Capitulo tres: El comienzo de la búsqueda.

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La noche era pacífica y silenciosa, había incontables estrellas sobre un despejado cielo que luego comenzó a iluminarse por la salida del sol, en un amanecer tan hermoso como nunca. La tierra seca comenzaba a convertirse en césped verde, y la niebla se había disipado por completo. Al ver ese amanecer perfecto, Éden imaginó estar de vuelta en su casa ayudando a Élizeth con su tarea en las noches, o estando tranquilo descansando en su habitación, con sus libros. Sin embargo, comenzó a preguntarse como se sentiría Maedor, quién se encontraba a su espalda, que según el, no era una persona de salir mucho, y que le encantaba desvelarse leyendo libros y leyendas. Así que recordó algo de lo que su hermana le había comentado antes de que todo ocurriera. Y le preguntó -Cuentame Maedor, ¿sabes algo de unos seres de luz inmortales?-
-Claro que si, he oído sobre ellos en libros y cuentos, por supuesto en canciones también.-
-¿Crees que son reales?- preguntó con curiosidad.
-Me gustaría que lo fueran, pero no lo sé, para mi por ahora son sólo mitos y cuentos-
Éden sentía cada vez más curiosidad por tales seres, sentía que no podrían ser sólo un mito o un cuento, sentía que esa leyenda era una realidad.
<<Tal vez no deba dejarme guiar por cuentos>> pensó Éden.
Subiendo por una gran colina, debieron bajarse de los caballos para subir a pie, porque no podrían soportar sus pesos.
Mientras marchaban en subida, Éden prosiguió hablando con Maedor, preguntándole -¿Y tienes familia Maedor?
-En ese momento fue interrumpido por la rasposa y gruesa voz del capitán, que anunciaba en voz alta -Bienvenidos al reino de Angard-.
Éden subió a la cima de la colina y observó el reino que se imponía frente a sus ojos, tan grande y tan poderoso, que hacia que los problemas se sintieran insignificantes.
Guiados por el capitán, fueron colina abajo, rápidamente, cabalgando a toda velocidad, algunos ansiosos por llegar y tomar un descanso y otros ignorando esa opción y no dejando atrás sus hogares, deseando estar ahí en esos instantes.
Algunos, como ejemplo, el joven Maedor, no tenía un buen presentimiento de aquello que les esperaba allí, tratando de ignorar eso bajó junto a Éden y los jinetes por la verde colina, un hermoso paisaje que crecía a sus alrededores.
Cuando estaban por llegar, uno de los soldados que se encontraba de guardia en la muralla, los había captado con su mirada, no estaba seguro de lo que eran, podrian ser enemigos, así que se quedó esperando por su venida. Al estar más cerca, el guardia reconoció los yelmos en sus cabezas el cual llevaban un dragón dorado en sus superficies, al percatarse de ello, dió media vuelta y grito a los guardianes encargados de la puerta, ordenando que abran la entrada.
Al acercarse al gran muro los jinetes notaron que la entrada estaba abriéndose, cuando los cuernos resonaron por el pueblo anunciando la llegada del capitán Alessar. Al estar entrando la puerta se terminó de abrir por completo, los jinetes comenzaron a bajar la velocidad, cabalgando lentamente. Habían arribado junto con Éden, Maedor y los demás. Éden y Maedor observaban a todas las personas dentro, saliendo del camino para abrirles paso, observandolos con curiosidad.
Éden pudo ver preocupación en sus rostros, tal como lo había dicho su padre y a decir verdad, a pesar de todas las personas que se encontraban, las cuales eran cientos y cientos, cubriendo cada vereda, cada casa, cada calle, el silencio abundaba, y la preocupación gobernaba, incluso en su pequeño pueblo había más alboroto que allí.
Continuaron avanzando a la vista de todos deseando poder tomar un descanso, al doblar en una esquina observaron que se hallaban muchas personas, pasando por todos ellos Alessar se detuvo y se bajó de su caballo. Les comunicó a todos en voz alta diciendo -Aqui es donde dormirán está noche- mirando hacia la puerta de esa gran casa que lucía tan acogedora, la cual era mas que suficiente para los 4 huéspedes -Aqui podrán descansar, tienen comida y cama. Pueden dormir hasta antes de las cinco de la tarde, en ese momento volveré y los llevaré con el rey. Él les explicará que hacen aquí. Ahora debo irme, los veo luego-.
Alessar se alejó, en camino a hacer presencia y hablar con el rey. En una esquina, a su derecha, logró ver a una mujer de cabello rubio y rizado, quién lucía tan hermosa como en cada mañana. Alessar se acercó a ella, quien estaba en una tienda en la vereda. Por detrás, tocó su hombro y ella dió media vuelta. Para su sorpresa vió que se trataba nada más y nada menos que de Alessar, a quien no había visto en varios días. Se dieron un abrazo, y Alessar le preguntó -¿Como has estado, como está el bebé?-
-Estamos bien Alessar, el ha estado bastante tranquilo últimamente-
Alessar sonrió de felicidad por volver a verla, después de esos pocos días que estuvo fuera, que parecieron una eternidad. Acompañandola a casa, Alessar tomó las bolsas de comprás y volvió junto a ella a su hogar.
Ella era la esposa de Alessar, Arenthel a quien él amó desde su juventud. Vivían juntos en una acogedora casa cerca del centro. Ella estaba embarazada de 4 meses, y se encontraba felizmente enamorada de Alessar, quien aveces no veía por varios días por viajes de trabajo.
Éden, se encontraba en el refugio, se recostó sobre una de las camas y pensaba en lo que lo les diría el rey ese día, creía que se trataba de un reclutamiento, aunque no estaba seguro.
Éden no lograba tomar una siesta, no tenía el suficiente sueño para hacerlo, así que se levantó de la cama y tomó un poco del pan que había en la mesa, porque se sentía muy hambriento.
Maedor, quien se había ido directamente a acostar cuando entró hace una hora, se despertó con el ruido de su estómago que pedía comida. Maedor miro a Éden y le preguntó -¿de donde sacaste ese pan? Tengo mucha hambre- tocándose el abdomen.
-Riendose, Éden le contestó -Estan sobre la mesa-
Maedor fue rápido a tomar uno, comiéndose hasta el último bocado. Mientras lo hacían, Maedor le preguntó a Éden -¿Oye, que crees que quiera el rey? Me refiero, ¿por qué nos trajo aquí?-
-No lo sé con seguridad, pero lo más probable es que quiere usarnos como parte de su ejército-.
-¿Y crees que estaremos a salvo?-
-No lo sé Maedor, pero vamos a tener que estarlo, de alguna manera, no pienso morir-.
Maedor cuando terminó de comer, volvió a acostarse para continuar su siesta, mientras que Éden, se quedó despierto, pensando en muchas cosas, cosas que sabía que eran innecesarias de pensar pero que no podía evitar.
Se mantuvo despierto, mirando un reloj antigüo apoyado en una pared frente a él, observando pasar los minutos y horas, con el típico sonido de "toc" sonando cada segundo, impacientando más y mas a Éden, quien esperaba curioso por el encuentro con el rey.
De pronto Éden cerrando sus ojos, cayó al fín dormido en su cama. Al abrirlos nuevamente, notó que sus compañeros no estaban en la habitación, estaba completamente solo, al parecer todos se habían ido. Éden se puso de pie y observó que todo a su alrededor estaba desordenado y muchas cosas lucían destruidas, había restos de vasos y copas en el suelo y restos de comida en la mesa que yacían ranceas, con moscas volando sobre ellas.
Éden no lograba entender nada, miró el reloj sobre la pared y notó que las agujas no se movían, apuntando las tres de la tarde, y pensó que se había averiado. Éden, pasando sobre vidrios y objetos en el suelo abrió la puerta para salir de la casa. En ese momento vió con inesperada sorpresa que también afuera no se hallaba ninguna persona, peor aún, los edificios y casas se encontraban destruidas, algunas tenían las puertas y ventanas cerradas con tablas de madera, como si se escondieran de algo o alguien. Los puestos de venta estaban sobre el suelo, completamente destruidos. Éden comenzó a preocuparse seriamente, caminando con miedo y desconcierto, preguntándose cómo es que había ocurrido eso y qué estaba pasando. El día lucía muy oscuro, volviendo todo mucho más tenebroso aún, el cielo estaba cubierto de oscuras nubes que lucían como si fuesen a diluviar, nubes que hacían que el día comience a verse como noche, en las que luminosos relámpagos brillaban incesantes, y poderosos truenos salían tocando tierra más allá del reino, a veces dentro de Angard, retumbando en los oídos de Éden.
Al doblar en una esquina, cayó al suelo del susto y sorpresa porque lo que vió allí lo dejo atónito. observó con terror que en las calles se hallaban cadáveres, que a simple vista, notó que eran de soldados de Angard, quienes se encontraban con espadas en mano, algunos sobre grandes charcos de sangre y otros apoyados en las paredes y muros. Éden comenzó a correr con desespero, pasando sobre cuerpos y algunos escombros. El camino se hacía infinito y las paredes de los edificios parecían juntarse más y más tornando el camino mas estrecho y a medida que avanzaba se multiplican los cadáveres.
Cuando de repente se detuvo, observando a su derecha a su padre, quien se encontraba en el suelo boca arriba, con una flecha en su pecho. Éden se acercó a él con tristeza y dolor en su corazón, soltando una lágrima que venía de lo más profundo de su alma. Lo tomó de la espalda, le saco su casco y desconsolado, no podía creer lo que estaba pasando.
De pronto escuchó el llanto de una niña, que transmitía pena y dolor. Éden se levantó rápidamente y corrió gritando -¡¿Hay alguien ahí?!- pero nadie respondía y simplemente seguía oyendo el llanto de la niña.
Dobló a su derecha en la esquina, y vió a la niña en llanto de espaldas, a unos setenta metros de distancia, atemorizado, Éden la observó y notó que estaba descalza, su cabello estaba muy descuidado y el vestido el cual vestía estaba todo rasgado sucio, además llevaba un sombrero de sol en su mano derecha. Lo terrible y que más impactó a Éden era que tenía heridas en sus brazos y piernas. Así que comenzó a a preguntarle -¿niña, estas bien? ¿Necesitas ayuda?- la niña no paraba de llorar, y cuando Éden comenzó a caminar hacia ella, empezó a correr sin pausa.
Éden intentó alcanzarla, pero tal era la velocidad de la niña, que no pudo seguir sus pasos, mirándola alejarse en las sombras, mientras el caía, al haber tropezado con un cadaver, dandose así, un golpe en su cabeza, el cual causaría su desmayo.
Éden, abrió los ojos al fín, de un susto se exaltó, recostado en su cama otra vez, respirando con fuerza sin ceso, comenzó a mirar a su alrededor, estando en la casa, notó que sus compañeros se hallaban durmiendo, y todas las cosas se encontraban en su lugar, miro el reloj y marcaba las cinco menos veinte de la tarde.
Al darse cuenta que todo fue un simple sueño, se relajó, volviéndose a recostar, sin embargo nunca había soñado algo tan vívido, todo parecía muy real, lo sintió muy verdadero y el temor que sintió en ese momento lo seguía sintiendo, un temor que al pasar la pesadilla continuó permaneciendo dentro de el.
Éden se levantó de la cama al fín, mientras todos se despertaban, al oír al capitán Alessar quién abrió la puerta con fuerza y despertó a todos en un abrir y cerrar de ojos, diciéndoles -Ya es hora, despierten, deben ir al palacio del rey Beraleg-
-¿Amm disculpe, que tiene el rey para decirnos?- preguntó el granjero Bill.
-Eso lo escucharan de su boca, prepárense, los llevaré al palacio- saliendo de la habitación, esperando afuera por ellos.
Cuando estuvieron listos, salieron uno por uno, formándose detrás de Alessar, caminando en un día frío y ventoso, que hacia temblar a los pueblerinos quienes no llevaban mucho abrigo.
Mientras caminaba, Éden comenzó a pensar en la niña de su sueño, quien se encontraba llorando en medio de la calle, con heridas y sangre en todo su cuerpo, que luego se alejó corriendo escondiéndose en la oscuridad.
Pensaba en el significado del sueño, ¿acaso era una premonición? ¿O sólo era una horrible pesadilla, la cual fue tan vívida como nunca?. Éden sumergido en sus pensamientos, apenas se dió cuenta que se encontraba frente a un gran palacio que se hallaba alto, el cual había que subir por unos escalones para llegar a una alta puerta de madera, la cual en sus lados se imponían mástiles con banderas rojas que tenían un dragón blanco en el centro.
La puerta estaba custodiada por guardias que no dejaban pasar a nadie que no tuviera una invitación previa. Cuando la hora se acercaba, y la luz del sol menguaba, los pueblerinos comenzaron a subir los escalones para entrar al palacio del rey, cuando llegaron a la puerta, los guardias con una reverencia dejaron pasar al capitán Alessar. Al abrirse la puerta, observaron con magnificencia el gran salón que se hallaba dentro, con grandes ventanales donde los rayos del sol reflejaban y una alfombra roja que se extendía hasta los pies del rey Beraleg, que se hallaba sentado en su trono con una copa de vino en su mano derecha.
El rey tenía cincuenta años de edad, tenía una larga barba y el cabello canoso. Al verlos, comenzó a hablar diciendo -Amigos míos, bienvenidos, espero que mis soldados hayan sido amables con ustedes- levantandose de su trono.
Alessar y los demás hicieron una reverencia en silencio por varios segundos. Éden miraba a su alrededor y luego miraba al rey, porque notaba como su apariencia lo hacía ver una persona fuerte y valiente, pero además notaba su vejez, años que no le habían llegado bien.
-Como saben, nuestro reino no se encuentra del todo bien, el norte está siendo invadido por oroduins, desagradables criaturas de piel morena, que visten armaduras negras, tales criaturas fueron creadas nada más y nada menos que para la guerra, por el señor de las sombras Alkalor, quien habita en las montañas Edomar, donde se han oido rumores de que está formando ejércitos de oroduins, conquistando pueblos del norte como Litelion y Celagund, expandiendo la oscuridad por donde la luz brillaba-.
Beraleg, comenzó a caminar frente a Éden y los demás con un gesto de preocupación y levantando su voz dijo -Eso no es todo amigos míos, se ha escuchado sobre una bestia viviendo en las profundidades de Edomar, una bestia con alas y fuego en su interior. Estoy hablando de un dragón, un dragón que según dicen, ha estado creciendo y alimentándose como arma, para usarse en esta guerra contra nosotros, devastando todo a su camino, incluyendo a su pueblo- volteando su mirada hacia ellos. En ese momento, Éden, yendo directo al grano dijo -¿Acaso quiere que nosotros nos encarguemos del dragón?-
-Beraleg, mirándolo con una sonrisa en su rostro, le preguntó -¿Cual es tu nombre?-
-Eden- contestó con preocupación pero seriamente.
-Eres muy listo Éden, serías un buen guerrero-
-¿Por qué nosotros?- replicó Éden -¿Como podríamos hacer tal tarea?-
-¿Por qué ustedes? Porque son lo único que me queda, como se darán cuenta, no tenemos muchos aliados- dijo el rey volviéndose a sentar en su trono -Este pueblo está sólo, aguardando temeroso por la llegada de la oscuridad, y cuando ese momento llegue necesito a todos mis hombres en el frente para defender el pueblo, incluso los niños. Por eso acudí a ustedes, personas comunes que han vivido en uno de mis pueblos por tanto tiempo, así que creo sería un buen pago, ¿no?. Pero veo en sus miradas valentía, y se que serán dignos guerreros. Descuiden- dijo con una leve sonrisa- El capitán Alessar irá con ustedes, el los guiará y ayudará en su misión- Alessar hizo un pequeña reverencia con su cabeza.
-¿Y que pasa si nos negamos?- dijo el jóven granjero con seriedad en su mirada.
-Entonces todo arderá en llamas y restará en cenizas, los bosques, vegetaciones, nuestro reino, incluso tu pueblo, junto con toda la población. Por eso quiero pedirles que lo hagan, por todos-.
Todos se quedaron callados con amargura y pesadumbre, pensando en su pueblo, en sus seres queridos, quienes los estaban esperando allí, en especial Éden, que había prometido a su hermana volver, pero ahora le preocupaba que pudieran estar en peligro, en cualquier momento podrían dirigirse grupos de oroduins al pueblo, destruyendo todo a su paso, incluso a los niños. Éden se sintió preocupado y con temor a que eso ocurra.
Mirando a sus compañeros, le dijo al rey -Señor, en caso de que aceptemos, ¿podría asegurarnos la seguridad de nuestro pueblo?-.
-Mandaré un grupo de mis hombres a custodiar el lugar mientras estén ausentes, si así lo desean- dijo el rey poniéndose de pie nuevamente
-Y entonces, ¿qué elijen, harán lo que les pido, o se enfrentarán a las consecuencias junto con todos nosotros?- preguntó mirando de reojo a todos.
Se miraron el uno al otro, esperando por una respuesta, todos se sentían preocupados y con miedo a perder a sus familiares, como también sus vidas en esa arriesgada misión.
Pero se daban cuenta de que si no lo hacían, el mundo se volvería un infierno, la oscuridad cubriría las tierras, y el mundo ardería en llamas, incluyendo su pueblo.
Un minuto después, Éden miró al rey y dijo en voz alta con inseguridad -Yo acepto ir- dando un paso hacia adelante -Lo haré si protegen a mi pueblo-
-Así será, les doy mi palabra- dijo el rey haciendo una reverencia ante ellos.
Luego de eso, Maedor se unió acercándose a su lado apoyándo su mano en el hombro de Éden -Yo también iré- dijo con los nervios de punta. Luego el joven granjero Bill y el camarero Denabel, se les unieron diciendo -Que más da, ¡hagámoslo!-
Éden, sintiendo algo de alegría al tener a sus compañeros a su lado, mostraba una pequeña sonrisa y de pronto, Alessar se paró frente a ellos diciéndoles -Por mi parte, prometo cuidarlos y estar con ustedes hasta el final del camino- con tanta seguridad y determinación que sentían que podían confiar en sus palabras.
El día terminó con un fin que ninguno esperaba ni en pesadillas. Todos intentaron dormir, pensando en lo que les esperaba afuera, pensando en el dragón que tenían que matar, y en las consecuencias de no lograrlo.
Cada uno intentó dormir a su manera, incluso Éden quien casi no pudo pegar sus ojos en toda una noche, sin embargo, al pasar horas de insomnio, Éden al fín descansó sus ojos en una noche pacífica vital para su mente y cuerpo, los cuales necesitaba con energía para la tarea que le había sido encomendada.

Las crónicas de ÉdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora