Quiero un Hijo

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—Quiero un hijo.

Simples, concisas y seguras habían sido las palabras de Tsukishima una mañana mientras desayunaban, solo tres palabras que había llevado su mundo a la desgracia.

No era que Kuroo no estuviera listo, ni mucho menos, la sola idea de imaginarse un pequeño niño de cabellos rubios y lentes corriendo por la casa, lo emocionaba, aunque la idea que sacara el humor y la personalidad de Kei no lo alegraba por completo, lidiar con dos personas con ese carácter lo terminarían por frustrar.

Se quedó observándolo un par de minutos, tratando de ver en los ojos del rubio algún indicio de que fuera una broma o que simplemente estaba jugando con algo con lo que después ambos reirían después.

Kuroo miró su tasa de cereal, recordando como él mismo lo había sugerido, como él mismo le había confesado que era capaz de gestar, que podían tener una familia, a lo que Kei simplemente había sonreído como siempre y había guardado silencio, para luego reír suavemente, entregando una pequeña negativa, a un tema que sería tabú entre ellos, por largos años.

No fue hasta que levantó la vista, que notó el triste semblante del rubio, Kuroo no quería negarse a algo que el menor deseara, Kei solía ser bastante frío y distante, pocas veces le pedía algo, el que estuviera mencionando la opción de tener un hijo, era que este realmente lo deseaba, Tetsuro buscó en lo más profundo de su pecho la paz que necesitaba para sonreírle al otro, aun sabiendo que se arrepentiría después.

Kuroo había aceptado, notando como ese brillo especial volvía al rostro del menor, pero miles de miedos empezaron a transitar por la cabeza del antiguo capitán de Nekoma, no era que no se sintiera apto, ni era que no lo deseare, tenía un miedo más grande en medio de su pecho.

La edad.

Si bien aún eran jóvenes, estaban sanos y llevaban una vida sin excesos, eso no quitaba que la fertilidad en los hombres y sus embarazos funcionaban muy distintos a los de las mujeres, fue por eso que Kuroo se sentía cada vez más inestable e inseguro, la idea de que quizás habían esperado demasiado.

Había pasado cerca de un mes desde la petición, cuando los mareos y el cansancio habían llevado a Tetsuro a encerrarse en el baño con una prueba, que para su tristeza había salido negativa, siendo la primera de muchas desilusiones.

Los dos meses siguientes habían sido molestos e incomodos, el sexo era bueno, Kei lo amaba y se lo demostraba cada vez que tocaba su cuerpo, cada vez que encontraban la pasión para estar juntos, para sentirse siempre, pero por ahora no estaban teniendo el resultado esperado, el de lentes no había tocado mucho el tema del bebé, pero el moreno sabía que estaba pendiente de cualquier síntoma, de cualquier malestar e incluso de cualquier dolor que el otro pudiera tener.

Era por eso que había corrido a casa luego de que le entregaran sus análisis, ni siquiera había tenido el valor de mirar los resultados, había escuchado las palabras del médico, de los cuidados, de que nuevamente había bajado de peso, que estaba demasiado estresado, ¿Cómo podía si quiera pensar en estar embarazado?

Se había mordido las uñas con los exámenes sobre la mesa, era un pésimo habito, que sacaba de quicio a Kei, pero que en esos minutos no podía detener, se sentía tremendamente frustrado.

Había optado por esos exámenes, a pesar de la angustia que le provocaban, antes que las pruebas caceras, demasiados falsos positivos lo habían ilusionado y demasiados negativos habían terminado por deprimir a Kei.

Dejó todo como estaba y se fue a la habitación que compartía con el rubio, ya no podía soportar un "negativo" o es solo una falsa alarma, o que finalmente sus miedos fueran ciertos y su cuerpo ya no era capaz de albergar a un pequeño.

Miró todo, sintiendo la opresión en su pecho, sabía los resultados, sabía que no había un bebé creciendo en su vientre y sabía muy bien que está era la última vez, probablemente Tsukishima se aburriría de la situación, probablemente se buscaría una bella chica, como lo era Hitoka.

Kuroo llevó las manos a su vientre, recordando cuando Yachi y Kei habían terminado, ambos habían terminado su relación en buenos términos, incluso se frecuentaban, Kuroo nunca había comprendido bien su actuar, pensó en los hijos que la ahora rubia tenía, en cómo serían si el padre de los niños fuera Kei.

Después de tantos años, de pleitos entre ellos y familiares, de dudas, de miedos, de quiebres y de momentos felices, cómo, después de tanto tiempo, esas simples palabras habían terminado con ellos en esa terrible situación.

Miró su mano, donde llevaba el anillo que con tanto esfuerzo se habían regalado recién saliendo de la Universidad, cuando apenas les alcanzaba con sus trabajos, pero de igual forma le habían dado nombre al compromiso que llevaban.

Se recostó cuando las ganas de llorar se hicieron presente, debía pensar con la cabeza fría, tendrían que separarse, dejar esa casa, pensó en llamar a Bokuto, probablemente él lo recibiría por un tiempo, aunque él y Keiji tenían dos hijos que cuidar.

Cerró los ojos, le dolía tanto la cabeza y el nudo en su garganta se volvía a cada segundo más y más grande, despedirse del amor y de su relación con Tsukishima era lo peor que le podía pasar en la vida.

Sintió las llaves y los pasos en la entrada, estaba asustado, las manos le sudaban, odiaba las despedidas y esa sería la peor que el moreno pudiera soportar.

Kei llegó al cuarto con el sobre abierto entre las manos, Kuroo sabía que era el final, su relación acabaría con esos malditos resultados, quería decir algo, quizá salir con un poco de dignidad, darle un poco de libertar al de lentes, dejarle el camino libre para rehacer su vida, pero le era imposible, no quería, no podría soportar lo que vendría, en como pasarían los años y Kei se buscaría una chica de piernas largas, que le daría todos los hijos que el de lentes quisiera, que se tomarían muchas veces y el sería eternamente el hombre solo que vive a la sombra de la relación que no pudo cuidar.

Kuroo levantó el rostro, quería cuando los brazos, sintió el calor del rubio, su pecho ancho y como esos pequeños centímetros más alto se notaban más en ese minuto, Kuroo no aguantaba más, no quería que ese abrazo se terminase nunca, no quería, sabía bien que luego de eso nunca nadie le haría sentir como Kei.

Sintió como sus labios se encontraban con los del rubio, dejó salir las lágrimas de forma caudalosa por sus mejillas, le dolió hasta el alma saber que esto era un adiós definitivo.

Kuroo se arrepintió de quebrarse frente al rubio, no quería que el otro lo sintiera como un intento de seguir juntos, no fue hasta que escuchó un suave "te amo" que se percató de lo que la hoja en las manos de Kei decía.

—Voy a... nosotros... estamos... voy a tener un bebé.

Essendo coppieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora