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Dos años más tarde

—Estoy cansado— reprimió en un puchero Liam, dejó caerse en el piso del salón y limpio el sudor que caía por su frente con la muñeca.

Liam no sabe cuando fue que las clases de baile le comenzaron a molestarle, bueno no precisamente así, si no que tenerlas tres veces al día los siete días de la semana le comenzaban a cansar. Le aturdía ver cómo la mujer ponía nuevos pasos, giros y saltos cada cinco minutos, las veces que no le parecía la coreografía e inventaba una al compás de la música y Liam tenía que seguirla grabándose forzadamente los detalles porque no le gustaba ser regañado. Pero tenía que aceptarlo, la mujer no era tan mala y gracias a ella era todo un profesional, sabía que ser el compañero del príncipe tenía también sus responsabilidades como Zayn las tenía para ser el futuro rey. Aunque tuvieran diferentes actividades eran igual de aburridas, deseaba ser un niño otra vez para poder jugar todo el tiempo con su moreno y dormir después de la media noche por escuchar atentamente todo lo que el mayor había hecho en el día.

Mirna, la mujer hizo una seña con su dedo a la chica de uniforme que se acercara inmediatamente, está dejó la bandeja con una jarra y un par de copas de bronce llenas de agua.

—Tranquilo Lee, se que es agotador pero todo sea por ser digno del rey— bebió el agua sin perder la elegancia. —Aun que tú eres más que digno y los reyes están más que de acuerdo, pero no hay que desobedecer las reglas del linaje— dijo ofreciendo la copa de agua hacia el castaño, sin dudarlo Liam se levanto.

También tenía que darle créditos a las clases, por ello tenía un cuerpo de muerte. Su complexión siempre fue ser delgado pero gracias a los ejercicios podía presumir de sus líneas que moldeaban su cuerpo deliciosamente, sus piernas eran tersas y alzaban su trasero con cortesía.

Si, todo digno para el rey.

—Dios, hace frío— comentó derrepente Liam cuando sintió una brisa helada pasar por su cuerpo, mordió su labio dejando de beber agua.

Tembló un poco y su estómago se revolvió, cubrió su boca cuando sintió las ganas de expulsar el desayuno de esta mañana. Mirna soltó la copa y corrió hasta el chico, se arrodilló haciendo que Lee se recostara en el suelo, llevo su huesuda mano a la frente del castaño para limpiarle el sudor que desprendía.

Hizo una mueca.

—¡Dios mío! Estar ardiendo— acaricio las mejillas, los hombros y pecho, todo ardía en calor. —Ve y avísales a los reyes— le ordenó a la sirvienta.

—Me siento mareado— murmuró Liam, sus ojos vagaban con pesadez su alrededor, todo se movía mientras los colores disminuían, se hacían opacos. Cerró sus ojos al sentir su estómago revolcar una vez más.

—Tranquilo Lee— arrullo al menor entre sus brazos, retiró los cabellos de su frente y agitó su mano dándole aire.

Liam cayó en la oscuridad con la respiración dudosa, las puertas se abrieron con ferocidad y un moreno apareció con la reyna casi cayéndose con su vestido.

          La curandera del pueblo llego tan pronto fue escoltada por los guardias reales, la llevaron hacia la habitación del castaño que aún no despertaba. La anciana pidió privacidad hechando a empujes al príncipe, refunfuñón tuvo que aceptar si todo era para el bienestar de su castañito. Tal vez fueron una hora o dos cuando por fin la curandera salió limpiando sus manos en el mandil que no tuvo tiempo de quitarse, sonrió en su arrugada cara hacia la reyna que suspiro con alivio.

Los Deseos del Rey |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora