Capítulo 1
I
Nicolás la reconoce. Por la excitación, se olvida del iPod cuya música continúa a la manera de murmullo dentro de su mochila. Ella espera a que todos hagan silencio y, tras haber dejado su cartera sobre el escritorio, se presenta con un nombre y apellido diferente al que Nicolás se repite con júbilo: "Yael", personaje de una telenovela juvenil muy comentada entre adolescentes como él que la seguían a diario, ante todo, por el carisma sensual de esta actriz, ahora al frente de la materia negociación y liderazgos.
Finalizada la hora, los estudiantes abandonan el aula, excepto un pequeño grupo que se acerca a ella para hacerle consultas sobre la cursada. Con la mochila al hombro —la música del iPod sonando dentro sin que todavía lo advierta—, Nicolás deambula entre la puerta y el escritorio a cuyo alrededor se lleva adelante la charla. Detrás, sobre la pizarra, algunas anotaciones que hizo ella con firme línea horizontal, letra legible y el detalle del bucle en el hampa de la "d", lo cual, según Nicolás escuchó por boca de una grafóloga en televisión, alude a fantasías e inquietudes espirituales por parte de un escribiente dotado de imaginación. Él compara la letra de su cuaderno: la "d" presenta un arco en la parte superior, lo que indicaría, según el criterio de la grafóloga, una tendencia al exhibicionismo; esa caligrafía ascendente y complicada describe a una persona —la grafóloga usó exactamente estas palabras— frívola, mitómana, de carácter arrogante, insegura de sí misma y con deseos de llamar la atención.
Nicolás cierra el cuaderno. A medida que el grupo em- pieza a disolverse, se acentúa su proximidad. Debe definir el motivo por el cual está ahí con la mirada nerviosa; en caso de que ella preguntara, su mudez, o peor, su cara ausente, facilitaría una mala impresión. Lo adecuado sería irse pero Nicolás mantiene su intriga por esos ojos celestes destacados por el contraste del pelo oscuro. No quiere hacer comentarios acerca de su pasado como actriz, incluso le avergonzaría admitir que miraba aquella telenovela.
De pronto quedan tres personas en el aula: una chica de baja estatura que habla rápido y se cubre la boca al reírse, y ellos dos. "Yael" empieza a guardar sus cosas en la cartera. Al girar mira sobre su hombro a Nicolás, quien a modo de acto reflejo, desvía la vista. Ambas mujeres charlan mientras se alejan: Nicolás parece invisible ante ellas. ¿Cuántos años tendrá? se pregunta él. En aquella telenovela tenía diecisiete. Treinta y seis, entonces, calcula. Antes de salir, Yael se acomoda la cartera sobre el hombro a la vez que revisa su celular: lleva puesto unos jeans y un cardigan negro; el pelo atado con rodete deja lucir la nuca. Una vez afuera los pasos de sus botas resuenan tras las paredes. En ese momento, solo y callado, él advierte al fin que su iPod está prendido dentro de la mochila.
II
María Cecilia Santos. Así se presentó y ése fue el nombre que escribió en la pizarra mediante una caligrafía elegante y prolija. Muy diferente a Yael, la adolescente que interpretó hace diecinueve años. Ni bien llega a su casa prende la computadora y busca información sobre María Cecilia Santos. Apenas un perfil como docente en la página de la Universidad Argentina de Empresas. Cuando intenta relacionar su nombre con los sitios de espectáculo, la búsqueda se frustra. Su siguiente aparición como actriz fue de villana en una telenovela al mediodía; después, el inexplicable retiro. En los foros de Internet comentan: "¿qué habrá sido de la actriz que interpretaba a Yael Díaz Cohen?"
Tras apagar la computadora, Nicolás se lava la cara: necesita una siesta. Tirado en la cama, fija su mirada en el póster de Platense de la edición de El Gráfico, 1967. Diez jugadores con chomba blanca y la banda marrón horizontal, junto al arquero de uniforme celeste. Su abuelo, antiguo dueño del póster, le hablaba de cada uno que ahora ve de pie (Aranda, Mansueto, Murúa, Togneri, Hurt y Recio), y de los que aparecen agachados (Miranda, Maggione, Bulla, Subiat y Luis Medina). Cada merienda, mate de por medio en la casa de Saavedra, era clima para evocar lo que su abuelo consideraba las grandes hazañas del "calamar", desde el triunfo al Milan en el '51 hasta el ascenso del '64, un 3 a 2 a River o los años en que fueron dirigidos por Ángel Labruna. Aunque siempre decía, con cierto rencor que no empañaba la nostalgia, lo cerca que estuvieron de salir campeones aquel año que vieron volar su gloria en manos de Estudiantes de La Plata. Para Nicolás son los mejores recuerdos, esas tardes y las que siguieron años después, cuando se mudaron de la casa de Saavedra al departamento de Parque Patricios donde aún vive con sus padres y con su hermana. En aquel tiempo su estima de galán reventaba la aguja de cualquier medidor. Tenía dos novias: una compañera del colegio y una vecina de su edificio en la calle Dean Funes. Le divertía el juego. Una era linda y a la otra se dejaba besar. Los adultos festejaban sus recursos. Alternaba entre los enojos de una y las reconciliaciones con la otra, siempre con la certeza de que su verdadero amor era él mismo. Había imaginado una soltería en la que cada logro sería abierto a una nueva amante.
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Relaciones Públicas: los fanáticos del Dorian
General FictionNicolás es un ambicioso relacionista público que alcanza notoriedad al frente del boliche "Dorian". En pleno auge de su carrera intentará conquistar a Cecilia, una actriz juvenil de la cual estaba enamorado en su adolescencia. Veinte a...