Como la primera vez.

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Entramos a nuestro cuarto, tropezando con casi todo lo que había en el camino, nos besábamos como si mañana se acabara el mundo, estábamos desesperados, pero todo fluía con tranquilidad, sin apuro. Apoyé mis brazos en sus hombros y mis manos fueron directamente a su cabeza donde enredé mis dedos en su pelo, mientras que las suyas fueron a mi cintura y apretó con fuerzas, un grito ahogado salió de mi garganta.

Habíamos llegado de comer en un lindo restaurante, un tanto lejos de casa, no celebrábamos nada en especial, solo que siempre elegíamos dos o tres días al mes para darnos nuestros gustos fuera de nuestro hogar y, este era uno de ellos, tratábamos de escoger lugares diferentes para no envolvernos en una rutina.

Llevé mis manos al cuello de su camisa y empecé a desabotonarla, quería sentir su piel arder como la mía cuando me toca por todo mi cuerpo con sus grandes manos, toqué todo su pecho, con suavidad y empecé a dejar marcas de mis uñas en él, grité cuando sus manos bajaron por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, apretarlas y pegándome más a su cuerpo para sentirlo firme, me calló sus besos bruscos, mordiendo mi labio inferior, me quejé, pero no por mucho porque nuestras lenguas inundaron a la perfección la boca del otro, por falta de aire nos separamos pegando nuestras frentes, nos miramos y sentí como nuestros cuerpos estaban en llamas, sus manos subieron a mis caderas y con mucha lentitud me dio media vuelta hasta pegar mi espalda junto a su pecho, dirigió sus labios al lóbulo de mi oreja y sentí que me iba a desvanecer, se quedó un rato largo en el mismo lugar y ya no sabía dónde colocar mis manos, me estaba volviendo loca de tanto placer que me estaba haciendo sentir con tan solo su boca, increíble, dejó mi cuello y empezó a desatar los nudos de mi top negro, por suerte para ambos no eran muchos, así que cuando terminó, sus grandes manos deslizaron mi prenda por mi cuerpo hasta tirarlo en el mueble que había en la habitación, me agarró de la cintura y comenzó a dejar besos húmedos por toda mi espalda, toda mi piel se erizó, llegó a cierre de la falda tiro alto que tenía puesta y con sus dientes lo tomó y empezó a bajarla junto con mi prenda íntima, cada vez más se me ponía la piel de gallina al sentir su respiración por mi cuerpo ya desnudo, subió nuevamente haciendo el mismo recorrido de bajada con su lengua y suaves mordiscos incluidos, mientras tanto apretaba y hacía lo que mejor sabía saber con mis senos, volví a gritar pero esta vez con más ímpetu, a lo que Julián lanzó una carcajada, volvió a girar mi cuerpo y esta vez fui yo quien le quitó sus prendas despacio, torturándome.

Nuestros besos eran cada vez con más intensos y bruscos, pero no queríamos terminar tan rápido lo que habíamos empezado en el restaurante con mimos por parte de los dos, por eso íbamos a una velocidad casi indescifrable, muy lento.

-Ya... amor – musité desesperada.

-Cállate -dijo sobre mi boca.

Me empujó a la cama, temblé por sentir su erección en mi vientre, sin pensarlo tomó mis manos y las entrelazó con las suyas, llevándolas por encima de mi cabeza, sus labios están estampados con los míos, su lengua recorría cada centímetro de mi boca, hice un gran esfuerzo por soltarme de su agarre pero no me lo permitió, por eso cuando tomó mi labio superior y lo mordió, arqueé mi espalda contra su cuerpo y llevé mi cabeza hacia atrás mientras el empezaba a bajar sus mordiscos a mis pechos, mis gemidos junto con sus jadeos inundaron la habitación.

Soltó mis manos, tomo con más fuerza mi cintura y aun siendo delicado pero sin perder la brusquedad que lo caracteriza se adentró en mí, y ahora sí grité lo más alto que lo he hecho en toda la noche, su risa fue lo que me hizo observarlo a sus hermosos ojos marrones y saber que también estaba disfrutado de lo que me estaba haciendo, repetía sus movimientos de entrar y salir de mí con un poco más de velocidad que al comienzo, sus manos recorrían todo mi cuerpo pero las mías tampoco se quedaron atrás, las llevé a su espalda y empecé a arañarlo con ganas, lo que causó que gruñera en mi boca, tiré de su pelo para que terminara de llevarnos a nuestro punto, lo que captó a la perfección y, con más brutalidad me penetró unas varias veces más, en una de esas embestidas grité a todo pulmón su nombre y cuando me dio la última llegamos al mismo tiempo. Dejó caer su frente en mis senos y mis dedos recorrían su espalda mientras intentábamos recuperar la normalidad de nuestras respiraciones. 

Única - Orian HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora