Capítulo 1

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Capítulo 1:

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Capítulo 1:

Cinco años más tarde...

Cuando pienso en todo lo que he logrado en mi vida desde que salí de Sunnyside Children me doy cuenta que casi he cumplido todas las metas que me he propuesto. Al principio pasé por un sinfín de trabajos a medio tiempo para poder pagar el alquiler de nuestro piso. Tanto Aria, como yo, aceptamos empleos como camareras en una cafetería de mala muerte y empezamos desde ahí. Poco después logramos inscribirnos en la universidad comunitaria y finalmente comenzamos a trazarnos un plan.

Nuestras vidas fueron diferentes después de eso, sin embargo. Un año después de entrar en la universidad conocí a Margot cuando pasó en una de las tantas cafeterías por las que había pasado y después de una extraña pero amena conversación me dijo que estaba solicitando empleados en su tienda de antigüedades. Yo no tenía ni idea de cómo se manejaba en un lugar como ese, sobre todo con tantas reliquias a mi alrededor, pero ella se encargó de enseñarme cuanto pudo, tanto en la tienda como en mi vida personal.

Aria, por otro lado, decidió que no podía comprometerse con un trabajo estable. Tomaba el empleo que le fuera más factible solo para tener el dinero de la renta. El resto de su tiempo lo empleaba en pasarla con los amigos que se había hecho en la universidad.

Cuanto más tiempo pasaba intentando mantener mi vida en orden, más dejaba de lado el intentar que Aria se enfocara más en los estudios y menos en las fiestas. Estaba reprobando más materias de las que pasaba y no estaba para nada preocupada de estar un año atrasada con respecto a mí. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que discutí con ella sobre sus prioridades pero al final siempre perdía, no me gustaba estar de malas con ella y la única forma de no estarlo era permanecer con la boca cerrada.

Me había acostumbrado a salir por las mañanas a hacer una carrera matutina. En realidad era el único momento que podía utilizar para mí misma así que también lo empleaba para ejercitarme ya que no era gran fanática de los deportes o de siquiera inscribirme en un gimnasio ―no es que tuviera el tiempo, de todas formas―. Me levantaba cerca de las cinco y recorría una hora antes de tener que ir a clases por lo que no me extrañó no ver a Aria levantada. De hecho, para ella era casi un sacrilegio levantarse antes que el sol por lo que la posibilidad de que alguna vez me acompañara a correr era casi nula.

También era su especie de alarma. A pesar de colocar el despertador de su celular en realidad nunca le hacía caso y terminaba corriendo la alarma hasta que fuera yo quien la empujara fuera de la cama. Era una suerte para Aria que hayamos podido encontrar un departamento con dos habitaciones después del primer año fuera del orfanato porque yo solía despertarla junto conmigo. Claro, aquello era una pérdida de tiempo ya que tan pronto me iba ella volvía a dormirse y tenía que despertarla nuevamente a mi regreso.

Solía calentar un poco en el departamento antes de comenzar a trotar al parque, a pocas cuadras de mi edificio. El trote ya no me dejaba sin aliento como lo había hecho en un principio por lo que con el tiempo fui agregando un par de vueltas alrededor antes de volver al departamento para prepararme para la primera clase a las ocho.

Entre nadar o hundirse © [LEC #0.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora