Law

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Pues al final la fiesta no ha resultado tan terrible como parecía en un principio. Los Mugiwara son gente divertida, incluso cuando no están todos.

Me encuentro cambiando las vendas que cubren mis heridas derivadas de la pelea con Doflamingo y no puedo evitar sonreír al pensar en la victoria. Lo cierto es que estoy tardando más de lo normal en cambiarlas porque la cabeza me da vueltas y me cuesta manterner la vista enfocada, todo por culpa de Roronoa-ya. Bueno, suya y de su alcoholismo. Tiro las vendas sucias a una papelera que hay en una esquina de la enfermería y me dispongo a ir a la cama, dando algún que otro traspiés por el camino. No me reconozco.

Debo de haberme equivocado de habitación, porque hay alguien, una mujer, en la que yo pensaba que me habían asignado. Cuando se gira, puedo reconocer a Nico-ya. No puedo evitar recordar todo lo que me ha contado hace apenas unas horas Roronoa-ya, me viene a la mente una imagen de ellos dos intimando y me veo obligado a cerrar los ojos momentáneamente para disiparla.

-Torao.- Se limita a decir al verme irrumpir.

-Lo... Lo siento Nico-ya, pensé que esta era mi habitación.- Mirando alrededor encuentro algunas cosas mías, no entiendo nada. El alcohol me tiene desorientado.

-Es tu habitación.- Rie la mujer. Ahora sí que no entiendo nada.

-Ah.- Digo cayendo en la cuenta de que es ella la que se ha equivocado.- ¿No encuentras la tuya?

La mujer no me responde, se limita a mirarme. ¿Por qué hace eso? Me incomoda.

-¿Te puedo ayudar en algo?- Pregunto intentando mantenerme lúcido a pesar de mi embriaguez.

-Puedes.- Espero a que me pida algo, pero una vez más está clavando sus ojos del color del cielo en mí.

-¿Y bien?- Hago un gesto con la mano, dando a entender que espero una indicación.

Ella permanece en silencio un par de segundos más, hasta que acorta la distancia entre ambos a pasos lentos.

-Me preguntaba si me podrías hacer un reconocimiento médico rápido.- Pide al fin.

-¿Tiene que ser ahora?- No me veo en condiciones de ejercer la medicina en este momento, pero si es urgente no me quedará otra ya que el médico de los Mugiwara no se encuentra en el barco.- Quiero decir, ¿no puedes esperar a mañana?

Lo último lo he dicho por si he sonado muy borde, pero creo que no he sabido suavizarlo. Por suerte, la sonrisa encantadora de Nico-ya parece indicar que no le ha molestado.

-Es que me duele bastante.- Dice mordiendo su labio, como si le diese corte tenerme que pedir el favor.

Suspiro. Lo haré, la pobre no tiene alternativa; Soy yo o que el energúmeno fan de Mugiwara-ya llame a la anciana que les da consejos y acabe teniendo que sufrir un remedio de abuela.

-Está bien.- Acepto. Acomodo mi espada en un rincón y me quito el abrigo para estar más cómodo. Esto me habría dejado con el torso al desnudo, pero como llevo tantos vendajes me da la sensación de estar vestido.- ¿Qué te pasa?

-Me duele muchísimo la espalda.- Dice ella girándose y apartándose el pelo para que yo pueda examinarla.

Directamente llevo las manos a sus hombros, y de ahí hago un ligero masaje hacia la parte más baja de su espalda. Normal que le duela, con la de contracturas que tiene.

-Tienes muchas contracturas.- Digo apartándome de ella para retirar un par de cosas que hay en la cama.- Un masaje y te las quito.

Le indico que se tumbe estirando el brazo, a lo que ella hace caso inmediato.

Tres son multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora