— Esperame acá... dios mío.
Emilia se asomó a una de las ventanas y confirmó que la sirena que escuchaban acercarse no era una de sus ambulancias. El hospital estaba rodeado de camionetas de la policía. Obligó al chico a retroceder hasta que se metió en una bajomesada y se dio cuenta de que unas cuantas gotas de sangre lo seguían de cerca, revelando el camino hacia él.
Se llevó el dedo a los labios, él asintió y ella cerró la puerta.
Podía escuchar la voz de uno de los agentes revisando y escaneando los códigos de sus compañeros. Antes de que pudiera ocurrírsele otra cosa, dejó caer un folio lleno sobre la sangre.
El oficial se le acercó a paso firme mientras ella pretendía levantar algunas de las hojas, arrodillada en el suelo. Levantó la vista hacia él y no podía estar segura de si el sujeto le devolvía la mirada detrás de los cristales oscuros. Sabía que sus trajes estaban hechos para ser resistentes, pero no podía pensar en otra utilidad de la máscara oscura que no fuera para cubrir su identidad. No podría reconocer a ninguno por la calle.
— Nombre y código —le dijo, con el escáner en una mano y extendiéndole la otra.
Ella se levantó y le extendió el brazo, mostrando el código de color rosado que resaltaba en su antebrazo.
— Emilia Millán. ¿Cuál es el problema, pasó algo?
Él soltó un resoplido.
— Ahora nadie sabe qué pasa.
— Si me están registrando en el trabajo me parece coherente saber por qué.
— Pasa que en este hospital se hacen los boludos y atienden a todo el mundo sin escanear.
— ¿Sin escanear?
Él esperó a que el escáner pitara y mostrara una luz verde, sumado a una credencial virtual con una foto de Emilia. Le soltó el brazo.
— Los perros a la calle, el hospital es para las personas.
Ella no le respondió mientras esperaba que se marchara de la habitación sin revisarla profundamente. Cuando su figura desapareció a través de la puerta, suspiró y se dirigió al chico.
— ¿Estás bien?
Él asintió con la cabeza mirando hacia la puerta, se tomaba el muslo con las manos tratando de que parara de sangrar. Seguro había sido una bala de algún policía.
— Te voy a poner anestesia ¿sí?
Leo derrapó con la bicicleta cuando encontró a Emilia, que cerró la puerta del auto instintivamente.
— ¿Dónde estabas?? Te llamé...
— Trabajando, ¿dónde más? me dejé el celu en el auto...
— Me dijeron que hay un... —echó un vistazo por la ventanilla y se encontró con un chico lleno de rulos colorados mirándolo como un cachorro asustado.
— ¿Un cardenal? Vení adentro, dale.
Hace tiempo que usaban pájaros como código para hablar de los lobos, ya que los celulares nunca eran un medio seguro; el color de cabello, la estatura, complexión, todo era resumible en un tipo de ave. Un cardenal, pequeño, pelirrojo.
— ¿Está bueno? —él asintió— me debés uno ahora, ¿Dónde lo vamos a llevar?
— Luci está en el centro, poniéndole uno a una pibita. Capaz que podemos ir ahí.
— Dale, igual yo ya me tenía que ir, Adela empieza las clases hoy y la quería llevar yo...
Había tenido que mover una operación para esa mañana y, aunque saliera de inmediato, no llegaría a casa a tiempo. Quería llevar a Adela a clase en el auto y verla antes de su primer día, pero tenía casi dos horas de viaje de Tucumán a Rosario así que a estas alturas era un esfuerzo inútil.
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PERROS
WerewolfDesde La Limpieza han decidido reiniciar el calendario. Los humanos se habían organizado mucho más rápido de lo que esperaban y acabaron con la mayoría de los lobos en todo el mundo. Licántropos latinoamericanos, mezclados, tratando de mantener un p...