El ayudante de Sam

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El viaje había sido bastante agradable. Me dieron una toalla para secarme y me ayudaron a reincorporarme (durante lo cual fingí estar un poco más débil de lo cierto, pero si había fingido un desmayo, era lo mínimo que debía hacer).

El famoso Sam resultó ser el hombre joven que llevaba la lancha y mi salvador, dueño de aquellos increíbles ojos verdes, su ayudante.

Sam no dejó de hablar durante todo el viaje, el problema de ello era que su trabajo en aquel momento como chófer de la lancha le obligaba a mantener la vista al frente, por ello, la mitad de sus palabras se perdían en la otra dirección con la ayuda del estruendoso motor a mis espaldas.


La productividad de mi viaje se basó en observar al misterioso y guapo ayudante de Sam, que de vez en cuando apartaba la mirada del paracaídas, que costosamente plegaba, para añadir algo al monólogo de su jefe.

Lo que pude entender era que vivían en la isla. Sam era el veterinario de las especies de la ínsula, y mi salvador era su ayudante en prácticas, dedicado a hacer alguna especie de estudio para su carrera, en aquel lugar.

Llegó mi momento de presentarme. Los motivos para estar en aquella isla de los dos chicos eran bastante coherentes, en cambio los míos no tenían un porque.

-¿Entonces, si no es por estudios ni vacaciones... qué haces aquí?-preguntó Sam un tanto confundido.

El ayudante me miraba con extraña atención, analizándome, o quizás tratando de averiguar mis motivos por sus propios medios.

-Simplemente... no hay un porque.-afirmé satisfecha.

-Guau... un cambio de aires así no se hace todos los días, has debido de tener mucho valor-Sam sonaba sorprendido e interesado, como si sus palabras fueran también dirigidas a una parte más joven de sí mismo.

-¿Qué te hizo querer venir hasta aquí?-preguntó de repente el otro chico.

Estuve unos segundos en shock, analizando la pregunta.

-Bueno, realmente mi intención principal no fue venir hasta este preciso lugar.

-¿Ya, pero, porque sin embargo lo elegiste como escape?

Se me fue el grito al cielo, ¿Cómo demonios sabía que estaba "escapando" de algo?

Me fijé en sus ojos verdes y atentos, esperando una respuesta.

-No es un escape-mentí-simplemente es... una locura, solo eso.

Acto seguido el muchacho bajó su mirada de vuelta al paracaídas y continuó haciendo pliegues sin sentido, como si mi respuesta no le hubiera sonado del todo convincente, o le hubiera decepcionado.

-Anda Kilian no le amargues el viaje con tus enigmas-se burló Sam dándole un golpecito con el pie.

El chico murmuró algo que no pude entender.


Pasado un buen rato la brisa marina se volvió más violenta, agitando con fuerza mi dorado cabello, haciéndome probar la desagradable combinación de pelo y saliva.

Había dejado de sentir frio en mi cuerpo, mi ropa por fin se encontraba seca gracias a la manta.

En cambio la de "Kilian" seguía empapada tras mi rescate, provocando que este temblara de vez en cuando.

Patosamente, conseguí ponerme en pie y caminar hacia el otro extremo de la barca, donde tanto Kilian como Sam me daban la espalda.

Coloqué la toalla alrededor de los hombros del joven si decir nada, y volví a sentarme en mi lugar de la lancha.

Acto seguido Kilian volteó su cabeza para mirarme con atención. 

Yo le correspondí con mis ojos grises, fue entonces cuando esbozó una pequeña sonrisa de agradecimiento y volvió a su trabajo.






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