11. Headwig

76 18 14
                                    

Un año y medio después de que Hagrid finalizara su tercer año de educación mágica, Hestia Jones decidió que era momento de enseñarles el encantamiento Patronus a los chicos de quinto año.

—¿Cuál animal crees que tengas? —preguntó Kelly.

—No lo sé... —Hagrid lo pensó unos segundos—. ¿Un dragón, tal vez? No estoy seguro.

—Apuesto toda mi mesada a que Drake tendrá uno.

Hagrid rió detrás de su enmarañada barba. Aun después de tanto tiempo seguían compartiendo pupitre.

    —¡Muy bien, chicos! —anunció la profesora Jones—. Ya lo saben, primero va la teoría. ¿Alguien sabe para qué se usa el Patronus?

Casi todas las manos se levantaron.

—¡Pines! —exclamó ella señalando a un compañero de Hagrid.

—Sirve para alejar a los dementores.

—Correcto. Diez puntos para Gryffindor. Pero no sólo ahuyenta a los dementores, sino que como Flavius Belby descubrió en 1782, también sirve para repeler a los lethifold. ¿Alguien quisiera añadir algo más?

Más manos alzadas.

—Tienes que imaginar algo que te haga muy feliz —dijo Kelly cuando le dieron la palabra.

—Casi. Para invocar un patronus hay que tratar de recordar el momento más feliz y significativo que tengan. Me imagino que ya todos saben el hechizo. Expecto Patronum. ¿Alguna duda? —Silencio—. Bien. Pongan las mesas contra la pared.

•  •  •

Hagrid no consiguió hacer su patronus ese día. Ni al siguiente. Sólo lograba que de su varita salieron unas volutas de humo plateado, que según la profesora Jones estaban muy bien para "recién haber empezado", pero era difícil creerle cuando Kelly, por ejemplo, ya había logrado crear un búho entero.

—No pasa nada —intentaba animarlo su amiga palmeándole el codo—. Ya lo conseguirás.

El semigigante estaba casi seguro de que el problema no era que no fuera hábil con la varita o algo por el estilo, sino que simplemente no estaba seguro de cuál era su recuerdo más feliz.

    Podría tratarse quizá de cuando fue por primera vez al Callejón Diagon con su padre, cuando era apenas un niño. O de cuando fue seleccionado para Gryffindor, la mejor casa de todas. Incluso cuando Dumbledore intervino para que se quedara como guardabosques. Estaba Grawp. Madame Maxime. Harry Potter (¡ese momento en el que lo vio después de diez años!). La caída de Voldemort.

    No, no estaba escaso de momentos felices, simplemente... ¿cuál era el más fuerte de todos?

    Hestia Jones sí era de ayuda, pero no de la clase que Hagrid necesitaba, así que en la tarde del cuarto día, el guardabosques envió a Morfeo con una carta dirigida a uno de los mejores profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras que Hogwarts había tenido la dicha de conocer.

•  •  •

Rubeus Hagrid se encontró con el famoso Harry Potter en Hogsmade ese fin de semana, en una de las mesas de las Tres Escobas, y después de saludarse y tomar un poco de cerveza de mantequilla, se dirigieron a un espacio abierto a las afueras del pueblito.

    —Tienes que imaginar el momento más feliz de tu vida —le recordó Harry, haciendo aparecer su propio ciervo con movimiento de la muñeca.

    Hagrid había estado pensando mucho en eso, tratando de encontrar ese recuerdo más feliz de toda su vida, y creía que por fin lo tenía, o por lo menos algo bastante cercano.

Alzó su varita y se esforzó por recordar esos sentimientos de incredulidad y gratitud que tuvo cuando leyó la carta, cuando se dio cuenta de que se le estaba dando una segunda oportunidad.

Y sucedió.

Hagrid sabía que la mayoría de las personas esperaba que su Patronus fuera una "bestia aterradora", como Fluffy o Norberta, pero en lugar de eso, lo que salió de la varita de carpe y pluma de fénix fue una lechuza.

    Una lechuza familiar que aunque no hubiera sido plateada por el encantamiento, no habría tenido un color distinto.

    El Patronus voló alrededor de ellos, deteniéndose unos segundos frente a Harry, antes de desvanecerse en una pequeña nube también plateada.

    —Headwig... —susurró Harry.

   —Fui yo quien la compró para ti —respondió el semigigante, un poco cabizbajo—, y a veces siento que es mi culpa que ella ya no esté por aquí. Sé lo mucho que la querías.

    El muchacho sonrió y abrazó a su amigo.

    —Gracias —fue lo único que pudo decir.

Una segunda oportunidad, HagridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora