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"Si me presionas a decirte porque lo amaba, no puedo decirte más que porque él era él, y yo era yo."

- Michel de Montaigne

Fue en el funeral de Fred que la idea se le ocurrió por primera vez. Él había estado parado allí con los Weasleys, mirando al ataúd, Ron a su derecha, Percy en la izquierda. Era extrañamente hermoso, hecho de profunda, brillante caoba. La madera brillaba sencillamente con la luz del atardecer, como si fuera inspirada por la vida que había dejado el cuerpo dentro de la caja. Había flores en todas partes. El aire estaba lleno de su embriagadora fragancia. Harry no podía dejar de pensar que ya estaban muertas, sus tallos cortados arrugándose, sus pétalos marchitándose, incluso si aún no pudieras verlo. Alguien que Harry no conocía estaba hablando de como Fred fue un héroe, como era amado, como sería extrañado.

Repentinamente, Harry ya no podía soportarlo. No podía pensar en Fred, no podía soportar verlos bajar esa imposiblemente melancólica caja al suelo. Pero claramente, no podía irse. Él no lo haría. Él no le haría eso a los Weasleys y se lo debía a Fred, quedarse aquí y presenciar esos últimos momentos. Así que se mantuvo plantado en su lugar. No movió sus ojos del ataúd, mientras lo bajaban al suelo, incluso mientras la Señora Weasley tiraba un puño de tierra a la tumba.

Pero si le permitió a su mente vagar, dándole un respiro del atormentante dolor de su realidad. Fue durante sus deambulaciones que la idea llego a él. ¿Qué se sentía ser un Animago? volar con las alas de un ave, correr con las ligeras patas de un ciervo, nadar con la facilidad de un pez. Se perdió a sí mismo en sus reflexiones, el sentimiento imaginario del aire rozándolo sin la necesidad de una escoba, el olor del bosque mientras los árboles se quedaban atrás, la suavidad del agua contra la piel resbalosa.

La idea se quedó en su cabeza durante el funeral, durante la reunión que le siguió, durante toda la noche. Se acostó en su cama en la habitación de Ron, escuchando los ronquidos de su amigo y el sonido de los ahogados sollozos de la Señora Weasley en la distancia y pensó en ser un Animago. Mientras más lo pensaba, más le gustaba la idea. Si su fama lo había molestado antes de la caída de Voldemort, desde el día que sucedió se había convertido casi insoportable. A cualquier lado que fuera era perseguido. Hasta cuando estaba visitando a sus amigos, las personas se acercaban a él, queriendo hablarle, agradecerle. Incluso cuando estaba caminando fuera del cementerio, la prensa había estado allí, tomando fotos y gritando preguntas. Pensó en tomar una forma que nadie pensaría en buscarlo, una que lo sacara del mundo de las personas y lo llevara a un mundo más simple y natural. Esto lo atrajo enormemente. Esto le daría privacidad. Le daría un escape.

Unos días después, estaba parado al lado de Kingsley Shacklebolt, frente a una gran multitud. Kingsley le había pedido, como un favor personal, el asistir a la ceremonia de medallas, y así había hecho, dejando que Kingsley le diera la mano y le prendiera un brillante pin de la Orden de Merlín, primara clase, en su pecho. Mientras aceptaba la medalla, mirando el mar de caras felices que no habían estado en ningún lugar cerca cuando un grupo de adolescentes arriesgaron sus vidas por defender lo que creían, Harry sintió el calor de la rabia intentar superarlo. Tomando un gran respiro, el dejó que sus ojos perdieran el enfoque, dejo que el sonido de la voz de Kingsley se desapareciera en el fondo, dejó que su mente flotara a la deriva. Pensó una vez más en ser un Animago. Volvió a imaginar el sentimiento de libertad y paz que le traería. Él iba a hacerlo. Necesitaba hacerlo.

No le dijo a nadie de su plan, ni siquiera a Ron o Hermione. Él no podía decir exactamente por qué, pero quería mantener esto para sí mismo, quería tener algo donde nadie más tuviera poder de decisión más que él. Después de ser usado por Voldemort, Dumbledore, el gobierno —demonios, fue usado por todo el mundo mágico— él quería que esto fuera suyo y de nadie más.

En una primera oportunidad, estaba en la calle Diagon. Para ser sinceros, encontrar la información fue más difícil de lo que había anticipado. No tanto porque los libros fuesen difíciles de encontrar si no que era difícil para él encontrarlos sin que nadie se diera cuenta. Las personas simplemente eran demasiado entusiastas ayudándolo a conseguir todo lo que necesitara, sin importar cuan raro o cuestionable fuese. Pero lo último que necesitaba era que la prensa se enterara del hecho de que Harry Potter estaba por ahí buscando información para convertirse en Animago. No, el propósito de todo era que nadie sabría. Por eso, sin importar que fuera más lento, Harry conjuró un pesado Glamour y fue haciendo las cosas de la manera difícil. Le tomó unas pocas semanas pero eventualmente consiguió lo que necesitaba.

De alguna manera, se sintió sorprendido de que la magia involucrada en el asunto no fuera tan difícil como había asumido sería. Bueno, era difícil, no había ninguna duda en ello. Era uno de los hechizos más complejos que había visto alguna vez. Requería un montón de poder, incluso mucha más concentración, y una justa porción de control. Pero Harry tenía mucho más entrenamiento en esas cosas que la mayoría de los magos a su edad. Y no dejaba de pensar que de alguna manera había heredado una tendencia natural hacia ello por su padre. Le tomaría un poco de práctica —mucha, para ser realistas— pero estaba bastante seguro de que él estaba en el nivel para lograrlo. No, la magia no era el problema. Conseguir su forma animal era el problema.

Según los libros, muchos otros magos capaces jamás fueron capaces de completar la transformación exitosamente porque no pudieron determinar su forma animal. Todos los expertos eran muy claros con esto: un mago no podía tomar una forma animal a menos que el o ella supiera de antemano que forma sería. Y no era una forma a su elección, por el contrario era su forma innata, que surgía de su psicología individual, la cual tenían que descubrir de alguna manera. Los libros luego empezaban a describir variadas meditaciones, hechizos y rituales que podían ser usados para asistir el proceso. También agregaban que podía tomar años o décadas incluso determinar la forma animal de alguien.

Pero si Harry Potter era algo, era la excepción a la regla. Él era El niño que Vivió. Dos veces. Él fue el buscador más joven en un siglo. Él podía usar la maldición Imperio desde los catorce. Había montado un dragón, derrotado a un troll y habpia sobrevivido a cinco años de Pociones con Snape. Él estaba seguro de que podría encontrar su forma animal en menos de diez años. Y no era como si tuviera otra cosa que hacer.

   💜💜💜

Estoy publicando esto un poco —muy— tarde. Creo que pedí autorización para hacer esta traducción hace tres años y ni siquiera se si alguien más ya la hizo, pero bueno, aquí estamos.
Espero que tanto como yo disfruten esta historia, actualizare la siguiente parte de este capítulo cuando tenga el segundo traducido.

He Was He And I Was Bunny || Drarry || TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora