Los días siguientes pasaron con total normalidad, por las mañanas iba al instituto y por las tardes ayudaba a terminar de ordenar la casa. Había tantas habitaciones que parecía que no acabaríamos nunca de limpiar. A mi padre le iba bien con la consulta, cada día tenía un paciente y mi madre consiguió trabajo en una floristería.
La verdad es que las cosas nos iban bastante bien, pero yo, y no sé si era la única a la que le pasaba, tenía siempre una sensación extraña. Como si en la casa hubiera alguien más aparte de nosotros. Y mis sospechas quedaron confirmadas una tarde en la que estaba viendo la tele y empecé a oír ruidos extraños.
—¿Carol? —pregunté, pero como no hubo respuesta supuse que no era ella.
Iba a subir a la segunda planta cuando oí unas risas provenientes del sótano. Abrí la puerta e intenté encender la luz pero el interruptor no funcionaba.
—Mierda... —bajé las escaleras lentamente para no tropezar—. ¿Kira, eres tú?
Una pequeña pelota roja chocó con mis pies. La observé unos segundos hasta que una chica de baja estatura con un vestido se agachó y la recogió.
—¡Joder! —exclamé con el corazón a mil. Del susto di un paso hacia atrás y caí de culo al suelo. La chica comenzó a reír y subió las escaleras corriendo. Me levanté y la seguí a toda prisa—. ¡Eh! ¡Espera! —la perseguí un buen rato y cuando entró a lo cocina pude agarrarla fuertemente del brazo—. ¿Quién eres tú? ¿Cómo has entrado a mi casa? —pregunté con el ceño fruncido.
—Vais a morir aquí —dijo con una seriedad escalofriante.
—Adelaide, Adelaide —una mujer rubia muy elegante entró buscando a la chica. La miré esperando que me diera una explicación de por qué estaban en mi casa—. Soy Constance, la vecina de al lado y esta es mi hija Adelaide.
—¿Su hija? —repetí soltándola—. ¿Cómo habéis entrado?
—La puerta de atrás estaba abierta aunque te advierto que Adelaide siempre encontrará la forma de entrar. Tiene auténtica fijación con esta casa, desde siempre, ¿verdad?
Ella asintió sonriente.
—¿Están tus padres en casa?
—No, si quiere volver más tarde...
—Oh, no importa. ¿Podrías prepararme un café? Con leche, dos de azúcar —me ordenó mientras cotilleaba nuestras cosas.
—Eh... claro... —¿y esta mujer que se creía? Me acerqué a la cafetera y preparé dos tazas—. ¿Tú también quieres? —le pregunté a Adelaide.
—¡Sí!
—Ni hablar, si ya es insufrible de por sí no me quiero ni imaginar cómo estaría hasta arriba de cafeína —añadió Constance. La miré incrédula, ¿cómo podía hablarle así a su hija? La chica se cruzó de brazos y refunfuñó.
Llené las tazas y las dejé en la mesa. También agarré un paquete de galletas.
—Come las que quieras Addie —le ofrecí y su sonrisa se ensanchó. En cambio Constance me miró con desagrado. Menuda bruja.
—¿Cómo te llamas?
—Melissa.
—Melissa, ¿sabías que tu nombre es de origen griego?
—No.
—¿Por qué os habéis mudado aquí? —me preguntó cambiando de tema y encendiendo un cigarrillo—. Y me refiero a esta casa; me importa un bledo porqué hayáis venido a Los Ángeles.
—Porque era la más barata que había.
Constance emitió una risa amarga y le dio una calada a su cigarrillo.
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DESTRUCTION [Tate Langdon]
FanfictionDespués de décadas en la casa del crimen, conviviendo día tras día con las mismas almas atrapadas allí, Tate Langdon ha encontrado a alguien especial en una de las hijas de los nuevos inquilinos. Y tantos años de soledad le han permitido sacar algo...