XVI

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Lunes por la mañana y Marinette yacía en su oficina, presa del endemoniado bloqueo artístico que abrumaba su mente

Los bocetos que anteriormente dibujó en el parque fueron traspasados a consolidados diseños, para luego ser llevados hasta el mismísimo Gabriel quien maravillado, ordenó la inmediata confección de las prendas.

Sin embargo el hombre era exigente, Marinette entendía esto a la perfección. Su deber era seguir trabajando, seguir creando. Pero justamente su inspiración se había esfumado.

— ¿Puedo entrar? — Escuchó desde el otro lado de la puerta.

— ¡Cla-claro! — La manilla se movió y tras el marco apareció un sonriente Adrien.

— Traje café, cortesía meramente mía. — Dijo, dejando sobre el escritorio el recipiente con dos vasos.

— Eres muy amable. — Agradeció la chica, mostrando una mueca cuando el líquido quemó la punta de su lengua.

— ¿Puedo acompañarte un momento? — La emoción en los azules de la joven no se hizo esperar, sin embargo se encargó que ni un ápice de la misma saliera a la luz.

— ¿Por qué? — Cuestionó con la sorpresa disfrazada de incomodidad en su tono poco evidente, pero aquello no detuvo al empedernido rubio.

— Llamémoslo supervisión laboral. — Acercó el sillón que estaba a un lado de la habitación. —. Procede. — Indicó, con sus brazos cruzados sobre su pecho.

Ella siguió su extraño juego, observándolo de reojo, con más atención de la que probablemente debería y su corazón no pudo evitar acelerarse frente a lo que veía, desde el rubio cabello que moría por acariciar, aquellos verdes que parecían prestar la misma atención sobre ella y cada uno de sus movimientos hasta los endemoniados labios que se curvaban en una sonrisa maliciosa.

La semilla de inspiración volvió, y la razón estaba frente a ella.

Aquella realización le molestó. No podía pretender tener todo el día a Adrien sentado sobre el sofá de su oficina, solo para encontrar ideas que le dieran vida a sus diseños.

Volvió a su labor, intentando ignorar la penetrante mirada que los verdes dejaban en ella.

Al rubio no le gusto para nada que Marinette ya no lo tomara en cuenta, necesitaba que de alguna u otra forma se fijara en él, se había convertido en un adicto a sus miradas. Por lo que deseoso de atención, cuál minino, se levantó, posicionándose a su lado y observando cada trazo que daba junto a la fina pluma. —. Ciertamente eres talentosa, Marinette. — Ella dio un pequeño brinco producto del susto.

Los ojos del muchacho observaban meticulosamente los bocetos sobre el escritorio, mientras que los de ella, no podían apartarse de los labios de su contrario. —. Sin embargo — habló otra vez. —. yo haría algunos cambios. — Marinette pestañeó varias veces, intentando salir de su trance.

— ¿Q-que? — Fue lo único que alcanzó a murmurar antes de que Adrien, rodeará el escritorio, con una de sus manos tomará su hombro y con la otra, la mano de la muchacha con la pluma en ella, guiándola en los trazos.

Evitar el rubor naciendo en sus mejillas fue imposible y Adrien se regodeaba al saber que él era el causante de aquello. —. Podrías cambiar esto... y arreglar esto... un poco de plumas por aquí y... — palabras salían de su boca, demasiadas. Pero Marinette solo podía concentrarse en el tacto de la mano del chico sobre la suya, danzando a través del papel y en la calidez de su aliento golpeando su mejilla, tal vez con demasiada cercanía. —. Y... ¡Listo! — Ambos miraron lo que antes era un hermoso vestido transformado un una horrible caricatura que apenas parecía una prenda de ropa.

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⏰ Última actualización: May 22, 2020 ⏰

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