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¿Qué se supone que haga? Nunca he perdido ni uno solo caso, eso debería quedarle en claro, señor juez—dijo Kisumi mientras retiraba aquel puro de sus labios ante la mirada de Seijuro con el ceño ligeramente fruncido por el estrés; y Kisumi sonreía divertido, en un claro gesto de prepotencia.
—Lo sé, sé que tú bufete tiene la fama más intachable de todo Japón, pero está vez te pido que no seas un maldito egoísta; ese hombre mató a seis mujeres—respondió Seijuro alzando un poco la voz, aquel caso había sido terrible, pero Kisumi era bastante bueno en lo que hacía, era indudablemente un genio de la abogacía .
—Negocios son negocios, señor juez, la corte decide quién tendrá razón, ¿No lo cree?

Seijuro arrugó notablemente su entrecejo y después desvió la mirada, presa de impotencia en cuanto al asunto, ¿Qué debía hacer?, Kisumi no dejaría perder un caso pues su ego dependía de ello, su fama y la reputación de su bufete dependía del caso, y ese caso era por mucho muy difícil, y si lograba resolverlo con el indudable culpable fuera, tendría todo asegurado, más de lo que ya lo tenía, un saldo de cero en cuanto a casos perdidos, era obvio que Kisumi no tenía ni el más mínimo sentido de justicia, literalmente, estaba haciendo un excelente e impecable trabajo como abogado, y su equipo de abogados eran tan competentes como él.

Un sonido insistente contra la puerta se escuchó a continuación, un sonido algo tosco y rápido, y sin esperar a que Kisumi diera permiso de entrar, Haruka abrió la puerta de un solo movimiento, con el ceño fruncido golpeó el escritorio de Kisumi con ambas manos y le miró con ojos brillantes de rabia.

—¿Qué carajo crees que haces desconectando los teléfonos de éste maldito lugar?

Kisumi lo miró con desaprobación, frunciendo el ceño y con los ojos púrpuras brillantes, después se levantó de su asiento, acomodándose su camisa blanca y mirándolo fijamente, en una clara señal de amenaza, le dijo disimulo:

—Haru, ¿Recuerdas lo que te dije de interrumpir mientras esté en mi despacho?—trató de sonar amable, como cuando era un muchacho de preparatoria.

—¡No, ya bastante horrible es vivir contigo!—aquello le había dolido mucho al de cabello rosáceo, y lo tomó del brazo con algo de fuerza y lo sacó a la fuerza de ahí, cerrando la puerta con seguro después de eso.

Maldito Kisumi, ¿Quién se creía para tratarlo de esa manera?, pensó.

Iba a darse la vuelta, resignado por no haber logrado nada, cuando en ese instante, una de las sirvientas chocó con él al tratar de rodearlo, provocando que la bandeja de plata en  la que llevaba tazas de porcelana con café y pan tostado cayera sobre el suelo y un poco de mantequilla se embarrara en la ropa de Haruka, ella lo miró con terror en el rostro y de inmediato hizo una reverencia, arrodillándose y suplicando perdón.

Haruka encarcó una ceja y después volteó hacia atrás, ¿Era de él de quién temía?, Se agachó completamente confundido y le tendió la mano gentilmente.

—¿Estás bien?—le preguntó, aunque no sabía si ella le temía, él no era malo, bueno, probablemente algo inmaduro, pero eso no lo hacía mala persona, sin embargo, lo pensó una vez más, y recordó que que otra sirvienta había hecho lo mismo cuando preguntó por los teléfonos.
Ella le miró extrañado y asintió, disculpándose seis veces más, Haruka se sentía perturbado.

Por la noche,  Kisumi no
pudo dejar de observar por el rabillo de ojo a Haruka, pero no decía ni una sola palabra, y su silencio no hacía más que poner nervioso al ojiazul, era un silencio profundo, e incómodo.

Al fin Kisumi suelta un suspiro, y le pide a Haruka que le siga, el cual, sigue sus pasos, saliendo de la mansión, caminando a través del jardín de rosas, hasta llegar a un extraño lugar que se encontraba oculto entre vegetación y enredaderas, con un pasadizo secreto.
—Aquí es, ¿A dónde vas? —le dijo Kisumi, al notar que Haruka no prestaba mucha atención, tropezado sus  miradas. Y cuando Haruka le trató de explicar su asombro por aquel lugar, Kisumi respondió sombríamente y con brusquedad:
—Es lo que me conviene; después de todo lo que me hiciste hoy...
Esa respuesta reduplicó los temores de Haruka: sentía que ni siquiera ahora estaría a salvo, que  a una vez más no podría escapar de la desdicha; una palabra, una inflexión más o menos acusada en aquellos de quienes
dependen, sofoca o reanima la esperanza. Pero como ya no podía tomar una opción diferente,  Haruka se contuvo, aunque ya no quería más de lo mismo. Kisumi buscó entre las enredaderas una puerta y la abrió, mostrando un laberinto de arbustos ante ellos: a lo máximo los separaba de el un cuarto de metro. Kisumi se metió tratando de no ensuciar su fino saco, y, diciéndole a Haruka que caminara detrás de él, esto inquietó más a Haruka, si es que se podía.
—¿Qué ocurre, Haru? —dijo, mientras caminaban a donde sea que Kisumi quería llegar—. No te asustes, parece como si nunca hubieras estado aquí; este lugar es nuestro divertido y sucio secreto, ¿Ya lo olvidaste?.
—Am... No es eso —mintió—; pero ¿cómo es que un jardín puede ser un divertido y sucio secreto?
—Te desconozco, Haruka...—;
es muy posible que no te sientas feliz conmigo o que me odies tanto como para no recordarlo.
—Kisumi...—aquello le causó escalofríos—Ya basta ¿adónde me llevas?
—Te llevo a que pagues por lo mal que me hiciste sentir hoy—le dijo
tomándolo del brazo y haciéndolo cruzar a la fuerza un pequeño
puente levadizo que se bajó a su llegada y se alzó inmediatamente .
— ¿Ves este pozo? —prosiguió cuando entraron,  mostrando una grande y profunda gruta situada en el fondo del patio, donde
cuatro chicos desnudos y encadenados hacían mover una rueda—Ya que me odias y me ves solamente como un banco con piernas, serás parte de esto: ya los conoces, pero te los presento de nuevo, a tus compañeros, y ahí tienes tu trabajo, gracias a que trabajarás diariamente
diez horas en hacer girar esta rueda, así pagarás lo que yo te he dado y no me importa ya lo que pienses o digas, al igual que ellos, vas a satisfacer todos los caprichos a los que me complazca someterte, se te darán algunos yenes, té verde y dos bolas de arroz al día. En cuanto a tu libertad, renuncia a ella; no la tendrás jamás. Cuando mueras agotado, serás arrojado al agujero que ves al lado del pozo, con otros sesenta u ochenta esclavos, allí te esperan, y tú... Mi lindo Haru... Cuando eso pase, habrás saldado todo.
—¡Espera, Kisumi!—exclamó arrojándose a los pies del pelirrosa—Piensa en todo lo que hemos pasado juntos, que una pelea no te haga hacer esto; me amas, ¿No?, Así lo hacías ver por la mañana, incluso, desayunamos los dos, e  íbamos a ir de viaje a iwatobi, lo prometiste, ¿Es justo lo que estás
haciendo, aún después de todo lo que hemos hecho juntos?
—¿Qué entiendes, hasta hace poco te portabas mal conmigo y me rechazabas? —dijo Kisumi—. Razona mejor, Haruka; ¿qué hiciste cuando está mañana? Entre la posibilidad de desayunar tranquilamente y pelear con tus desprecios, ¿no elegiste la última como un gesto inspirado
por tu corazón? A ti no te importó lo que pasamos juntos. ¿Por qué diablos pretendes que a mí me importe? ¿Y cómo se te ocurrió jamás que un hombre que, como yo, puede castigar a quien quiera, dejaría que tu te salieras con la tuya? Me rompiste el corazón, así que lo último que tengo para decirte es: ¡a trabajar, esclavo, a trabajar!

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2017 ⏰

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