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Frustrado por tal rechazo me dirigí solo en dirección al café, ordené un pastel de trufas y tomé asiento en una de las pequeñas mesas a las afueras del lugar. Por el momento los dulces parecían un buen consuelo.

La jovial imagen de Marinette era latente tanto en mi cabeza como en mi corazón, así como el insistente remordimiento de mi pasado que caía como una sombra sobre mis hombros.

¿Como me acercaría a ella de manera prudente sin parecer un maldito acosador de quinta?

La duda se implantó en mi mente durante un buen rato, concretamente hasta que oí un sollozo a mi derecha y cuando miré alarmado por la angustia que el sonido evocó en mi, encontré a un pequeño arrodillado junto a uno de los basureros, sus mejillas yacían rojas y lágrimas caían ferozmente por estas. De inmediato me levanté para asistirlo y saber la razón de su llanto. —. ¿Hola? ¿Estás bien chico?

Levantó su vista hacia mí y sus ojos se volvieron aún más pequeños —. Ma- mamá — susurró, temeroso del mundo que lo rodeaba. —... ¡Qui-quiero a mi mama! — Esta vez gritó para comenzar a sollozar de forma audible, logrando que la mirada de toda las personas e incluso las meseras del café se adhirieran a nosotros.

— Ya, ya tranquilo, escucha... no llores por favor. — Intenté calmarlo con intensiones de que la situación no se prestara para malentendidos, lo último que quería era que Marinette se enterara por el noticiero que era un maltratado de niños. — Tu mamá debe estar buscándote también... — En mi cabeza las posibles soluciones para su pesar chocaban. — Te ayudaré a buscar a tu madre. — Intenté negociar, pero aun así no dejaba su llanto. — Si dejas de llorar te compraré algo de comer ¿está bien? — y fue a partir de mí proposición sorprendentemente toda lágrima de detuvo, llegando a alarmarme cuando el chico movió su cabeza frenéticamente para asentir.

Suspiré aliviado y lo guíe hasta la mesa donde antes me encontraba dándole un pequeño menú —. Este. — dijo, apuntando al croissant.

— Está bien. — la mesera acudió a nuestro lado en cuanto oyó mi llamado. — ¿Cuántos quieres pequeño? — Estiró su diminuta mano y mostró cinco dedos. — ¡¿Cinco?! — Sonreí comprensivo, buscando una alternativa para su exagerada petición. —. ¿N-no crees que son muchos croissant para un niño tan pequeño? — Mi voz fue perdiendo intensidad cuando vi que él mostró señales de querer volver a derramar cuánta lágrima pudiera. —. ¡Que sean 6! — Dije y una amplia sonrisa adornó su rostro con ternura. —. Supongo que al menos compartimos el amor por los dulces.

— Es tan tierno — comentó la mesera terminado de escribir en la pequeña libreta nuestro pedido. —. ¿algo más para su hijo?

Moví las manos con un nerviosismo injustificado. —. No, no, no, él no es mi hijo.

— Oh, lo lamento... es solo que se parecen bastante. — Tras decir esto, se retiró y de inmediato me encargué de analizar sus palabras, llegando a la conclusión de que tenía razón, aquel pequeño y yo éramos muy parecidos, incluso podría decir que tenía los ojos de mi madre.

Mi atención fue a dar a su cabello, cayendo en cuenta de que era idéntico al que Chat Noir usaba en su juventud.

—  Dime, ¿cuál es tu nombre? — pregunte mientras me llevaba casi un cuarto de pastel a mi boca. Cuando de dulces se trataba, ni siquiera en público podía contenerme.

— Hugo. — susurró como pudo, mire su plato y ya había devorado el primero.

— Bien, Hugo. Prometo que cuando termine, buscaremos a tu mamá. — Le guiñé

Él asintió feliz — ¡Gracias señor!

Oh, por favor, el señor es mi padre, puedes decirme Adrien — estrechamos nuestras manos y sonreí al percatarme de que en realidad era un niño adorable. —. Y dime, conoces a Chat Noir ¿No?.

De inmediato sus ojos se iluminaron — ¡Si! — dijo en una especie de grito. —. ¡Es genial!

Me maravillé con su respuesta, no esperaba que alguien tan pequeño, adorara a un héroe que a estas alturas era casi una leyenda — ¡Lo mismo digo! — chocamos nuestros puños —. Quizás algún día te lo pueda presentar, somos muy amigos, ¿sabes? — Alardeé como hacía tiempo no lo hacía.

¡¿De verdad?! — Asentí con mis ojos cerrados, degustando el dulce sabor que llevaba a mis labio. — ¡Muchas gracias Adrien! — Vociferó efusivo y me alegro saber que por lo menos ese día había puesto una sonrisa en el rostro de alguien.

— Bueno — mire mi reloj de muñeca —. Será mejor que comencemos nuestra búsqueda — Más al levantarme, de la mesa un poco de pastel cayó en mi americana. — Mierda... Lila me matará. — susurré, cubriéndome los labios en cuanto me percaté de la grosería que había soltado de manera inconsciente. — Mientras acabas tu comida iré al baño a limpiarme, ¿está bien?  — Él asintió y volvió a su lugar. — Recuerda, no te muevas de aquí. — Recalqué para luego dirigirme al pequeño baño y rogar porque la mancha desapareciera, afortunadamente así lo hizo.

Salí con algo de prisa, feliz de haber hecho un nuevo amigo, realmente me estaba divirtiendo con ese niño, sin embargo cuando llegue a la mesa él ya no estaba ahí, tampoco los croissant.

La desesperación llegó a mi pecho unos segundos después. ¿Y si algún loco se lo llevó? Comencé a mirar a mi alrededor, con la angustia irradiando en mis verdes, precisamente hasta que una de las meseras se acercó —. ¿Acaso busca al pequeño? — Asentí, un poco más esperanzado. —. Su madre acaba de venir por él.

La mire incrédulo — Bromeas, ¿verdad? ¿Cómo estás tan segura de que era su madre? ¡¿Y si era alguna traficante de órganos de niños?! — Ella rió Se forma discreta y aquello solo me enfureció más.

— Tranquilícese señor, me di el trabajo de preguntarle al pequeño si conocía a la mujer, y ha decir verdad, él se veía bastante feliz de encontrarla. — A pesar de que no me sentía seguro con ninguna de sus palabras, no me quedó de otra que aceptar el hecho.

— Está bien, gracias por todo. — Pagué la cuenta y me retiré del lugar, aún un poco afligido por la desaparición del pequeño... ¿Cuál era su nombre?

 ¿Cuál era su nombre?

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• Le Secret • (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora