Capítulo 1

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-Date prisa ¿Quieres? -su voz sonaba totalmente cansada sin hablar de aquel acento arrogante que se agolpaba en sus palabras.

-Ya va -Contestó rápidamente una azabache de tez algo morena y ojos chocolates.

-Miroku y Sango, nos están esperando.-Continuaba así de aquella misma manera acentuando sus palabras. Definitivamente quería regresar de prisa, pues la noche se acercaba, y si no se daba prisa, la oscuridad llegaría antes de que ellos pudieran regresar. Quizás si hubiera sido cualquier otra noche, no hubiera tenido caso preocuparse. No obstante la luna no mostraría su rostro, lo que por ademán significaba la pérdida de sus poderes temporalmente.

-¡Ya está!- dijo algo entusiasmada la joven, que llevaba en su regazo unas cuantas plantas.-Por fin las he encontrado.-Hizo ademán de palpar su frente, pues habían pasado gran parte de la tarde recogiendo hierbas medicinales. Tras el último ataque de Naraku, Sango y Miroku habían quedado muy mal parados.

-Vamos sube.-manifestó el ojidorado, agachándose para que Kagome pudiera subir a su espalda. Kagome en silencio deseaba rechazarlo, pues desde hacía ya algún tiempo su relación se había tornado un poco extraña, la desconfianza se había hecho presente cual monstruo y aquello no hacía más que distanciarlos. De ser precisa lo hubiera hecho, no obstante no era capaz de ignorar los posibles peligros que se harían presentes gracias a la condición humana del Hanyou. Por lo tanto obediente, se apresuró todo lo posible.

El trayecto fue silencioso, demasiado quizás, era tanta la incomodidad, que la tensión podría haberse cortado con un cuchillo. Ni la humana ni el Hanyou mediaron palabra, pues ambos enfrentaban serios temores. Inuyasha cargaba a cuestas una culpabilidad inmensa, mientras que Kagome, se había negado a profundizar acerca de sus sentimientos por Inuyasha, pues al final siempre sentía que se ilusionaba completamente en vano.

-¡Por fin llegan!-Exclamó Shippo al verlos aparecer, pero su sonrisa parecía estar cuarteada. Él también era desde luego uno de los afectados por la pequeña rivalidad que habían iniciado aquellos dos. Realmente no los entendía, sólo procuraba mantener a Kagome distraída pues odiaba verla con aquella expresión de resignación.- ¡Kagome!-Automáticamente se lanzó a los brazos de su compañera. -Inuyasha.-Se limitó a pronunciar con un ápice de desprecio en su aguda y dulce voz. -Shippo.- Contesto de igual manera Inuyasha.

El sol ya estaba a punto de esconderse por completo, cuando Kagome entro algo ajetreada, con una bandeja de cerámica, unos cuantos esparadrapos y su famoso botiquín.

El ojiazulado, entreabrió sus párpados, dejando ver así unos hipnóticos ojos. Trato de murmurar algo. Realmente estaba muy adolorido. Su última batalla lo había dejado muy mal parado, y lo más frustrante resultaba ser, que su intento de evitarle daño a Sango fue inútil, pues el muy desgraciado de Naraku también había logrado herirla.

-Kag...Kagome -trato de murmurar el houshi con una respiración algo entrecortada.

-Shh...-Calmó la joven al monje -No te preocupes estuve complementando las hierbas que Jinenji me dio, te pondrás mejor.

-¡Inuyasha!-Gritó estruendosamente la joven.-Miroku te necesita.-Al decir esto la cara del monje tomó un aire algo decepcionante. Por lo visto aun no moriría, aun en aquella situación tan crítica la simple idea de que fueran las manos ásperas de Inuyasha las que recorrieran su cuerpo y no las angelicales manos de Kagome, lograba desagradarle infinitamente.

Inuyasha intentó asistir todo lo delicadamente posible al monje, claro dentro de lo que él consideraba delicado, claro está. Si Miroku llegará profesar queja alguna, se lavaría las manos, además debía agradecer, que sus manos estaban en estado humano, si no, sus garras le hubieran sacado al pobre houshi más de un grito.

La noche ya caía. El distante reflejo de algunas estrellas comenzaba a reflejarse en su tez. Solo el fuego abrasador de la hoguera les ofrecía un intento de calidez. Hacía mucho frío.

-Kagome...-Interrumpió el joven aquel silencio incómodo.

Los ojos chocolates lo miraron expectantes, esperando las palabras que Inuyasha quería manifestar.

Un vuelco se apoderó del corazón del joven, al ver como los ojos de la chica se posaban en su rostro, quería pedirle disculpas. Antes que tener que volver a masajear la espalda de Miroku.

-Lo siento.-Bajó levemente el rostro dado que ya estaba muy avergonzado.

-¿Por qué lo sientes? -cuestionó Kagome algo intrigada.

-Por todo, yo sé que no debí tratarte de aquella manera, mucho menos haber desconfiado de ti.

-Está bien.-Ladeo la azabache sin esa cálida voz que siempre le dirigía. El chico pudo notarlo, aquello no era normal. Las palabras de la humana, nunca habían sido tan frías para con él.

Algo entre los espesos arbustos que los rodeaban, se movió, fue leve pero tanto los sentidos de Inuyasha, como los de Kagome eran muy agudos.

La azabache ya resguardaba el arco, en señal de alarma.

El egoísmo no conduce a nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora