12. Harry y Ginny Potter

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Las campanas de la iglesia hicieron eco en el cementerio del Valle de Godric, anunciando el poco tiempo que quedaba para el inicio de la esperada ceremonia.

Harry Potter, vestido con una elegante túnica negra, se encontraba afuera, arrodillado frente a una tumba de mármol blanco en la que recién había dejado una corona de eléboro, igual a la que Hermione había dejado la primera vez que fueron a visitar a James y Lily Potter.

"El último enemigo que será derrotado es la muerte".

Había pasado tanto tiempo desde esa primera visita. Tantas cosas desde aquel lejano 31 de octubre, la noche en la que se había quedado huérfano y su destino había sido marcado por la cicatriz en forma de rayo que tenía en la frente.

Y ahí estaba, casi veinte años después, a punto de casarse.

—Ojalá estuvieran aquí—susurró Harry, acariciando los nombres de sus padres con la punta de sus dedos.

Una mano se posó sobre su hombro con suavidad.

—Es hora, Harry —dijo Hermione mientras su amigo se levantaba.

—Sí, lo sé, es sólo que...

Echó una última mirada a la reluciente lápida que parecía brillar bajo la luz del sol. Hermione no dijo nada, simplemente esbozó una ligera sonrisa antes de tomarlo por el brazo y conducirlo hacia la entrada lateral de la pequeña iglesia, donde un agitado Ron los esperaba con cierta impaciencia.

—¡Ahí están! —exclamó Ron—. ¡Dense prisa, sólo falta el novio!

•  •  •

Desde su asiento agrandado por medio de magia en la parte posterior de la pequeña iglesia, Hagrid observó a Harry y a Ron tomando lugar sobre el altar, junto al mismo mago bajito que había casado a todos los hermanos mayores de la novia, y Hermione y Luna, las damas de honor. El semigigante ahogó un sollozo contra su nuevo pañuelo. No podía creer que el niño al que había conocido desde que era un bebé fuera ya todo un hombre.

La marcha nupcial comenzó a sonar, aparentemente proveniente de los elegantes candelabros con las velas encendidas que adornaban las paredes, y en el pasillo aparecieron Victoire Weasley, la hija mayor de Bill, y Teddy Lupin, el ahijado de Harry, armando un caminito de pétalos de flores y llevando un cojín con los anillos.

El ya casi completamente calvo señor Weasley siguió a los niño tomado del brazo de su única hija, quien llevaba un vestido blanco adornado con encajes. La sonrisa en el rostro de Ginny era bastante contagiosa.

—Damas y caballeros—dijo el mago con voz cantarina—. Hoy nos hemos reunido aquí para celebrar la unión de dos nobles almas...

Los trompetazos que daba Hagrid en la última fila hacían eco en toda la capilla, y cuando se dio cuenta intentó darlos en el menor sonido posible, pero sin mucho éxito. De vez en cuando Hermione y Luna, vestidas con sendos vestidos que hacían juego con el ramo dorado de la novia, le dedicaban una sonrisita para que se calmara.

—Harry James, ¿aceptas a Ginevra Molly como tu legítima esposa, para amarla y respetarla por el resto de tus días?

—Acepto.

—Ginevra Molly, ¿aceptas a Harry James como tu legítimo esposo, para amarlo y respetarlo por el resto de tus días?

—Acepto.

—Ahora los anillos.

El pequeño Teddy, de cuatro años, se acercó al mago con el cojín por encima de su cabeza y entregó los anillos.

Otro trompetazo de parte de Hagrid, quien no logró escuchar demasiado hasta que el mago, con una voz más potente que la que había estado usando, dijo:

—Así pues, los declaro unidos de por vida.

Alzó su varita por encima de la feliz pareja y una lluvia de estrellas descendió sobre ella trazando una espiral a su alrededor. La gente empezó a aplaudir. El fuego de las velas creció repentinamente y de él saltó un montón de chispas doradas.

—¡Pónganse de pie, damas y caballeros!

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Creo que éste es mi capítulo favorito :) ❤️

Una segunda oportunidad, HagridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora