Paloma.

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"Tu amor es mi enfermedad, soy un envase vacio."


Esa tarde en la plaza me maravilló aún mas, no podía despegar mis ojos de ella, y eso la ponía incomoda, lo note pero seguí mirándola, si no me lo pedía ella no dejaría de aprovechar ni un segundo aquella hermosa imagen.

Ella seguia hablando mucho, como la tarde que nos conocimos, su nerviosismo era de alguna forma muy raro, tierno, pero a la vez molesto.

Hablaba y hablaba pero evitaba lo importante, hablo mucho de su madre, pero no dijo nada de su padre, si es que tenia. Tampoco hablo de sus relaciones amorosas, cuando pregunte sobre su ultimo novio me miro, con unos ojos tristes y enojados, pero aun así perfectos, hizo un gesto, y siguió hablando de porque le gustaba mas el ultimo CD de calamaro que el anterior. Nada en su forma de hablar era superfluo, cada gesto, cada palabra, y cada pequeño tic era necesario, todo lo que ella hacia se me estaba volviendo necesario, y eso me daba miedo.

Yo también me anime a hablarle de mi, primero le conté las cosas de las que estaba orgulloso, como que siempre fui el mejor en la clase de ingles, también le hable de las letras que componía, los poemas que escribía, y la música que escuchaba. Aunque deje ciertas cosas de lado, no quise obviar mi mal humor matutino, mis noches de insomnio, y la cantidad de discusiones semanales que tenia con mis padres.

Después de escuchar sobre las peleas con su madre, de como cuidaba de su hermanita, y que ya no tenia mejor amiga, aunque nunca aclaro porque, confié un poco mas en ella, y le hable de lo orgulloso que estaba de mi hermanito, de lo difícil que es para alguien tan lastimado como yo volver a confiar y poder tener una relación seria, y de lo mucho que me gustaba ella. Si, se lo dije, solo la mire a los ojos y le dije: "Nunca conocí a alguien como vos, nunca vi unos ojos tan perfectos." Ella generaba un tipo de gravedad a su alrededor, no podía dejar de orbitarla, y creía que podría ser el satélite que la protegiera de todos los asteroides que le tirara la vida, eso es lo que creía.

Al escuchar mi declaración se puso colorada, se arreglo el pelo, y me dijo que yo también le parecía bonito, pero que se había cansado de tantas derrotas, y que no confiaba en ningún hombre. Me dijo que si quería estar con ella iba a tener que trabajar, trabajar en serio. Noelia fue la primer mujer que me pidió que cambiara, que me dejo claro que la perfección era algo que me quedaba muy lejos, y fue perfecto, con ese regaño, me termino de enamorar.

Al terminar la tarde la acompañe a su clase de inglés, ella me miro, me saludo y se fue, yo me di vuelta, di tres o cuatro pasos, y me volví a voltear, al hacerlo ella estaba viniendo hacia mí, me tomo del mentón, me movió la cara hacia un lado, y me dio un beso en la mejilla, y me dijo chau, con ese tono tímido y tierno tan propio de ella, luego se alejó corriendo nuevamente. Ese beso me hizo sonrojar, nunca me había pasado eso, ni siquiera con el beso más apasionado, tampoco el sentimiento que me vino después, sentir que flotaba, y que caía, que dormía, y que corría, que moría, y que estaba más vivo que nunca, todo se volvió etéreo, y de repente todo tomaba un nuevo color, todo brillaba, y a la vez perdía significado, me voló la cabeza, esa ambigüedad tan propia de algo como el amor, ese sentimiento que puede matar o dar vida con la misma facilidad, me sentí tan feliz de al fin conocerlo, y solo con un pequeño gesto como puede ser un inocente beso en la mejilla.

Al día siguiente la llamè de nuevo, hablamos horas y horas, de música, de comida, de cine, y nuevamente de música, sin darme cuenta se me hizo de noche, jamas había hablado tanto tiempo seguido con alguien. Para cuando me fui a dormir sabia que las milanesas con puré eran su comida favorita; que aunque todo el mundo pensara que su tema favorito era "Mi enfermedad", en realidad era "Paloma", y que prefería las películas de acción a las comedias románticas, porque estas ultimas eran de "Nena Débil". Esto ultimo me partió el corazón, ahí termine de entender porque era tan rara, tan fuerte y con esa mirada triste, y tan desconfiada, y porque no hablaba de algunas cosas. Su corazón seguía roto, y yo, aunque me costara, iba a intentar repararlo...

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