➢ cinco.

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Desperté con un incómodo Stephen moviéndose a mi lado en el sofá, su brazo alrededor de mi cintura me pegaba a él todo lo que podía permitirse y yo empezaba a necesitar aire. Después de quejarme mentalmente, me di cuenta de mi situación en aquel momento. Había dormido con Stephen en el sofá, y sabía que entre nosotros no había pasado nada pero yo seguía sintiéndome mal y esta situación sólo empeoraba las cosas. Si ya me sentía mal abrazándolo para consolarlo, imaginen como me sentía al despertar con él abrazándome.

La noche pasada habíamos decidido ver alguna película para alejar un poco los pensamientos y supongo que nos quedamos dormidos. Stephen no habló mas sobre Cassandra y le agradecí mentalmente por eso. Pero él estaba diferente, no era aquel Stephen alegre de siempre, toda su atención estaba en la película y no hacía bromas sobre esta como siempre solía hacer.

Stephen volvió a moverse y golpeé su abdomen con mi codo. Oí un quejido y su agarre a mi cintura se hizo más fuerte. Varios insultos pasaron por mi mente en aquel momento.

— ¡Maldita sea, Stephen, necesito respirar!—alcé la voz y volví a golpear su abdomen con mi codo, esta vez un poco más fuerte.

Supongo que eso lo despertó porque en instantes su brazo no estaba alrededor de mi cintura y yo conseguía respirar sin nada presionándome.

Volteé hacia él y me permití admirarlo por unos segundos. Aún seguía con los ojos cerrados y sus labios estaban entreabiertos. Lo había visto dormir varias veces, pero no tan cerca de mi como ahora. Toda la preocupación que tenía ayer en su rostro, ya no estaba, ahora parecía tranquilo, era como un bebé durmiendo. La única diferencia es que los bebés no tenían barba.

Stephen movió un poco, pestañeó varias veces antes de mirarme y suspiró pesadamente.

— Buenos días a ti también, Emily, gracias por el moretón en el abdomen.—se quejó haciendo una mueca, se incorporó y quedó sentado en el sofá. Sus ojos vagaron por mi apartamento y volvió a echarse hacia detrás, acostándose otra vez.— ¿Por qué no me llevaste a la cama?

Negué con la cabeza intentado apartar de mi mente el pensamiento de que su pregunta quizás tenía doble sentido. Me incorporé quedando sentada en el sofá y miré la hora en el reloj que colgaba en la pared. Eran las ocho y media de la mañana, aún era temprano, al menos para mi.

— El bebé de noventa kilos quiere que le lleve a la cama, claro que si.—me levanté del sofá y caminé hasta la cocina. Él me siguió.

— Soy tu invitado, tienes que tratarme con respeto.—murmuró sonriendo y se sentó en el mesón.

Negué riendo y me senté en la mesa frente a él. Sólo en eso momento me di cuenta de lo hinchado que estaban sus ojos por la noche anterior. Estuvimos un tiempo mirándonos en silencio hasta que finalmente Stephen habló.

— Oye, quería agradecerte por lo de ayer y disculparme por estropear tu noche.—murmuró mientras jugaba con sus dedos y mantenía su mirada en mí.

Le miré y le sonreí levemente.

— No estropeaste mi noche, estabas mal y necesitabas desahogarte, ¿es lo que hacen los amigos, no?—pregunté sonriendo. Stephen asintió mientras bajaba del mesón y se acercó a la mesa donde estaba sentada.

— Nunca te lo he dicho directamente, pero eres una persona muy importante en mi vida, no sé que haría sin ti, Em. Tienes algo que consigue alegrar a los demás con solo tu presencia.—él sonrió acercándose a mí y me rodeó con sus brazos. Le correspondí el abrazo y sonríe ampliamente.

the arrow // stephen amellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora