscena y nos dirigimos a la casa. El silencio es abrumador. Una casa abandonada es lo más triste para ver. No hay nada vivo ahí, y por eso los espectros las eligen de guaridas.

Echo un vistazo al lugar, la temperatura desciende unos cuantos grados mientras entramos. Ese maldito es un novato, un recién salido del infierno. Eso explica porque sólo se la pasa en la casa asustando a los que llegan, bueno, más bien tratando de seducir a los visitantes. Aunque al parecer no le ha funcionado bien.

Piso algo y un chillido me sobresalta. Una rata. Asqueroso. Yunho suelta una risita a mi lado y estoy por reñirlo por escandaloso cuando lo escuchamos. Una puerta se azota. Echo a correr con todas mis fuerzas y veo a Yunho hacer lo mismo. Llego primero y jalo la puerta, me arrepiento de inmediato eso le da ventaja a mi amigo.

Lo vemos al entrar es un espectro muy joven, o parece muy joven, quizá tenía unos veinte cuando murió. Le apunto con mi arma y estoy a punto de disparar, cuando recuerdo la apuesta y me doy cuenta que si lo inmovilizo de esa forma Yunho tendrá tiempo de atraparlo. Decido lanzarme contra él y derribarlo. Pero calculo mal mi fuerza, o ese desgraciado es más veloz de lo que debería y termino derrapando en el piso. Me detengo antes de tocar la pared.

Se escucha un disparo. Volteo, el bulto cae al suelo y Yunho se lanza sobre él. Maldición perdí la maldita apuesta.

—Maldito desgraciado tienes derecho a callarte la boca —exclama mientras coloca las esposas de sal combinada con diamantes en el espectro— Todo lo que digas te hará merecedor de patadas en el culo. Tienes derecho a sufrir un regreso al infierno lento y doloroso.
Con una rodilla obliga al espectro a permanecer sobre el suelo.

—Ey perdedor, comienza el ritual —me ordena.

—Eso no era parte de la apuesta —le recuerdo.

El chasquea la lengua.

—Entonces, por lo menos, haz el círculo de sal —pide.

Le hago caso y trazo el círculo con rapidez. Luego, guardo mi sal y me dirijo a la puerta. Yunho terminará el trabajo. No hay nada más que hacer ahí. Me siento un poco decepcionado. Ese trabajo no era nivel dos —como dijo Changmin— más bien era un uno.

Después de esperar diez minutos en el auto, Yunho aparece y se monta en éste. La tarde a caído, y el camino a casa será aburrido y molesto. Sobre todo, porque tengo que manejar de nuevo. ¡Y aguantar a Yunho y sus burlas!

—Ey JJ, ¿qué fue esa caída? —comienza— Los chicos no me creerán cuando les cuente que un nivel uno casi te patea el trasero.

—Exageras —le digo mientras comienzo a manejar para llegar a la autopista— Además, deberías dejar esa ridiculez de leerle sus derechos a los espectros. Ni que fueras miembro de la ley.

Me arrepiento de mis palabras cuando las digo. El rostro de Yunho se ensombrece y fija la vista en la ventana. Maldición, yo y mi bocota.

Recorremos la carretera en un silencio incómodo que no me atrevo a romper. No encuentro un tema interesante que nos regrese a la normalidad. Yunho viene pensativo, quizá recordando la vida que tenía antes de que este submundo lo engullera.

Suelto un suspiro cuando llegamos a un semáforo y me reprendo mentalmente de nuevo. Entonces la veo: es ella bajando de un auto de lujo. Aunque esté a más de cinco metros de distancia la reconozco muy bien. Es la chica del bar. La chica atractiva y atrevida que me abordó descaradamente. Está usando un ajustado y corto vestido negro y va a entrar a lo que parece un casino. ¿Un casino? ¿Qué hace ella en uno?

—Yunho, creo que tengo una solución para nuestros problemas financieros —decido romper el silencio— ¿Qué te parece una noche de juegos de cartas?

Lo miro un segundo, todavía parece distraído pero me regala una mueca de aprobación. Así que cuando el semáforo se pone en verde doy un giro a la derecha y entro al estacionamiento del Casino Fortune. Fortuna, eso espero recuperar. Aunque haya perdido ante Yunho no volveré a perder esta noche. Ganaré lo suficiente para levantar la cafetería y mantener los gastos del otro negocio. Sí, siento que la suerte vuelve a mí... ¿eso es el volver a ver a la chica del bar de casualidad? Un verdadero golpe de suerte

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Historia original no copiar de ninguna manera.
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⏰ Última actualización: Feb 19, 2017 ⏰

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