Capítulo 10

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Cuando entraron al salón de recepciones de la embajada, Leonora se obligó a sí misma a mantener la boca cerrada, el lugar era muy bello, la decoración, la gente, todo exudaba un lujo al que no estaba acostumbrada. Su jefe, en cambio, parecía sentirse a sus anchas, aunque una vez más ella había notado aquel ligero cambio de actitud, como si la capa de banalidad se desvaneciera y apareciera otro Bastian Cavendish.

Sin embargo el encanto era el mismo, se dedicó a saludar a varios de los invitados, la presentó como su asistente, y la sorprendió una vez más hablando francés fluidamente.

Leonora aprovechó que desempeñaba un papel secundario y se dedicó a observar a su jefe, fuera lo que fuese Bastian Cavendish, era innegable su habilidad social, tenía una increíble facilidad para interactuar con los demás y caerles bien.

Solo en un momento lo vio perder aquel encanto y fue cuando alguien mencionó algo sobre su familia, incluso ella captó la mala intención en el comentario y percibió como Bastian se tensaba. Sin pensarlo dos veces, intervino.

-Señor – lo llamó tocándole el brazo- lo buscan, el empresario francés con el que estamos cerrando el trato quiere hablarle unos minutos – dijo y lo sacó de aquel grupo de gente.

Él saludó y la siguió dócilmente.

-¿Dónde está ese hombre? – preguntó y Leo se dio vuelta culpable, pero él le sonreía.

-Yo...

-Gracias, Leoncito, eres una guardaespaldas formidable. Ahora, en lugar de buscar a alguien que no existe, vayamos a comer unos bocadillos y beber algo, eso es lo que hace que valga la pena venir a estos lugares.

-¿Y los negocios? –preguntó ella.

-Ya hemos hecho suficiente, he mostrado la cara y conseguido algunos contactos importantes – dijo él y le mostró orgulloso varias tarjetas de negocios que llevaba en el bolsillo.

-¿Ya quiere irse?- preguntó ella.

-Ya te dije , primero vamos a comer...y luego escapamos.

-Creí que le gustaban las fiestas – dijo Leonora.

-No creas todo lo que escuchas, puede traerte problemas – le dijo guiñándole un ojo, pero sus palabras quedaron dando vuelta en la cabeza de la joven.

Al día siguiente, al salir del trabajo, Leonora se dirigió a la tienda de Violet a devolver el vestido. Le había preguntado a su jefe si debía mandarlo a la tintorería o algo, pero él había respondido que seguramente ellos se encargarían.

-¿No quieres quedártelo? Puedo comprarlo si lo quieres, se te veía muy bien, Leoncito – le propuso él y ella negó con la cabeza.

-No, igualmente no tengo donde usarlo y el juego de alguien comprándome ropa no me sienta – le respondió y él se encogió de hombros.

Los hombres compran ropa a sus amantes, no a sus secretarias, pensó Leonora mientras entraba a la tienda y tuvo la vaga sensación de que necesitaba aferrarse a aquella afirmación. Necesitaba recordar cuál era su lugar en la vida de Bastian Cavendish, su vida ya era demasiado complicada para empeorarla.

Entró a la tienda y se sintió extraña, como si Cenicienta visitara el salón del baile al día siguiente. Había muchas clientas y algunas le dirigieron miradas bastante ofensivas. Sin embargo su actitud cambió cuando Violet se acercó a recibirla.

-Leonora, ¿qué tal estuvo la fiesta?

-Todo fue muy bien – le respondió con una sonrisa y pensó que había sido cierto, la había pasado bien y se había divertido. No había sido la tortura que había esperado, además la temprana retirada de su Jefe había sido muy oportuna.

Pequeña LeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora