5. Primer día de clases

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A pesar de ya haber desayunado en su cabaña, Hagrid fue de los primeros en llegar al Gran Comedor a la mañana siguiente, aunque no tuvo que esperar demasiado para que los demás alumnos comenzaran a llegar. Su tamaño lo hacía inconfundible, por lo que Hermione y Ginny lo ubicaron fácilmente cuando entraron.

—¿Estás emocionado? —le preguntó la mayor de las chicas sentándose frente a él.

—No tienes idea.

La profesora Grubby-Blank recorría la mesa de Gryffindor entregando los nuevos horarios y resolviendo pequeñas dudas a los alumnos.

—Buena suerte —le deseó ella cuando le entregó el suyo a Hagrid, quien le respondió con una sonrisa algo camuflajeada por su enmarañada barba.

Para el primer módulo, Hagrid tenía Estudios Muggles, cuya aula se encontraba en el primer piso. Las chicas tenían Aritmancia, en el séptimo, así que para que pudieran llegar a tiempo se separaron unos minutos antes de que el día escolar iniciara oficialmente.

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Cuando estaba en segundo año y le habían pedido que escogiera dos de las asignaturas optativas, la única de la que Hagrid estaba seguro de que quería cursar era la de Cuidado de Criaturas Mágicas, y había escogido Estudios Muggles no porque le pareciera interesante, sino porque simplemente no se veía frente a una bola de cristal, un montón de números o un libro de runas. Gracias al cielo, la materia se le hizo bastante entretenida una vez que la clase comenzó.

La profesora Tanner era una hija de muggles bastante risueña a la que se le notaba que amaba dar clases. A Hagrid le cayó bien de inmediato y le agradeció mentalmente que no levantara la vista cuando mencionó su nombre al tomar asistencia porque... Vamos, no era tan complicado. Amaba estar estudiando de nuevo, pero la diferencia de edad y tamaño era más que notoria, cosa que lo incomodó bastante a la hora del desayuno. Por eso sentó hasta atrás, en una mesa agrandada por medio de magia.

    Una de las buenas noticias era que estaba iniciando tercer año, por lo que la profesora inició desde cero y no fue necesario que una semana antes repasara los temas principales, como había hecho para asignaturas como Encantamientos, Transformaciones o Pociones.

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La segunda clase fue Cuidado de Criaturas Mágicas, el fuerte del semigigante desde que éste tenía memoria. Para la primera clase, la profesora Grubby-Plank se limitó a decir las reglas que tenía respecto al Bosque Prohibido y a hacer preguntas básicas a sus alumnos para saber por dónde había que empezar. Hagrid levantó la mano para contestar todas, pero sólo pudo contestar un par de ellas, pues la profesora parecía estarle diciendo con la mirada algo como "yo sé que sabes". Ganó veinte puntos para la casa de Gryffindor. La profesora Grubby-Plank les prometió que para la siguiente clase traería algunos ejemplares de las primeras criaturas que estudiarían, pero no les dio el nombre, sería una sorpresa.

    Se podría decir que la suerte de Hagrid acabó después de la hora de la comida, cuando su primera clase de Transformaciones comenzó.

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No hay que malinterpretar. Hagrid amó la clase como sólo alguien que lleva más de cincuenta años deseando asistir a una puede hacerlo, pero hacía tiempo que no manejaba la varita, sin contar los muy sencillos hechizos que había estado practicando en su cabaña durante el último mes, y se había vuelto muy torpe. Temía que si la apretaba con demasiada fuerza el palito se rompería, por lo que cada vez que hacía un movimiento brusco se le caía o salía volando. Tampoco recordaba muchas de las lecciones básicas de la rama de Transformaciones. Era un poco frustrante, pero sólo le hacía falta práctica. O al menos eso fue lo que se estuvo repitiendo a sí mismo mientras intentaba convertir una almohada en una caja de madera (el profesor Blake quería ver qué tan hábiles eran sus estudiantes con la varita). Hagrid consiguió que la suya se volviera lo suficientemente dura para ser incómoda a la hora de dormir. No estuvo nada mal. Al finalizar la clase el profesor le dijo por separado al semigigante que podía pedirle ayuda con la materia cuando la necesitara.

    La clase de Pociones fue otra cosa.

El aula se encontraba en las mazmorras del castillo. Eran amplias, pero no lo suficiente como para que Hagrid no tuviera que agacharse un poco al entrar. Se sentó hasta el fondo, en una silla bastante más grande que el resto tras una mesa también agrandada. Aun así, la pared quedaba demasiado cerca de la espalda del Hagrid, por lo que para sentarse y levantarse tenía que arrastrar la silla hasta al pasillo. Él no tenía ningún problema, pero hacía bastante ruido, por lo que limitaba un poco sus movimientos, pero se acostumbraría. Las coronillas de sus compañeros de trece y catorce año quedaban bastante más abajo que la suya. Los miembros de Gryffindor habían tenido toda la mañana para acostumbrarse a ello, pero los alumnos de Hufflepuff con quienes compartían la clase seguían pareciendo bastante nerviosos.

El profesor Slughorne lo saludó y felicitó con entusiasmo cuando dijo su nombre mientras tomaba lista. Para ese primer día de clases realizaron una solución para encoger. El caldero de Hagrid era el doble de grande que el de los demás, por lo que usó doble ración de todo. No fue tan difícil como recordaba. Era como cocinar, con la única diferencia de que si se equivocaba en algo probablemente el caldero explotaría. Slughorne le estrechó la mano al salir.

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Para terminar el primer día, los de tercer año tenían Defensa Contra las Artes Oscuras. La mayoría estaba emocionada, pues a estas alturas todo el mundo sabía que Hestia Jones pertenecía a la Orden del Fénix.

Hagrid la conocía. No eran amigos, pero sí habían hablado un par de veces. El semigigante no estaba seguro de si eso lo haría sentirse más cómodo, o si sería todo lo contrario. Las cosas terminaron siendo un poco de ambas.

Cuando entraron al aula con los alumnos de la casa de Slytherin, Hestia (o profesora Jones, como Hagrid se vería obligado a llamarle de ahora en adelante) los recibió con bastante entusiasmo, y una vez que todos se hubieran sentado (Hagrid hasta atrás) se presentó y pidió que, uno por uno, todos se levantaran de su silla para que dijeran su nombre y algo sobre sí mismos. Eran casi cuarenta alumnos en total, por lo que se llevaron toda la clase en ello. Hagrid casi tira el escritorio que compartía con una de sus compañeras de Gryffindor cuando fue su turno de hablar.

—Yo soy Rubeus Hagrid, pero todos me llaman simplemente Hagrid —dijo tratando de que su voz sonara segura—. Muchos ya me conocen, soy el guardabosques del castillo y estoy aquí para terminar mis estudios.

    La profesora Jones sonrió ampliamente y levantó el pulgar para indicarle que lo había hecho bien. Hagrid suspiró y se desplomó sobre su asiento, haciendo temblar tanto la mesa que derribó el frasco de tinta de su compañera.

—¡Lo siento! —se disculpó mientras intentaba arreglar el desastre que había hecho sobre el pergamino de Kelly Heart, quien no parecía muy afectada por el suceso pero aceptó el tintero que el semigigante le dio como compensación.

Al final de la clase, la profesora Jones les encargó los primeros deberes del año: redactar quince centímetros de pergamino sobre lo que ya sabían de los boggarts. Después les dio los últimos diez minutos libres, que Hagrid aprovechó para disculparse una vez más con Kelly Heart, a pesar de ella insistía en que no había problemas.

Al finalizar la clase Hagrid fue directamente a su cabaña, pues Fang había estado toda la tarde solo. Le dio de cenar y después se sentó en los escalones de entrada de su cabaña a hacer los deberes.

Una segunda oportunidad, HagridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora