A la luz de la luna

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Solo quería estar solo.
Tras la discusión con O, Bellamy se sentía abatido, culpable y rabioso.

Así que lo mejor que podía hacer era alejarse para calmar los ánimos.
No es como si nadie le fuera a echar de menos de todos modos.

Además, estaba seguro de que habían ido allí para nada. Todo porque Clarke se había empeñado en que tenían que encontrar a Luna.

Él no entendía muy bien sus razones, pero la había seguido hasta allí de todos modos. No podía engañarse, la seguiría hasta el fin del mundo si hiciera falta. Por muy enfadado que estuviera con ella, no podía sacarse a esa rubita de la cabeza, y eso era un hecho.

Después de lo que habían pasado en Arkadia con el loco de Emerson, ella había intentado sacrificarse por los demás y él no la había dejado. En su lugar, la siguió en un plan suicida y casi acaba muerto.

-Esta vez estuvo cerca- pensó. Aunque los recuerdos estaban un poco borrosos a causa de la deprivación de oxígeno que casi los había matado a todos, no podía borrar de su mente la imagen de Clarke, desesperada, mientras el caminaba desarmado en dirección al psicópata de Emerson. Hasta él sabía que Bellamy no la dejaría ir sola a enfrentarse al peligro. Había miedo en sus ojos azules.

Más tarde, cuando todos se estaban asfixiando, la vió gritar, llorar y suplicar por sus vidas, pero recordó su  mirada fija en él... Se estaría imaginando cosas? Estaba viendo solo lo que quería ver? O sería posible que Clarke se preocupara por él más que por los demás?

Estaba claro que tenían una relación especial, una complicidad que no tenía con nadie más y sabía que a ella le pasaba lo mismo. El compartir el liderazgo de los 100 los había unido cuando no se tragaban el uno al otro, y, poco a poco, la chica se había ido metiendo bajo su piel. Aun con lo furioso que había estado con ella por abandonarlo, no podía negarlo.

En realidad, si se paraba a pensarlo y era completamente honesto consigo mismo, desde aquel día que tuvo su vida en sus manos, cuando estuvo a punto de caer en aquella trampa terrestre, supo que jamás podría dejar que le pasara nada.

Llevaba un buen rato mirando al mar, sumido en sus pensamientos, cuando escuchó unos pasos tras de sí. Se giró y la vió. Se estaba acercando a él con expresión cautelosa, casi con miedo.

Pero él solo podía pensar en cómo relucía su pelo rubio bajo la luz de la luna.

Estaba perdido.

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