Frágil

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Capítulo 4

I

Invitado por Cecilia, Nicolás llega al hotel Alvear a las nueve en punto de la mañana. Cuando ella le dijo que habría un desayuno de negocios, lo primero que atrajo su atención fue la posibilidad de probar allí las medialunas cuya fama se ha vuelto internacional. Junto a la mesa, Cecilia (una camisa blanca de seda transparente con tablitas y volados, una falda de gabardina, y unos anteojos de sol con marco dorado) está acompañada de un hombre de mediana edad que lleva un traje azul, corbata a rayas y una camisa blanca.

Éste es el contador Alberto Hiyarte, dice Cecilia sin mover un solo músculo de su cara.

Encantado, dice Nicolás al estrechar la mano de aquel hombre que lo impacta por la barriga y por la sonrisa exagerada.

Los tres se sientan y esperan que el mozo se acerque con los desayunos. Como el contador y Cecilia hablan sobre temas que él no alcanza a interpretar, Nicolás pierde cuidado por que- darse afuera de la charla y se ocupa de las medialunas, que hace meses no prueba. El mito no tiraba una sola miga de mentira: el mejor ejemplar de su vida. Por la puerta aparece un hombre alto, con saco blanco y pantalones de jeans desgastados (no por el uso si no por un efecto de fábrica) y se acerca a la mesa. Cecilia se saca los anteojos. Apenas ella se pone de pie, el hombre de peinado extravagante y húmedo la envuelve en un abrazo y le aplica un beso tan efusivo que si alguien mirara de lejos diría que le está mordiendo el cuello. Antes de sentarse, ella gira hacia Nicolás y dice:

Él es el arquitecto Federico Petit Housmann, la persona que quería presentarte.

Nicolás aprieta la mano del arquitecto, y a diferencia del saludo con el contador, a quien había percibido como un hombre dubitativo, premiado tal vez por un golpe de suerte, experimenta un intercambio de energía, la presión sanguínea de alguien que sabe lo que quiere y está siempre en el lugar indicado.

Mucho gusto, dicen ambos.

Ahora es el contador quien parece estar fuera de la charla, aunque su pasión por las medialunas lo consuela en semejante viaje solitario. El arquitecto, sentado al lado de Cecilia, juega con el silencio de ella, tan eficaz como su propia presencia, y desafía con la mirada a un Nicolás, que pese a haber probado las mejores medialunas de su vida, no volvió a comer desde la llegada del arquitecto, y ahora responde a su mensaje visual con la convicción que supo desarrollar a base de escombros y rivalidades.

Así que sos el famoso Nicolás Mauri, dice el arquitecto mientras bebe un sorbo de café, que si bien no llega al alto grado de calidad de las medialunas, definen el gusto refinado que el hotel se ocupa de perfilar en cada detalle.

No tan famoso, responde Nicolás con falsa modestia. Todavía soy muy joven.

Pero estás en la primera plana de los medios, eso es lo que importa, ¿no?

La fama es buena, no vamos a negar que sea lo primero a lo que intenta aspirar alguien, aunque si de verdades reveladas estamos hablando, coincidiremos en que el fin último es el reconocimiento al trabajo, el único premio que puede condecorar el talento y el esfuerzo de todos los días.

Me gusta como hablás. En definitiva la fama es una puta: puede darte el placer que le pidas pero nunca va a quedarse con vos. ¿Cecilia te comentó mi proyecto?

Usted dirá.

Se trata de dos edificios en Puerto Madero, con centros comerciales funcionando dentro del mismo complejo. La primera torre contaría en la planta baja con un amplio piso para recepciones. Quiero que las principales marcas tengan mi com- plejo como primera opción a la hora de realizar eventos.

Relaciones Públicas: los fanáticos del DorianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora