Desayuno salvaje

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       Oriana y yo estábamos de vacaciones en un lugar paradisíaco, estábamos en Tulum desde hace varios días, un lugar increíble, de no creer.

     Estaba desnuda,  la sábana blanca con la que nos arropamos sólo cubría mas abajo de su espalda. Tenía su cabeza en mi pecho y sus brazos rodeaba mi cintura, me agarraba fuerte. Como pude salí de su agarre tratando de no despertarla. Estaba hermosa, dormida con esa carita que me vuelve loco, podía pasar toda mi vida verla dormir y no cansarme nunca. Antes de salir de la cama le dejé un sentido pero corto beso en los labios, teniendo como respuesta una sonrisita dormilona por parte de ella.

     Cuando me levanté me puse el bóxer que estaba tirado en el sillón que está en el medio de la cabaña, reí al no recordar cómo había llegado allí, me dirigí al baño para higienizarme. El lugar no parecía una cabaña porque era bastante espaciosa y muy elegante con un estilo playero único, este lugar era increíble.

     Salí del baño y me fui a una especie de patio que tenía la cabaña, desde la cama se podía ver la playa, pero al salir se podía apreciar mucho más. Habíamos elegido la fecha perfecta para venir a vacacionar, prácticamente estábamos solos, no había visto sino mas que un par de parejas y una familia, pero a nadie más. Me recosté de una columna de madera mirando al océano, me quedé pensando en nada, simplemente no podía creer que este tipo de lugares existiera, parece que estuviera soñando, la arena blanca, el interminable océano azul celeste...

     Después de un rato, sentí unas cálidas manos en mi espalda a la altura de mis omóplatos, dejando un beso húmedo en el medio de ellos, y empezó a recorrer mi espalda en forma descendiente hasta llegar a la parte baja de mi abdomen donde entrelazo sus dedos y me apretó con fuerza, bajé mis manos a las suyas y las posicioné por encima de ellas.

-¿En qué piensas? -preguntó con voz ronca, me encantaba escucharla así. 

-En nada -respondí con mucha tranquilidad- Sólo estoy admirando este sitio, es de no creer.

-¿Verdad? -me preguntó asombrada- Parece un sueño -terminó de decir. 

     Reí cuando la oí decir lo que yo pensaba hace unos minutos atrás. 

     Tomé una de sus muñecas y la hice girar para que quedara en frente de mí, dejando su espalda contra el mar y, mientras yo bajaba mis manos entrelazadas a la parte baja de su espalda pegándola a mí para que sintiera lo excitado que me hace sentir con tan sólo un tacto suyo con mi piel, entretanto ella colocaba sus brazos alrededor de mi cuello. 

-¿Es que no me piensas saludar como se debe o qué? -pregunté en tono de broma y en tono serio a la vez. 

     Hizo una mueca haciendo la que dudaba y no tarde en cortar la distancia y la besé, duro, con fuerzas y casi de inmediato abrió su boca para yo poder recorrerla con mi lengua y encontrarme con la de ella, nuestros labios sincronizaban a la perfección, nos estábamos besando con tanta intensidad como si mañana se acabara el mundo, hizo un intento de separarse pero no se lo permití, dejé una de mis manos en su cintura mientras la otra la colocaba en su nuca para intensificar el beso, como si eso fuese mas posible, nos separamos un instante para poder respirar, nos encontramos con la mirada y sé que tanto la de ella como la mía disparaban deseo, lujuria,  fue ella la encargada de unir nuestras labios nuevamente, tomando control total del beso, esta vez fue mas delicado, mas pausado pero con la misma intensidad del anterior. Mis manos se dirigieron al nudo de la bata que traía puesta y se lo desaté, seguidamente mis manos fueron al cuello de la bata y lo empecé a bajar lentamente, sentí como agarró mis muñecas dejándome saber que me detuviera, por lo que bajé mi boca a su cuello donde mordía con mucho vigor y dejaba besos húmedos.

Única - Orian HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora