El Dorian empieza a mostrar sus dientes

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I

Nicolás y Noelia arreglan su fecha de casamiento para el mes de abril del año siguiente. Para entonces ella, con dieciocho años, será mayor de edad. En septiembre, los días atropellan a Noelia. Se levanta temprano y sin desayunar toma un taxi directo a la tienda del diseñador Fabricio Buitrón quien al verla entrar al local de Palermo Soho, se frota absorto y lleno de emoción su cabeza rapada.

No lo puedo creer, querida, qué grande estás, pensar que yo te tuve en brazos. Estás divina, en serio.

Ella le cuenta con detalles el vestido que le gustaría lucir. Entonces él agarra un libraco con novecientas páginas, y ambos pasan la mañana, entre té oriental y galletitas danesas, analizando los diseños. De pronto llega Miriam Petit Housmann, con vestido mini estampado, a quien Fabricio le hace señas para que se acerque.

¿Se conocen?, pregunta Fabricio.

No, responden las dos a coro.

Qué raro, porque tu mamá tiene una excelente relación con el papá de ella. Ustedes deberían ser grandes amigas, dice él al tomarlas de la mano. Siento en sus auras un alto grado de compatibilidad.

Pasado el mediodía, luego de que Miriam, que venía a elegir la ropa que vestirá en la gala de su padre, decidiera ayudar a Noelia con su primera prueba de vestuario, ambas arreglan un almuerzo. En el restaurante, suena el celular de Miriam: su novio le pregunta cómo pasó la mañana y qué piensa hacer durante el día. Ella responde que acaba de conocer a una chica con la que está haciendo una linda amistad y que quizá pase la tarde con ella. Después de comer, Noelia propone ir de shopping. Como Miriam está con el auto se ofrece a manejar. Durante el viaje Noelia llama a Aldana para invitarla: las tres se encuentran en la entrada del Patio Bullrich. Por los ascensores o entre las escaleras mecánicas, pasean con la vivacidad de un conejo en plena campiña bajo el sol de la tarde y con toda la libertad a sus pies. Ningún local queda a salvo del saqueo visual, de la invasión a los probadores, o del bombardeo de sus tarjetas de créditos: zapatos, carteras, jeans, perfumes, vestidos, algún que otro reloj o cualquier tipo de biyuterí que combinaran con los accesorios que suelen llevar junto a sus prendas. Mientras se prueban unas sandalias suena el celular de Aldana: su flamante novio escucha las peripecias que ella le narra.

¿Qué onda este pibe?, pregunta Noelia.

Hacía tiempo que me invitaba a salir y yo lo rebotaba, dice Aldana. Aquel fin de semana de camping con las chicas, lo invité; de última, siempre hace falta algún forro que te arme la carpa. Pegamos onda. No sé, tampoco estoy, lo que se dice, "enganchada".

A las seis de la tarde, en el patio de comida disfrutan unas tortas y unos jugos.

Hacía tiempo que no me sentía tan completa, dice Aldana.

También, responde Miriam, no todos los días conseguís las botas de tu vida y a un precio increíble.

Lástima que se terminan los días de frío, dice Noelia.

¿Cuál hay?, dice Aldana. Yo en verano con el calor que haga las uso igual.

Es verdad, dice Noelia. Hoy nos salió todo redondo: elegí el vestido de novia y me compré zapatos.

Nos falta el "conso", dice Aldana.

Tengo la solución, dice Miriam.

Los ojos de Noelia y Aldana se cruzan en espirales hacia Miriam que dice:

Conozco una amiga que organiza reuniones de tupper sex. Puedo llamarla para decirle que venga a casa. ¿Ustedes tienen algo que hacer?

¿Qué cosa puede ser más divertida que un vistazo por la juguetería del placer?

Relaciones Públicas: los fanáticos del DorianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora