VII

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Tomé el pequeño broche entre mis manos, pensé en Chat Noir y por consecuencia en Hugo y su devoción hacia el súper héroe. — Le encantará. — susurré conteniendo mi emoción.

Al salir de la tienda, Adrien se atrevió amigablemente a invitarme un café.

Volví a perderme ante sus ojos, su amabilidad, su ternura y caballerosidad.

Soñé tantas veces con volver a verlo, tocar su cabello o su lisa piel, besarlo como nunca antes, formar una vida junto a él.

Pero todo eso me era imposible ahora, sobre todo con una paternidad que él desconocía, un matrimonio y años de ausencia por parte de ambos.

Entré en pánico por todos lo sentimientos nuevamente encontrados, sentimientos que me ahogaban.

Temía que nuestra conversación se localizara en el pasado, eran cosas que en estos momentos no quería recordar junto a él, pero aun así, anhelaba más que nada su compañía.

No negaré que gustosa lo habría aceptado de no ser porque mi deber era estar con Hugo.

Rechazando su oferta di media vuelta y evitando voltear, con un "Fue agradable verte" y paso firme volví a casa junto a una extraña alegría e impaciencia.

Por aquel instante, volví a sentirme como una adolescente.

§

Al llegar, note que mis padres se encontraban en la puerta de la panadería, me vieron y al instante su cara reflejó una preocupación irracional.

— ¿Dónde está Hugo? — Preguntó mamá e inmediatamente me tensé.

— N-no fui junto a él. — dije y al instante el miedo comenzó a invadirme.

— Lo sabemos... — su mano derecha cubrió su boca —. Pero en cuanto saliste de casa, corrió para alcanzarte, no pudimos detenerlo...—

Papá dio un sonoro suspiro —. Teníamos la esperanza de que sus caminos se cruzaran y estuvieran de vuelta juntos. — Mi boca permanecía abierta y un nudo en la garganta conservaba la preocupación. — No perdamos más tiempo y vamos buscarlo.

Corrí en dirección al parque, pero nada resaltó ante mis ojos. La multitud en las calles comenzaba a crecer, así como el nudo en mi garganta.

Hugo era tan pequeño y delicado, además, estaba solo en una ciudad que apenas conocía. Desde mi cartera, saqué una fotografía que siempre llevaba conmigo y exhibiéndosela a quien pasará frente a mi, comencé a preguntar por mi hijo.

Habían pasado algunos minutos, los autos pasaban a gran velocidad a pesar de ser un parque y los peores escenarios se hicieron presentes en mi cabeza.

Tikki salió de mi bolsillo y se escondió tras mi cabello parcialmente largo, acercándose a mi oído susurrante. —. Marinette ¿No piensas que quizás te siguió por la calle de la joyería? — Asentí y comencé a correr nuevamente.

— ¡Hugo! — Mi voz se volvía ronca de a poco y mis zapatos estaban empapados por el agua que se desprendía de la nieve.

Me resigné y estando a punto de volver sobre mis pasos pude sentir que alguien abrazaba mi pierna, baje mi mirada y toda tranquilidad volvió a mi, al verlo con los ojos fuertemente cerrados y sus mejillas rojas producto de las lagrimas, estábamos a unos pocos metros de la cafetería a la que Adrien me había invitado y aliviada descendí hasta abrazarle. — Jamás, jamás vuelvas a irte así, Hugo. — dije regañándolo, de pronto una de las meseras se acercó, pestañeo varias veces intercalando sus confusos ojos entre mi hijo y yo.

— Es tu madre ¿no? — Él solo asintió brevemente y rasco su ojo derecho, yo sonreí agradecida. — Ten —extendió sus mano con una pequeña bolsa marrón en ellas — No terminaste tus croissant, podrás comerlos en el camino.

— Gracias — Se limitó a decir con su pequeña vocecita impregnada del residuo del temor.

La camera miro hacia atrás y volvió hacia nosotros. — ¿Esperarán al señ-?

— ¡Mari! ¿Ese regalo es para mí? — Sus ojos me fulminaban con anhelo y ambas manos tiraban de la bolsa donde se escondía el broche, no pude resistirme y asentí, olvidando cualquier palabra proveniente de la mesera. — ¿Puedo abrirlo? — Negué.

— Podrás abrirlo en casa, los abuelos también están buscándote, eres un niño malo por desaparecer de esa manera ¿Sabes lo asustada que estaba? — Apreté sus mejillas y un pequeño puchero se formo en sus labios.

— Lo siento — miro hacia un lado, evitando mi mirada acusadora, pero al ver su tierno actuar, volví a sonreír levemente y bese su frente.

— Aún así, me alegra que estés bien. — él levantó su vista, mostrando sus pequeños dientes blancos, entonces, tomo mi mano y tiro con toda su fuerza de mi muñeca.

— ¡apresurémonos! — Canturreó deseoso de su regalo.

— Lo siento, debo irme ¡Gracias por cuidar de él! — dije casi gritando en dirección a la Camarera, quien ya estaba a unos cuantos metros de nosotros.

§

— Un... ¿Broche? — miró el pequeño gato de cristal verde que sobresalía del material y me pregunte ¿En qué momento pensé que una pieza de joyería sería un buen regalo para un niño de cinco años? —. ¡Seré como Chat Noir! — Grito inflando su pecho, donde había puesto la gema junto a una posición heroica.

Su juego me hizo reír, contagiándome de la felicidad que algo tan banal provocaba en él.

— Solo no lo rompas, es valioso, muy valioso — recalqué. —. Ademas, Chat Noir debe comer toda su comida. — dije apuntando a las solitarias verduras que yacían en el plato, Hugo hizo un gesto de asco, así que opte por negociar. —. Si las comes, mañana te llevaré a un lugar realmente hermoso. — le guiñe y sus ojos brillaron.

Volvió a su silla y siguió comiendo mientras mis padres reían de nuestra escena. —. ¡Acabe! — dijo bajando otra vez.

— ¿Dónde lo llevaras? — preguntó mamá con intriga.

— Había pensado en un paseo por el Louvre, quien sabe, quizás heredó mi gusto por el arte. — Reímos mientras mirábamos sus improvisadas técnica de karate.

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• Le Secret • (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora