En la playa

De repente... algo más

Se quedaron así, dejando que su abrazo hablara por ellos, diciéndose lo mucho que se habían echado de menos.

Fueron solo unos minutos, pero ninguno de los dos quería que terminara. Bellamy hundió su nariz en el cuello de Clarke y el roce involuntario de sus labios hizo que ella temblara.

Fue muy sutil, pero esa respuesta automática del cuerpo de la chica ante su contacto le proporcionó a Bellamy el valor que necesitaba para hacer aquello que deseaba desde hacía tanto tiempo.

Sin romper el contacto entre sus pieles, arrastró su nariz desde su cuello hasta su mejilla y le dió un fugaz beso. Ella le respondió con los ojos cerrados, pegando su mejilla al contacto de sus labios. Él siguió su camino hasta tener la punta de su nariz en la de ella y sus frentes apolladas la una en la otra.

Ella abrió los ojos y le miró directamente a los suyos. Estaba confundida por ese repentino y placentero contacto, y no sabía cómo ni por qué, pero no podía apartarse de él. La tenía atrapada como si él fuera un imán y ella estuviera hecha de metal.

Seguían fuertemente abrazados y con sus caras tan cerca que podían sentir sus respiraciones, súbitamente aceleradas.

Ambos sabían que estaban a punto de cambiar las reglas del juego, que estaban a un paso de mejorarlo o arruinarlo todo. Ninguno de los dos estaba seguro de cuál sería la reacción del otro, pero estaban dispuestos a averiguarlo.

Ya no había marcha atrás, estaban demasiado cerca. Lo deseaban demasiado.

Bellamy se inclinó ligeramente, cerró sus ojos y unió sus labios a los de Clarke. Eran suaves, sabían dulces. Justo como se los había imaginado. La besó despacito, ligeramente, tanteando el terreno. Ella le devolvió el beso.

Entonces, ella entreabrió los labios y Bellamy aprovechó para acariciala con su lengua. Ambos gimieron aun unidos en el beso y se acercaron más aún, apretando su abrazo y profundizando el beso,dejando que sus lenguas juguetearan

Clarke levantó los brazos para enredar sus manos entre sus rizos y le mordió suavecito el labio inferior. Él gimió de placer y la tomó por la cintura, bajo su abrigo entreabierto y acercó sus caderas, haciendo que ella doblara su espalda ligeramente hacia atrás e inclinándose sobre ella.

Se separaron un instante para tomar aire y recuperarse de toda aquella pasión por fin liberada cuando algo llamó la atención de Bellamy. Parados, ante ellos, había un pequeño grupo de hombres vestidos con pesados trajes y escafandras que les apuntaban con ballestas y arpones.

La gente de Luna había llegado. Qué oportunos.