де́сять

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Andrew encontró a alguien más conforme el tiempo pasó. Su nombre era Anna y parecía ser una buena chica —ante los ojos de los demás—. Para mí no era más que una zorra a la que odiaba sin conocer, porque era obvio que yo tendría resentimientos hacia ella. Jamás iba a aceptar que otra persona pusiera sus labios sobre Andrew, mucho menos que le abriera el corazón.

Y sí, yo estaba haciendo algo muchísimo peor. Dejaba que jugaran conmigo como quisieran, cuanto quisieran. Ya ni siquiera me sentía como una persona real, sino como un objeto. Me sentía vacía, sola. Dylan no parecía querer nada serio conmigo, y con razón. La diferencia de edad lo dificultaba todo y además él no tenía tiempo para formalizar algo.

Era jueves. Llovía a cántaros y yo no podía salir del apartamento de Dylan. Afortunadamente, le había dicho a papá que saldría con Bonnie y que llegaría tarde.

—¿Quieres cenar? —Me preguntó con un tono dulce, cálido y casi romántico.

—Sí, gracias.

—Pediré algo, lo que sea. Una cosa de cada restaurante más cercano —me guiñó el ojo y sentí algo parecido a las mariposas en el estómago—. Vístete.

—Ya voy.

Terminó de ponerse los pantalones y salió de la habitación. Llevaba el torso descubierto y me dejaba a la vista su perfecta complexión delgada y fornida.
Me cubrí con una camiseta suya y así fui hacia donde estaba él. Llamaba por teléfono y ordenaba con amabilidad, haciéndome sonreír. Dylan era una de las personas más bonitas que había conocido... En todos los aspectos.

Después de unas tres llamadas más, dejó el teléfono encima del sofá y se acercó para abrazarme. Yo era demasiado pequeña ante él, así que mi cabeza terminaba recargada a la mitad de su pecho. Podía escuchar los latidos de su corazón, tranquilos y apacibles.

—Me gusta que te quedes aquí. Siento que esto podría pasar por una relación seria.

—Sólo en tus sueños esto podría ser una relación seria —murmuré.

—¿Por qué te gusta arruinar mi buena vibra? —Me separó de él y se rio para después besar mi frente—. Estás aquí y es lo que importa.

—Quiero contarte algo.

Dylan frunció el ceño y de pronto pareció preocupado. Tomó mi mano y me llevó a la barra de la cocina, en donde me sentó. Sus manos rodeaban mis muslos y sus ojos se mantenían fijos en los míos.

—Dime.

—Cuánta seriedad.

—¿Qué pasa?

Suspiré con fuerza. Dylan y yo éramos amigos y podía decirle cualquier cosa, pero eso...

—Estoy saliendo con alguien —admití—. Es de la escuela. Llevamos algún tiempo viéndonos.

—¿Su nombre?

—Aiden...

—Interesante —profirió, pero no parecía muy contento—. ¿Qué más? ¿Cuánto tiempo? ¿Qué edad tiene?

—No creí que esto se convertiría en un interrogatorio.

—Quiero saber con qué persona estás viéndote, Leighton. Eres importante para mí.

—El tiempo, un mes. Edad, un año más que yo.

—¿Y es bien parecido?

—Dylan...

—Dispara.

—Sí, bueno, es atractivo. Me gustan sus ojos.

Se mantuvo en silencio mirando hacia un punto fijo detrás de mí, hacia la nevera. Dylan no hablaba mucho de sus sentimientos, y esperaba que lo hiciera en ese momento. Así podía saber si yo continuaba viendo a Aiden u optaba por intentar algo con D.

—¿Ya dormiste con él? —Soltó de la nada, impresionándome.

—¿Qué...? No, por supuesto que no.

—¿No te interesa?

—Dylan, ¿qué clase de pregunta es esa?

—¿Tienen planes de formalizar una relación posteriormente? —Fue como si yo no hubiera hablado.

—S-supongo... no lo sé. Sí, creo que sí.

—Es importante el sexo antes de empezar una relación, Leigh.

—Solamente he estado con dos hombres en mi vida, bueno, tres sin contar al idiota anterior. Andrew fue mi pareja durante mucho tiempo y sucedió después de que nos hicimos novios. Luego, fuiste tú.

—Sí, y tuvimos sexo el primer día que nos conocimos. Eso me hizo saber que podría funcionar.

—Dios.

—Imagina que él es muy, muy malo en la cama y eso lo descubres después de que empiezan a salir formalmente. Ya no puedes deshacerte de él al menos que termines la relación, ¿comprendes? —Estaba demasiado interesado en hablar de mi vida íntima junto a otras personas, pero me hizo pensarlo un poco.

—Bueno, tal vez tengas razón. Algo de razón, aunque creo que es estúpido sólo basar tu relación en el sexo.

—Pero estás de acuerdo en que es una parte fundamental. Ya no eres una niña, y no sales con niños que quieren solamente tomarte de la mano.

—Lo sé.

—¿Entonces?

—Estás diciéndome que quieres que me acueste con alguien más, ¿qué debo pensar?

—Yo no estoy diciéndote que lo hagas, Leigh. Sólo preguntaba... Eres mía, como mi bebé. Tengo ganas de protegerte siempre y no quiero que te hieran.

—Dylan, eso fue lo que me dijiste. Que debo acostarme con él para saber si después... —Quería ignorar el hecho de que se refería a mí como suya, pero no pude. Una llamita se encendió en mi corazón y mi pecho se sintió más cálido—. No lo haré. Aiden y yo... no creo que congeniemos en lo sexual. Ni siquiera me atrae en ese sentido.

Pasó mechones de cabello detrás de mis orejas y me observó con admiración. Después de mis palabras, toda su expresión de enojo y molestia desapareció. Me besó mucho, casi durante dos minutos mientras sus dedos recorrían con ansias mis caderas.

—Quiero hacerte tantas cosas, Leigh —el calor llegó a mis mejillas y me sonrojé. Estuve a punto de contestarle pero alguien llamó a la puerta.

—¡Servicio a domicilio! —Gritaron.

—Qué oportunos —bisbiseó. Me ayudó a bajar de la barra y yo regresé a la habitación para no pensar más en lo mucho que Dylan me gustaba y lo poco que yo me quería.

La decisión de Leigh | LIBRO IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora