Capítulo 9

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Al día siguiente Leonora sintió mucha vergüenza de ir a trabajar, tal vez su jefe tuviera la piel dura para aquel tipo de situaciones pero ella se sentía sumamente avergonzada, casi como si ella hubiera estado en prisión.

Y para empeorarla había llorado contra su pecho mientras él la consolaba como a una niña pequeña, había perdido autoridad moral para reprender a aquel hombre.

Ella siempre tan segura de su autosuficiencia había necesitado su ayuda, y Bastian Cavendish había sido un gran apoyo, mucho más de lo que se podía esperar.

La noche anterior, había sido una de esas ocasiones en que se sentía abrumada por su masculinidad, aunque en general lo trataba como niño, era un hombre. Uno muy impactante.

Estaba perdida en esos pensamientos cuando el objeto de su preocupación llegó.

-Buenos días, Leoncito...¿hoy me toca café?- preguntó sonriendo.

-No, tal vez mañana...

-El mañana no existe.

-¡Ups! – contestó ella.

-Eres una tramposa en el fondo, ¿lo sabes?

-Señor Cavendish...-dijo ella cambiando el tono de voz.

-Lo sé, lo sé....-la interrumpió él y puso un papel sobre el escritorio.

-¿Qué es?

-El importe de la fianza de tu hermano, lo puedes pagar en cómodas cuotas, ya que insistirás en hacerlo, y sobre los honorarios del abogado, no debes preocuparte, es un amigo y lo hizo de favor.

-¿Pero..?

-Es verdad, y no aceptaré discusión sobre eso. Sé que aunque insistiera no puedo hacerte cambiar de idea sobre lo de la fianza, así que mejor me ahorro la discusión es justo que ser caballero termine en provocarme una migraña debido a tu testarudez.

-No es testarudez, es mi familia, es mi problema...

-Leoncito, no trates de convencerme, ¿acaso no viste mi bandera blanca?

-Gracias, muchas gracias por lo que hizo.

-Merezco un café por ello, ¿verdad?

-No, ya que me ayudó tan generosamente, seguiré cuidando de su salud un poco más, así que jugo de naranjas...- dijo ella y agradeció que él no hiciera que aquella situación fuera incómoda. A veces era una ventaja tener un jefe con una personalidad tan particular.

Leonora entró a la oficina y depositó la bandeja con jugo de naranjas y sándwiches varios en el escritorio.

-Su desayuno.

-Gracias, supongo. Y al menos no me trajiste las carpetas con trabajo todavía.- respondió él.

-¿Al menos averiguó cómo fue la reunión de ayer, qué sucedió, qué se dijo...?

-¿Quieres decir cuántos cuchillos me clavaron por la espalda?

-Debió quedarse.

-No te preocupes, ya me enteraré, Leoncito. Sólo me hubiera gustado ver sus caras cuando les dijeron que tuve que ir con mi abogado a la comisaría a resolver una demanda e impedir un arresto.

-¿Les dejó creer que era usted quién tenía problemas con la policía?

-Claro, es lo que esperan de mí, sería muy malo si los defraudara. ¿No crees?

-Ya no sé qué creer, mejor desayune que en seguida le traigo trabajo

-¿Nunca me dejarás disfrutar de la buena vida, verdad?

Pequeña LeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora